Ť Mil en(g)años Ť

Pablo Espinosa Ť En qué quedamos: Ƒhay o no hay fin-de-milenio?

Digamos que sí, porque nos da la gana. Porque nos gusta celebrar por cualquier pretexto. Celebrar todo. Celebrar, sencillamente, que estamos vivos.

Digamos que no, porque la ciencia así lo dicta. Además de que las evidencias son abrumadoras: el fin de milenio ocurrirá dentro de 12 meses.

Lo que hay, por lo pronto, son las ganas de celebrar, la codicia de los inversionistas, porque en las "celebraciones" hay un negocio redondo, y la pifia de muchos gobiernos, que de manera oficial ''encabezan'' el acto fallido que prepararon con antelación y muchos millones de pesos extraídos de nuestros impuestos, pero que no dieron marcha atrás una vez que la mayoría de los ciudadanos ha aceptado la evidencia: no hay tal. Eso sí, se gastan nuestros impuestos como buenos miembros de la OCDE (es decir, los países ricos), pero no nos dejan fuera del "primer mundo". También nosotros tendremos nuestra fiestecita. O qué, Ƒsomos más pendejos?

Digamos, también, que el debate es bueno. El debate y también el de tolete y el de poeta... el de vate.

Los caprichos del tiempo

Lo que no sucederá: no se va a acabar el mundo.

Lo que sí sucederá: el 2000 será bisiesto. Lo fue 1996, pero el 2000 es especial porque cada 400 años se restablece el 29 de febrero como una excepción. Tendremos, por lo tanto, el privilegio de gozar de un día adicional que sólo existe una vez cada cuatro siglos, y que sólo ha existido una vez hasta ahora, en el año 1600, poco después de la adopción del calendario gregoriano en 1582.

El problema, documenta el sabio estadunidense Stephen Jay Gould, es que la naturaleza no produce regularidades astronómicas que permitan establecer ciclos numéricos simples. La tierra no gira alrededor del sol en 365 días, ni en 365 días y un cuarto, sino en 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45.96768 segundos. Lo cual muestra que el calendario no posee un principio arbitrario, porque se basa en el movimiento de los planetas.

La naturaleza, pues, nos dota de tres ciclos centrales: la rotación de la tierra sobre sí misma, que define la duración de los días lunares, y la rotación de la tierra alrededor del sol, que define el año. ƑPor qué se hacen calendarios? Se supone que para predecir las regularidades naturales. Las sociedades que dependían de la caza, la pesca, el cultivo de la tierra, la navegación. Sin embargo, no hay posibilidad de establecer relación aritmética entre los calendarios lunares (originalmente para los pescadores) y los solares (los agrícolas). El problema nace de la manera en que opera la naturaleza.

La rotación de la Tierra nos dicta una división del tiempo en días, pero la clasificación de éstos en grupos de siete es una decisión arbitraria, propia de ciertas culturas. En la medida en que 365 no es divisible por 52, hay todos los años un día adicional que desplaza a las semanas. Por eso, un martes de 1997 será miércoles en 1998, jueves en 1999... salvo en los años bisiestos.

ƑQué onda con los bisiestos?

Sucede que en el año 45 antes de Cristo, Julio César reformó el calendario romano y adoptó los principios del juliano, basado en un año que se calcula en 365 días y un cuarto, pero no toma en cuenta las horas y minutos adicionales, así es que tiene que restablecer los tres cuartos del día que falta, con lo que previó que cada cuatro años existiera un año de 366 días, llamado bisiesto a causa de sus dos seises. Eso funcionó un tiempo, hasta que se hizo notorio el aumento subrepticio de 11 minutos y 14 segundos a la duración de cada año, debido a esa consideración bisiesta cuatrianual. De manera que con el curso de los siglos esos minutos complementarios se suman para formar días (más o menos siete días por milenio). O séase, como dirían los clásicos: šqué desmadre, hijo!

De manera tal que ya para el siglo XVI, en el papado (que no es lo mismo que en la papada) de Gregorio XIII (a quien nadie se atrevía decir Goyito) se habían acumulado diez días de más. Pasu... De manera tal (chale con la muletilla) que ya los sacerdotes y los astrónomos se jalaban los pelos de la cabeza, y no otros, para determinar las fechas de los equinoccios y de los solsticios. De manera tal (chale con el de manera tal) que el papa Goyito XIII contrató a un matemático jesuita sumamente picudo, Christoph Clavius, quien ipsofáctamente se clavó en proponer un nuevo sistema calendárico menos infiel a las realidades astronómicas.

Ese nuevo calendario fue promulgado en 1582. Suprimía, de entrada, diez días del año en curso. De manera tal (jejé) que en 1582 los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre de plano desaparecieron. Así nomás. (ƑSe imaginan que por decreto desaparezcan días este 2000? Propongo que desaparezcan: el día del padre, el del compadre, el del abuelo y, de plano, el día del periodista). En 1582, entonces, al 4 de octubre le siguió el 15 de octubre.

El jesuita Clavius sólo puso los relojes en hora. Rusia no lo hizo, sino hasta 1918, y por eso la revolución de octubre de 1917 tuvo lugar en realidad en noviembre (je), según el calendario gregoriano. Para evitar que el desfasamiento entre calendarios volviera a agrandarse ųacota el sabio Stephen Jay Gouldų los años bisiestos funcionan en el calendario como los comodines en los juegos de cartas. Se les puede añadir o quitar según las necesidades. (Como veo, doy. Y no paso sin ver). Clavius se clavó entonces en sustituir la base de 365 días y un cuarto, que era la del calendario juliano, por una aproximación más ajustada a la realidad astronómica: 365.2422 días. Para lograrlo decidió suprimir un año bisiesto una vez por siglo, pero restablecerlo en cada fin de siglo divisible por 400. (Un mero artificio de cálculo, decía mi maestro de matemáticas).

El desfase en la actualidad es de 25.96 segundos, que sumados dan un día de más cada 2 mil 800 años, aproximadamente. El año lunar (calendario metónico) de 354 días (doce lunaciones) es 11 días más corto que el año solar. Y hay otros calendarios.

Matematismos cronológicos

ƑPor qué tanto nos impone el 2000?

El espíritu humano ųdice Jay Gouldų parece necesitar ciclos que tengan un sentido en un sistema matemático. El 2000 nos parece especial, porque nuestro sistema aritmético tiene como base el 10, cifra que es una base excelente de cálculo. ''Nada prueba ųse divierte Jayų que esa elección tenga que ver con el hecho de que tengamos diez dedos''.

El sistema base de los mayas era 20 (Ƒcontaban los dedos de las manos y los pies?) y tenía ciclos de mil 600 y 2 mil 400 años. Los aztecas tenían como base el 52.

Por lo pronto, el debate del cero y el uno, de que si el siglo empieza en el año 00 o en el año 01, data desde el paso de 1599 a 1600. Es un debate que en matemáticas es trivial, pero que es a todas luces apasionante.

El maestro Stephen Jay Gould tiene la siguiente respuesta: Antes de la época de Clavius, el calendario que regía era el impuesto por el monje Dionisio el Exiguo, a quien el papa Juan I le pidió una cronología cristiana basada en la supuesta llegada de Cristo. Dionisio, acostumbrado a fechar ad urbe condita (auc) a partir de la fundación de Roma, sitúa la fecha del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre del 753 auc, y luego fija el comienzo de la era cristiana ocho días más tarde, el 1o. de enero del 754 auc, el día de la circuncisión de Cristo, que tenía ocho días. El 1o. de enero era asimismo, y no por azar, el día del año nuevo en el calendario romano. Esta decisión se convirtió en fuente interminable de incordios, pues Dionisio el Exiguo no utiliza el cero. Cuando hace que el tiempo recomience el 1o. de enero del 754 a.u.c., ese día se convierte en el 1o. de enero del año 1. Y por eso nuestros siglos empiezan por 01 y no por 00. Si Dionisio hubiera llamado a esta fecha fundadora el 1o. de enero del año cero, todas las polémicas sobre el principio de los siglos y de los milenios no tendrían razón de ser. Y así ni los mercachifles estarían haciendo su agosto en estos días ni los presidentes pifiarían ni mandarían gastar millones de pesos de un país en crisis. šAh!, pero eso sí, festejamos el milenio como buen primer mundo que semos.

Ton's qué, Ƒhay o no hay fin-de-milenio?