La Jornada jueves 30 de diciembre de 1999

Orlando Delgado
Desenlaces presupuestales

Finalmente, luego de un intenso proceso de discusión y negociación, se aprobó el Presupuesto de Egresos del 2000. La aprobación fue consensada entre los cinco grupos parlamentarios, de manera que recibió 457 votos a favor; ello ilustra, con claridad, el carácter del documento: se puso a consideración de la Cámara de Diputados una propuesta diferente de la presentada por el Ejecutivo, diferente también de la presentada por el PRI la semana anterior y que se rechazó por 248 votos contra 247. La propuesta votada se basó en la que habían elaborado los grupos parlamentarios del PAN y el PRD, de modo que se logró la aprobación de un presupuesto en el que el Legislativo, por vez primera, fue un autor verdaderamente relevante; este hecho, por sí solo, establece un precedente de gran trascendencia.

El G-4, acuerdo parlamentario entre el PAN, PRD, PT y PVEM, con todo y los vendidos en los diferentes momentos del proceso, puede sacar adelante un conjunto de propuestas para replantear la conducción económica y política del país. La pertinencia de mantener funcionando este acuerdo para todo el proceso legislativo que se avecina resulta, a todas luces, útil en la perspectiva de cambio en la situación nacional. Este acuerdo, al mismo tiempo, contiene un elemento que lo hace frágil: la traición de uno solo de los miembros de cualquiera de las bancadas echa por la borda todos los esfuerzos; ello no hace sino dar cuenta de la composición de la actual legislatura, en la que el peso específico de los dos grupos opositores mayores es insuficiente para constituir una mayoría que gobierne la Cámara. La conducción de la próxima legislatura tiene que ser vista desde esta perspectiva.

La construcción de un consenso capaz de aprobar la propuesta presupuestal, implicó dejar para votaciones particulares los temas en los que se concentraban las discrepancias: el monto de recursos destinados al pago del componente real de los intereses generados por los pagarés Fobaproa-IPAB; el condicionamiento de la utilización de 14 mil 100 millones de pesos hasta que el IPAB informara los nombres de los beneficiarios ilegítimos de los créditos del Fobaproa y el PRI devolviera 5 millones de dólares; los recursos para el fondo de apoyo a estados y municipios y las reasignaciones para el gasto social. La importancia para el régimen de estas cuestiones es ciertamente desigual: las dos primeras son de principio, mientras las otras tienen un carácter secundario; para la oposición, en cambio, resultan centrales todas.

Por eso, el PRI se concentró en sacar adelante lo relativo al ''rescate'' bancario, con la tradicionales amenazas tecnocráticas para buscar impactar a la opinión pública. Las malas señales al mercado, como se ha evidenciado con la evolución de la Bolsa, sólo existen en la mente de Corta y sus corifeos; el mercado ciertamente ha descontado ya la fragilidad del acuerdo que dio origen al IPAB y reconoce que la crisis bancaria sigue sin ser resuelta, de modo que entre los temas preocupantes para el 2000 están los bancos, pero no por la asignación de 2 mil 500 millones más o menos, sino por la vulnerabilidad de sus balances y por la dificultad para reactivar la operación crediticia.

Los temas bancarios fueron ganados por el PRI, con lo que se dieron por satisfechos, pero no puede soslayarse un elemento crucial: ganaron la asignación para el 2000 e impidieron que el Congreso exigiera al PRI devolver los financiamientos ilegítimos, pero eso no garantiza que los próximos años puedan repetir la hazaña. El resultado de la contienda electoral establecerá sus posibilidades; esto lo sabe perfectamente bien el mercado, de manera que no pueden asustar a nadie con ese garlito.

La oposición ganó no solamente la reasignación de recursos para gasto social y para entidades y municipios, lo que permitirá actuar en rubros que los tecnócratas han abandonado; ganó en algo fundamental: de los excedentes presupuestales que pudieran darse, por mejoras en el precio del crudo por ejemplo, deberá informarse detalladamente su destino, lo que le resta al Ejecutivo un margen muy útil en tiempos electorales. Así las cosas, el presupuesto aprobado difícilmente puede ser considerado una victoria priísta; los avances opositores son relevantes e inocultables. Pero la victoria mayor sería aprender la lección y ocuparse de evitar que un voto pueda arruinar un esfuerzo importante.