La Jornada jueves 30 de diciembre de 1999

CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Veláquez

Ť Tristes agravios a Iván García Solís
Ť Sin duda, luchador de toda la vida

El 17 de diciembre, en la segunda posada del siglo que fenece, en el salón de baile La Maraka se impuso entre gritos, chiflidos y proyectiles el sabor del rechazo a un estilo de hacer política en la delegación V. Carranza.

El señor delegado, Iván García Solís, muy amablemente dirigió una carta a la directora general de este diario, Carmen Lira Saade, para explicar el porqué de los agravios en su contra.

Dice el delegado que no fueron los trabajadores de la delegación quienes le aplicaron una nueva forma de "ley de hielo" y le arrojaron cubos de agua congelada, y culpa a "gente externa a la delegación", a quienes por un "error de organización" se les permitió la entrada a la posada de la V. Carranza.

Claro que es difícil desconocer la autoridad moral del delegado García Solís, un luchador social de toda la vida.

Hay quienes, por ejemplo, lo recuerdan junto a Juan Ortega Arenas en el FOCM, donde según se cuenta nació su carrera política o bien en dudosas negociaciones con el líder más charro del magisterio nacional, Carlos Jonguitud, mientras la disidencia magisterial protestaba en las calles por las políticas en contra de la educación.

Por eso mejor fuimos a La Maraka para tratar de atar algún cabo a esta duda que nos estaba matando.

Entonces retumbó la sorpresa, pues el encargado del salón, Rubén Guevara, no coincide con la versión del delegado.

"Puedo asegurar que el abucheo provenía solamente de la parte de abajo (del salón), para ser precisos del lado norte. El acto se realizó con toda normalidad, lo único que pasó es que fue abucheado el delegado cuando dio un discurso, le chiflaban y le gritaban šya cállate!, pero no hubo mayores problemas. El que lo abucheen y que no lo quieran no es nuestra responsabilidad".

Para decir verdad, el encargado del lugar acepta que entre 60 y 90 personas ingresaron al salón y ninguno pertenecía a la V. Carranza, y agregó que a todos se les ubicó en la parte alta del inmueble.

Pero el abucheo provenía sólo de la parte de abajo, según sus palabras.

En fin, esos fueron los hechos relata dos por alguien ajeno a los problemas políticos.

Ni el encargado de La Maraka ni este reportero, como lo dijo don Rubén, somos los culpables de los sucesos del 17 de diciembre.

Por lo demás, el trabajo descrito por García Solís es el que debe cumplir, y es triste ufanarse de ello, por lo que hace al aumento salarial a los trabajadores, que no es parte de la política delegacional, sino un línea trazada por el gobierno central del Distrito Federal.

De cualquier forma, con el propósito de evitar confusión y desinformación entre los trabajadores y los habitantes de la V. Carranza, me pongo a las órdenes del señor delegado.

Más sobre el PRI y el cliente de Jaime

En la agenda de Adolfo Orive hay, sin duda, muchas cuentas pendientes, y tiene ahora en la mano el instrumento para cobrarlas.

En este caso me refiero al PRI-DF, su mejor aliado, pues su instrumento resulta ser nada más ni menos que Oscar Levín, con quien lo unen fuertes lazos.

Y si no nada más hay que echar mano a la memoria. Oscar Levín y Orive trabajaron juntos en el grupo Política Popular, del que ya hemos hablado, pero más tarde se fundó el periódico Causa del pueblo, de orientación maoísta, nombre copiado de aquel donde escribió Jean-Paul Sartre.

Después, con David Ibarra en la Secretaría de Hacienda, Oscar Levín, dedicado a la ayuda de ciertas causas de izquierda, apoyó a Orive, por entonces empeñado en los trabajos del campo, a sacar adelante aquel proyecto colectivo de los ejidos del Valle del Yaqui, donde Orive fungía como asesor.

Y más tarde, Levín, delegado en Alvaro Obregón, llevó a esa demarcación a un buen número de cuadros de aquellos de Orive. Así, el ahora priísta fue de los que creyeron en Orive, y sigue creyendo en él, así que aguas Manuel Aguilera.

Otra que les contaré el próximo siglo es la venganza de Orive contra Gustavo Carvajal Moreno, quien en los años preparatorianos le ganó una elección que, se dice, fue amañada.

Gustavo era el hijo del secretario de Gobernación, y Adolfo del de Recursos Hidráulicos.