Ť Fue izada la bandera panameña en el mismo lugar donde estuvo la de EU
Alegría popular por recuperación del Canal
Stella Calloni, enviada, Panamá, 1o. de enero Ť Cuando terminó el conteo regresivo para que exactamente a las 12 del día viernes fuera izada la bandera de Panamá en el mismo mástil donde hasta hace dos días estaba la de Estados Unidos, miles de panameños mayoritariamente del Partido Revolucionario Democrático (PRD), derribaron las vallas que el gobierno había colocado para evitar el acceso de la multitud del acto protocolar y subieron por las laderas del cerro donde está enclavada la Administración del Canal.
Fue un momento único en el acto más trascendente en todas las celebraciones de fin de año en América Latina. Un país pequeño con poco más de 2 millones de habitantes, con una situación geográfica privilegiada que lo convirtió en víctima del colonialismo a partir de 1903, lograba el control soberano en todo su territorio.
Desde que Panamá se independizó de Colombia --y casi en el mismo acto se firmó en Washington el brutal tratado a perpetuidad de 1903 entre un aventurero como el francés Philipe Buneau Varilla, apoderado de los despojos de la compañía francesa que fracasó en su intento de construir la vía interoceánica, y el secretario de Estado estadunidense John Hay--, se puso al país bajo control colonial.
Desde entonces ocurrieron constantes rebeliones, que como otros hechos importantes para el pueblo panameño fueron ignorados en muchas historias que se escriben en la región centroamericana.
El dominio colonial en The Canal Zone iba mucho más allá de la ocupación territorial al establecer Estados Unidos una red de bases militares en el estratégico Comando Sur, que sirvió para un temible control del Pentágono sobre toda Latinoamérica.
Eso terminó el viernes, aun con las lógicas incertidumbres que surgen de lo que aquella relación planteó y continuará planteando, debido a las nuevas estrategias de Estados Unidos para su control en América Latina en los tiempos globales.
Fue visible el frío protocolo del actual gobierno para una ceremonia de tal magnitud, y la actitud de miles de panameños (que reivindican al general Omar Torrijos, quien firmó los tratados en 1977 con el ex presidente Jimmy Carter) le dio el protagonismo popular del histórico acto a la oposición.
"Ni siquiera la invasión de diciembre de 1989 pudo terminar con el torrijismo", era el lema de los jóvenes.
Fue también una curiosa devolución territorial por vía diplomática, pero en circunstancias donde el gobierno de Estados Unidos tiene a buenos amigos en el poder y los planes sobre el botón que significa la zona a nivel económico, crean infinitos temores que ayer, sin embargo, fueron olvidados momentáneamente por el festejo.
Nadie dejó de recordar la larga lucha de este pueblo, ni a sus cientos de mártires. A todo lo largo del camino en la ex zona se podían ver durante la marcha, organizada por el PRD, pequeñas cruces de madera con carteles en los que se leían los nombres de los mártires de las distintas rebeliones, de las víctimas de la invasión estadunidense de diciembre de 1989 y también de todos aquellos trabajadores, intelectuales y negociadores que hicieron de la independencia total su objetivo de vida.
Por eso cuando los manifestantes llegaron ante las vallas de red anaranjada que se instalaron desde lo alto del cerro, donde está el edificio de la Administración del Canal, la sorpresa y la indignación hicieron prever que en algún momento iban a ser derribadas.
Era inconcebible para todos que el gobierno hubiera colocado vallas como las que usaban los ocupantes, y más aún en un día tan esperado y tan simbólico.
La presidenta Mireya Moscoso no pudo contener un gesto de temor cuando la multitud, feliz y desbordada por la alegría y la emoción, trepó por las laderas resbaladizas del cerro bajo una lluvia pertinaz.
Hubo abrazos, llantos y baile, que era amenizado por una orquesta popular que tocaban los ritmos de una música que fue el mejor ejemplo de la resistencia cultural que prevaleció a lo largo de este siglo.
Nadie se explica cómo la señora Moscoso, después de su primer fracaso político desde que está en el gobierno luego de que el ex presidente Guillermo Endara, que ella designó como juez, debió declinar el nombramiento ante la resistencia de la oposición en la legislatura, cometió lo que los analistas consideran dos errores serios: asistir sola al momento en que un funcionario estadunidense arrió en soledad la bandera de su país y, luego, poner aquel vallado precisamente el día de la recuperación definitiva del territorio.
Pero el día terminó en paz: no hubo violencia y en esos momentos se pudo ver al pueblo subiendo hasta colocarse cerca del mástil con la bandera panameña, así como la marcha de los ex alumnos del Instituto Nacional y el concierto de cantautor panameño Rubén Blades, que durante dos horas mantuvo el ritmo de aquella alegría contenida por tanto tiempo y en territorio definitivamente recuperado, que fueron los verdaderos actos centrales de la celebración que no fue opacada por la pertinaz lluvia.
Blades, como otros, no pudo contener el llanto cuando al final interpretó aquellas canciones que formaron parte de toda la lucha y la resistencia, y cuando invitó a los negociadores y a otras figuras muy representativas a subir al escenario, donde además lo acompañaron los músicos más populares con sus canciones típicas.
Un vistazo sobre todos los miles de rostros, desde los más jóvenes hasta de los antiguos luchadores independentistas, mostraba las mismas lágrimas que rodaron por el rostro de Blades.
Como símbolo estaba allá un grupo de puertorriqueños con su bandera, que pedían el desminado de las ex bases estadunidenses. Ellos, juntos a chilenos, argentinos, bolivianos y de otros países que llegaron en pequeños grupos, bailaron y también lloraron de emoción por esa independencia que era, finalmente, de todos.