Néstor de Buen
šFeliz Año Nuevo!
Me temo que estoy fuera de onda. Pero en este domingo de enero, frío ųsupongoų y con pocas esperanzas de que las cosas vengan mejor, no me entra esto del nuevo siglo ni del nuevo milenio. Hace muchos, pero muchos años, mi padre me contaba que en Alemania se pretendió poner en vigor el Código civil con el nuevo siglo y se equivocaron por un año: la fecha fue el 1o. de enero de 1900. Tendría que haber sido del año 1901.
No discuto las razones. Si bien hay una mayoría aplastante a favor de esta hermosa oportunidad (así la pintan) de ser testigos del cambio de siglo y de milenio, aunque fuera cierta no me llamaría la atención. Y mucho menos cuando aún falta un añito para que eso ocurra. Lo que pasa es que nuestro siglo XX venía usando el mil novecientos como dato de identidad y sólo ahora, a partir de ayer (para usted que lo está leyendo pero pasado mañana para quien lo escribe), le toca el dos mil que es más elegante para un siglo XX. Aunque dure poco la coincidencia.
En última instancia, todo es una creación artificial. Inclusive los cristianos no están muy seguros de la fecha del nacimiento de Jesús ųsi es que su Jesús nació alguna vezų lo que supongo que es cierto aunque el mío estaría mucho más cerca de Saramago que del Nuevo Testamento. El Jesús del Premio Nobel y otros premios más que yo le hubiera otorgado después de su conferencia en el Palacio de Bellas Artes, me resulta más fácil de admitir. Sin olvidar a otro personaje modernizado por nuestro Vicente Leñero, que hizo un Jesús muy atractivo, futbolista y habitante de Iztapalapa, si no recuerdo mal, lo que no deja de tener cierto simbolismo.
Entonces la oportunidad, como la de años anteriores, es expresar a todos el deseo de que las cosas mejoren un poco. Un poco para todos, por supuesto, que hoy las definiciones de la prosperidad sólo toman en cuenta los datos macro, pero olvidan a los millones de micros que las pasan bastante mal.
No me han gustado las cosas últimas. Me molesta la decisión del señor Wojtila de privar a la diócesis de San Cristóbal de la presencia, indispensable a partir de la renuncia forzada de Samuel Ruiz, del obispo Raúl Vera. Su destino saltillense tiene todo el sabor del destierro. Y es que, hay que repetir con Don Quijote, que con la Iglesia hemos topado. Claro está que es la conservadora, la que hace mil años, cuando don Pío XII reinaba en el Vaticano, bendecía las armas de Franco. La otra, la de Juan XXII, la del Concilio Vaticano II y de la teología de la liberación, identificada con las causas más humildes, hoy está en la oposición y la consigna es acabar con ella. Samuel Ruiz ha sido un estorbo evidente para esos propósitos destructivos.
No me gustó tampoco el tema de la ausencia meditada de Francisco José Paoli Bolio de una votación en que su voto era fundamental. Conozco a Paco desde hace muchos años, me parece una persona de gran calidad e incapaz de actuar en contra de su conciencia y por supuesto incapaz de un acto de corrupción. En su partido tendrán que oírlo antes de adelantar los juicios temerarios que ya se han lanzado. Pero Paco tendrá que expresar con toda claridad la razón de su ausencia.
No cabe duda de que iniciamos un año complicado. El miedo a una crisis de fin de sexenio, pese a las precauciones hacendarias, no se nos quita. Hay, cada vez más, un divorcio notable entre las acciones estatales y su aceptación que es, por lo contrario, rechazo. Vivimos en un mundo de desconfianza que se manifiesta también al interior de los grupos políticos. Yo, sin embargo, le tengo confianza a mi candidato Cuauhtémoc Cárdenas a pesar de que tirios y troyanos le pronostican un fracaso notable, casi igual al que le pronosticaban antes de la votación que lo llevó a la jefatura del Gobierno del DF. Y por los otros rumbos, como que los motores no están funcionando en plenitud, algunos porque empezaron a correr desde mucho antes, como es el caso del joven Vicente Fox y otros, particularmente Paco Labastida, porque aún no se reponen de los vapuleos y madrazos de la contienda interna.
ƑEstará de nuevo flaca la caballada?
Y Ƒqué será de mi universidad? Extraño las clases, inclusive extramuros y me duelen los tiempos perdidos y el diálogo para no entenderse. Admiro la paciencia de Juan Ramón de la Fuente y me da gusto que Pepe Núñez Castañeda, el director de Acatlán, siga en la batalla. Con otro acatlaneco también de primera, Alberto Pérez Blas. Tienen la razón, como dijo Paco Barnés. Pero no siempre es suficiente. En este doloroso caso, no lo ha sido.