La Jornada domingo 2 de enero de 2000

Marco Rascón
El siglo, el tiempo y el hombre

Si el hombre inventó contar el tiempo, hizo también el milenio y marcó arbitrariamente el siglo. La simple fecha, celebrada sin modestia, es por tanto la confirmación de nuestro egocentrismo humano, que luego la geología y la astronomía se han encargado de ubicar en el tiempo real de la Tierra y en el espacio infinito del universo para recordarnos nuestra infancia y nuestra brevedad en la Tierra. Es decir, que la unión del tiempo y la humanidad por más de 10 mil años podría ser un hecho fortuito si la inteligencia humana sigue avanzando hacia su autodestrucción.

La dificultad filosófica para cargar el pensamiento y la razón hizo que el hombre inventara a Dios, pues es difícil cargar con tanta soledad y pequeñez frente al tamaño del espacio y el tiempo, y frente a la complejidad de la materia en tan acelerada transformación.

La razón egocéntrica nos hizo milenaristas y medidores del tiempo, porque al fin y al cabo necesitamos trascender como especie. Por otra parte, hasta reivindicamos las guerras y la destrucción de la naturaleza como expresiones de la inteligencia humana. Poderlo todo es la consigna.

La tecnología nos acerca a este poder, aunque en su búsqueda y evolución dinámica de las formas se hayan estancado las relaciones humanas en la injusticia. Por eso, nada más exacto en la historia que el concepto de la lucha de clases como el motor de la historia humana verdadera y sus instituciones milenarias como la familia, la propiedad privada y el Estado, que marcan la organización social y por tanto, limitan el desarrollo humano.

El siglo empezó con el hombre por delante y la técnica atrás. La ideología, el pensamiento humano y científico se convirtieron en huracán y sacudieron al planeta con la Revolución Mexicana, y la Rusa; siguió el primer reparto del mundo hasta los Tratados de Versalles y luego el periodo crítico de los límites del capitalismo que estalló en Alemania y en España. Contra el nacionalismo de los países imperialistas, los pueblos aspiraban a la solidaridad universal y la fraternidad. El trabajo era concebido como el valor supremo y por lo tanto, el proletariado y hasta los parias sin trabajo eran fuertes, porque eran la base del valor y la riqueza de las naciones.

El internacionalismo era la unión en torno al valor del trabajo, y por eso en la primera mitad del siglo o se dinamizaban las relaciones de producción o había que convertir a esa fuerza en carne de guerra. 50 millones de muertos costó la Segunda Guerra Mundial para beneplácito del capitalismo, pues de ahí se consolidó la injusticia en el mundo y la confrontación Este-Oeste que durante más de cinco décadas determinó la historia mundial, que luego se convertiría en la Norte-Sur que ahora impone la globalización y el neoliberalismo en los que las leyes salvajes de la oferta y la demanda sustituyeron tajantemente al trabajo como el valor más importante en las sociedades.

Derrumbadas las estructuras de Estado (socialismo real) del primer ensayo humano socialista, el "presocialismo" como se le conocerá en el siglo XXI y que estuvo determinado por la competencia capitalista, la especie humana enfrenta al final del siglo XX el crecimiento de las religiones como el gran fenómeno, ante el estancamiento de la justicia humana. El crecimiento de las religiones se explica luego de la reversibilidad de lo que se consideraba un estadio superior en la dialéctica histórica y las relaciones humanas y porque de la tierra y del hombre no puede venir nada, si el hombre ha fracasado ya para crear sociedades justas. Por eso, para la fe religiosa sólo queda Dios como la salvación del hombre, porque el hombre es y seguirá siendo el lobo del hombre.

Queda también pendiente a definirse en el futuro, el valor, el servicio y los perjuicios del poder, como el otro gran valor en el mundo del fin de siglo. Hubo poderes que sucumbieron como en la Unión Soviética y los países del Este; poderes que sometieron a otros como los de Estados Unidos y las siete potencias que rigen la economía del mundo; poderes en expansión como el de China y poderes y ejemplos que sirvieron para defender a otros pueblos y con ideas y convicciones, con aciertos y errores, como Cuba y su Revolución para América Latina.

ƑMorirá el marxismo en el siglo XXI o habrá un nuevo impulso a la ciencia del hombre? ƑCambiará el hombre o sólo las circunstancias? En la mezcla del tiempo y la memoria está la clave.