Angeles González Gamio
La rica historia del pasaje San Carlos
En las orillas del huerto del convento de San Francisco se edificó a fines del siglo XVII una confortable casona en la esquina que hoy es Madero y Bolívar; a mediados de la siguiente centuria se le añadió un segundo piso y se le adjuntó una casa sobre Bolívar. Alrededor de 1850 se estableció en ese lugar el hotel San Carlos. Quince años más tarde Francisco de Iturbide adquirió la propiedad, le añadió un tercer piso y modificó la fachada al estilo parisino, en boga durante el porfiriato. En los años treinta del presente siglo se conectó la vasta construcción a través del pasaje Iturbide, construido en estilo art-déco y se convirtió en oficinas.
El magnífico edificio sufrió gran deterioro a partir de fines de los años cuarenta, como efecto de decreto de rentas congeladas ųhasta hace escasos ocho años que se derogóų, el cual durante sus 50 años de permanencia hizo enorme daño al Centro Histórico.
Ahora de nuevo está teniendo una revitalización por parte de sus dueños actuales, descendientes del señor Iturbide, quien, además de arreglar preciosos edificios en el rumbo, fue mecenas de artistas, invitándolos a pintar murales en tales construcciones; un par de ejemplos: la Casa de los Azulejos, con el espléndido fresco Omi ciencia, de José Clemente Orozco, y el palacio de los condes de Miravalle, con un magnífico mural de Manuel Rodríguez Lozano. Actualmente Carlos Laborde y Luis de Iturbide están volviendo a la vida el imponente pasaje. Como primero paso renovaron el techo de casetonados de grueso y translucido vidrio, dándole espléndida iluminación natural. Se restauró la decoración art-déco, que incluye lamparas y pisos. Esto ha atraído a varias tiendas de libreros de nuevo y de "viejo", que se suman a las de antigüedades que desde hace años han caracterizado el lugar y que ya no se podían apreciar por la oscuridad del pasaje. En una primera fase de esta quinta intervención que padece el edificio San Carlos, se inauguró la obra Pars mundi, de la escultora Lascaris, en una ceremonia efectuada hace unos días, con la presencia feliz de vecinos, comerciantes y amigos.
Pero aún falta lo mejor: próximamente estarán disponibles al público, para renta, 30 departamentos de 50 a 70 metros, que se ubican en las plantas superiores. šImagínese!: vivir en Madero y Gante. ƑQué puede haber más agradable? Comenta Carlos Laborde que están pensados para jóvenes parejas, que deseen vivir unos años en un sitio lleno de riquezas como es el Centro Histórico. Yo añadiría a parejas mayores que ya se han quedado solos y no quieren preocuparse de coche, de dónde comer, cómo ir al museo, teatro o compras, pues todo lo tienen "a tiro de piedra".
También es buena idea para los fuereños que tienen que pasar temporadas en la ciudad de México, sean senadores, diputados, empresarios, comerciantes, que les gustaría tener un pied à terre en el corazón de la actividad. Laborde contempla inclusive a técnicos extranjeros que deben tener una estancia larga en la capital, principalmente europeos, acostumbrados a habitar y gozar sitios como éste, pleno de historia, cultura y belleza centenaria.
Otro de sus atractivos es que alrededor del pasaje se encuentran inumerables restaurantes, cafeterías y cantinas, para todos los gustos y presupuestos; una breve muestra: el bar Gante, cantina de tradición, con cubilete, dominó y buena comida, sitio de tertulia al mediodía, de los comerciantes acreditados del rumbo. A sus lados se encuentran una marisquería y una taquería, muy aceptable si lleva prisa y poco dinero.
En la esquina de Gante y Madero se instaló el celebre Salón Luz, que tras una breve retirada para que reforzaran la casona que habita desde principios de siglo, regresó a la esquina de Gante y Venustiano Carranza, dejando una "sucursal" en este lugar, en vista del éxito obtenido. A su lado, el siempre suculento Rey del Pavo, con sus exquisitas tortas y la atención amabilísima de su dueño José Antonio. Y hablando de buena atención, no desmerece la de Agustín Formoso en la Parrilla de Gante, con las mejores carnes del rumbo. En el propio pasaje hay un simpático y luminoso cafetín, con distintos tipos del exquisito grano y pastelillos para el acompañamiento.
Y... aún hay más, así es que los futuros inquilinos de los encantadores departamentos del pasaje San Carlos no tendrán ningún problema para alimentarse deleitosamente.