La Jornada jueves 30 de diciembre de 1999

Gilberto López y Rivas
Los límites del EZLN

Los zapatistas se ven presos o constreñidos dentro de los límites de lo militar; esto es, el EZLN se estuvo entrenando para dar una lucha de acumulación de fuerzas, dentro de lo que se llama en la terminología insurgente la guerra popular prolongada, es decir, prepararse por años y años hasta acumular un número suficiente de fuerzas como para que, a su vez, esa acumulación de fuerzas lleve del campo a la ciudad, de las ciudades hacia una expansión a otras regiones del ámbito nacional, y entonces, finalmente, venga el triunfo del pueblo sobre el régimen.

Pero resulta que si bien al inicio lo militar permitió a las tropas del EZLN una toma relativamente pacífica de cuatro ciudades importantes, la reacción posterior les hizo ver que, desde el punto de vista militar, iban a estar constreñidas en un territorio, no obstante que esas fuerzas son más que nada un ejército del pueblo o un ejército campesino del pueblo.

A pesar de que la organización de la cual proviene el Subcomandante Marcos tenía ramificaciones en otros lugares de la República, estos grupos no actuaron. No se conoce si las contradicciones en el seno de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) hicieron que no actuaran. No se sabe exactamente qué pasó, pero el hecho es que hubo una clásica insurrección regional-local que fue controlada militarmente dentro de ese ámbito territorial.

Se presenta entonces en los zapatistas una contradicción entre su visión nacional y el carácter regional-local que los constriñe a un territorio, militarmente hablando. Esto se ha ido acentuando. Y hay una contradicción porque, siendo un grupo armado, la naturaleza de la represión, del cerco estratégico, del cerco de profundidad y de la presencia de los paramilitares y de la situación de no paz no guerra a la que ellos se vieron forzados, han hecho que la esencia de su lucha en cuanto a método, que era la lucha armada, se torne cada vez más política y busque lo nacional, e incluso, lo internacional, como equilibrio y como respuesta a su situación real.

Al contrario de la idea de una base de apoyo a la milicia, los zapatistas han tenido que acotar cada vez más esos círculos, de tal manera que lo único que queda del círculo básicamente es el insurgente, el soldado profesional; porque, evidentemente, los milicianos no pueden ser tales porque no pueden desarrollar su poder de fuego ante la presencia militar permanente en comunidades asediadas por el Ejército. Esto también constituye un elemento difícil en cuanto a la naturaleza de su conflicto; esto es, son marxistas por su origen y por las formas y necesidades de organización de la lucha clandestina, pero al mismo tiempo ellos van incorporándose en los marcos políticos de lo nacional y lo democrático-popular. Son militares por el surgimiento y la naturaleza de su grupo, pero paralelamente va ganando terreno la organización no militar. Es posible que estas transformaciones estén ocasionando contradicciones en el seno de los zapatistas, porque cuando se tiene un grupo entrenado para un objetivo, y resulta que no es posible llevar a cabo ese propósito, se provoca un desgaste; un ejército que no combate o que no se entrena es un ejército que va perdiendo su esencia, su razón de ser.

Eso los lleva necesariamente hacia el diálogo y la negociación, pero, a su vez, los coloca frente al incumplimiento de lo pactado, frente a la inconsecuencia del gobierno y la obcecación del régimen que los obliga a mantenerse armados y no abandonar la organización militar.

Por otra parte, su política de alianzas ha tenido fallas importantes. Primero se apoyaron en sectores radicalizados de la izquierda, como el Movimiento Proletario Independiente. Luego pusieron sus esperanzas en sectores de variado origen a través de la Convención Nacional Democrática, la cual también terminó. Con la propia diócesis de San Cristóbal, más que alianza fue una relación necesaria, sujeta a tormentas frecuentes. No es posible hablar de una coalición con el PRD, ya que la relación ha transitado, de las críticas y los desencuentros iniciales, a la ausencia de todo contacto en los últimos años. Se ha evitado incluso la comunicación epistolar con la Cocopa de la legislatura actual, y la única reunión con esta instancia pluripartidista fue un fracaso. Ni el FZLN ni el Congreso Nacional Indígena han respondido a las expectativas de ser las organizaciones que permitieran a los zapatistas una presencia permanente en el ámbito nacional.

Esto no significa que no cuenten con el apoyo, muy importante, de lo que ellos consideran sus aliados naturales: la sociedad civil, sólo que ésta cambia constantemente en su disposición y características. Las alianzas más permanentes de los zapatistas son las internacionales, pero éstas no son determinantes. Lo importante en un momento siempre son las coaliciones nacionales, y ellos no han tenido capacidad para hacer duraderos los pactos más allá de sus límites ideológicos y políticos.