Carlos Bonfil
Microcosmos
La historia de la realización de Microcosmos (Microcosmos, le peuple de l'herbe) es tan fascinante como el material filmado. Al cabo de 15 años de investigación, los biólogos franceses Claude Nuridsany y Marie Perennou ųautores de varios libros de divulgación científica, orientados esencialmente al campo de la entomología (estudio de los insectos), y realizadores de programas de televisión sobre ese mismo temaų deciden realizar en tres años una película semidocumental, una "ficción natural", sobre la vida cotidiana de lo que ellos llaman el pueblo de la hierba. La dificultad principal consistía en interesar a los productores, entre los que figura una cadena de televisión suiza, en una propuesta poco comercial, poco rentable, alejada de lo que se supone debe seducir al público de cine y televisión. Microcosmos es una película sobre insectos sin una voz en off, sin las explicaciones de rigor en reportajes de National Geographic o de Animal Planet, pero dueña sin embargo de un sólido punto de vista. Apenas se escucha un breve comentario sobre las estaciones del año, y lo que sigue ųsetenta y cinco minutos de imágenes deslumbrantesų le deja al público toda la libertad de elaborar sus propias reflexiones, de establecer sus propias analogías, sobre la increíble similitud entre la conducta humana y el comportamiento de los insectos.
En los años sesenta, un documental, El mundo sin sol (Le monde sans soleil, 1964), de Jacques-Yves Cousteau, propuso una exploración notable del mundo submarino, con incursiones inéditas en las profundidades oceánicas y con las revelaciones de una fauna cuyo comportamiento en parejas, o en grupos, apenas era conocido. Lo interesante de aquella cinta era su modo de derribar los lugares comunes acerca de las conductas de algunos animales, sobre su apareamiento y su supuesta vocación depredadora, y ofrecer paralelamente imágenes novedosas y coreografías caprichosas de la flora marina. Los realizadores Nuridsany y Perennou intentan en Microcosmos algo parecido tres décadas después, y con una tecnología sofisticada y con lentes microscópicos de alto poder, penetran en el mundo de las especies diminutas, el territorio de los insectos que en medio de la hierba o en la intemperie del asfalto cotidianamente sobreviven a cataclismos apenas imaginables para el género humano. Microcosmos muestra, por ejemplo, con el apoyo de una sobresaliente banda sonora, la labor de las hormigas, el efecto destructor de unas gotas de lluvia, descomunales en la pantalla, y la paciente reanudación de la faena, a cargo de los insectos sobrevivientes. El combate de dos escarabajos adquiere las proporciones de un encuentro titánico entre dinosaurios, todo ello por debajo de una vegetación discreta para el ojo humano, pero amazónica bajo la lente de los camarógrafos Hughes Ryffel y Thierry Machado. Una escena formidable: la construcción que hace una araña bajo el agua de una gran burbuja de aire que le servirá de morada. Hay también efectos sorprendentes en un desfile casi militar de orugas, o momentos de lirismo en el acoplamiento sensual de dos caracoles. Microcosmos captura igualmente la interacción constante del mundo animal y el vegetal, como en la escena en que unas flores llamadas "sabias" con toda naturalidad inclinan sus tallos para depositar su polen sobre las abejas.
Es tal la elocuencia de estas imágenes que el espectador no siente la necesidad de una explicación de lo que tiene ante sus ojos. El propósito de los realizadores es justamente elaborar una visión plástica a partir del mundo natural, y señalar su riqueza visual intrínseca, tan cerca de nosotros y a la vez tan poco conocida. Los documentales educativos, las fantasías computarizadas de Walt Disney ofrecen a su vez su propia visión de este universo de insectos. El caso de Microcosmos es distinto. Nuridsany y Perennou proponen una sinfonía fantástica en que la imaginación visual y una astuta selección de sonidos ambientales crean una atmósfera misteriosa. La vida de los insectos se ve así dotada sorpresivamente de sensualidad y poesía, como si de algún modo se le sugiriera al espectador de fin de milenio el repertorio de las imágenes y sonidos más primitivos de nuestro planeta.