Ť Una muestra de ese trabajo permanecerá hasta el 9 en la galería de la UAQ


La gráfica, faceta de Tamayo poco difundida

Norma Avila Jiménez, especial para La Jornada Ť Durante los coloquios de Coyoacán con Rufino Tamayo, realizados en 1956, este artista oaxaqueño afirmó: ''No creo en la inspiración. Hay que ejecutar el oficio como un artesano. La técnica se enriquece con el trabajo manual, con el dominio y la habilidad de la mano que maneja el pincel''. Ese planteamiento lo llevó al máximo, lo fundió con las formas y los colores del pasado plástico mexicano ųcomo él mismo lo decíaų, y con su asimilación del mundo contemporáneo, para producir su arte pictórico y obra gráfica.

Esta última, desafortunadamente, no ha sido tan difundida como la primera. Por ello, cuando surge la oportunidad de admirarla, no hay que pensarlo para ir a apreciar su hábil manejo de las tintas en la litografía, así como el resultado de su espíritu innovador vertido en su invento gráfico, la mixografía. El año pasado, como un homenaje más por el centenario de su nacimiento, la galería Arte Contemporáneo, de la Universidad Autónoma de Querétaro, inauguró una muestra representativa, que permanecerá hasta el 9 de enero del 2000, de esa prolongación que de la pintura hizo Tamayo.

La conforman, entre otras obras, ocho de las diez litografías que el artista realizó entre 1989 y 1991 para festejar su 90 aniversario. En Luna llena, litografía a cuatro tintas de esa serie, están presentes los latidos cardíacos de sus lienzos Terror cósmico (1954) y La gran galaxia (1978), esto es, está enfatizado el hombre que aún siendo el centro del universo, se encara ante un infinito que le causa vértigo, pánico, pero que al mismo tiempo quiere escudriñar, tocar.

La figura selenita vuelve a observarse, en la litografía Perro ladrando a la luna, realizada en 1988. Pero además de verse en el cielo, la Luna se ve en la tierra. ƑCómo es eso? Los antecedentes están en su lienzo Tierra erosionada (1972), en el que Tamayo proyecta su asimilación de lo que sucedía en la historia de la humanidad: en diciembre de 1968 la nave Apolo 8 orbitaba alrededor de la Luna y esas imágenes, que mostraban las montañas y los cráteres de nuestro satélite, dieron la vuelta al mundo. Esa rugosa cara lunar es la que está plasmada en la citada obra, aun cuando al fondo se ve una especie de volcán, que obviamente no existe en ese cuerpo celeste.

Tal vez sea aventurado señalar que hay semejanza entre el suelo de Tierra erosionada y el suelo lunar; sin embargo, el interés continuamente mostrado por este artista por el cosmos y lo que sucedía en el ámbito de la era espacial, llevarían a plantear esa tesis. En 1971, el maestro oaxaqueño subrayó a Francisco Zenteno, en ese entonces funcionario de la UNESCO: ''Hace algunos años en mis cuadros aparecían algunas imágenes premonitorias de los vuelos espaciales que pronto serían una realidad. Pintaba ráfagas de luz entrecortadas como las secciones luminosas de las etapas de los proyectiles espaciales.

''Estamos pasando momentos en que se operan múltiples cambios, aun en las artes. La vida está cambiando y esto afecta al artista, porque él siempre refleja la vida. Las artes deben corresponder a su época, Si nosotros no somos actuales, estamos viviendo en el error''.

Ese mismo año, en una entrevista publicada en Excélsior, declaró: ''Estamos viviendo una época de realidades absolutas. Esto es un hecho real. Antes se hacían teorías pero no había manera de confirmarlas. Hoy es diferente y el viaje a la Luna nos lo está comprobando''.

Ese suelo rugoso de Tierra erosionada está en la litografía Perro ladrando a la luna. Además, el animal, esa fiera que se queda anclada en la tierra y no lucha por alcanzar lo imposible, no podía estar fuera de una exposición tamayesca.

Producto de su laboratorio de ideas, la mixografía Sol y Luna, realizada en 1990 en placa y papel y que incluye pedacitos de tela, es otra de las piezas cósmicas conformantes de dicha exposición. En ésta, Tamayo aprovechó genialmente la técnica de grabado que creó para realzar los montes y hundir las depresiones de nuestro satélite, que sonríe coquetamente al Sol, estrella que irradia felizmente su color amarillo, todo ello, dentro de una atmósfera de humor refinado.

Eva, con ese rostro de perfil como cortado por un hachazo, forma tomada del arte prehispánico, constante en las figuras de Tamayo, con un fondo azul y la Luna, su vigilante; Adán, acompañado del Sol, sonriente como sus hombres felices, y uno de sus enigmáticos Hombre en negro son otras de las obras mostradas, las cuales dejan ver, una vez más, por qué Octavio Paz escribió en el libro Rufino Tamayo que un cuadro de este autor ''no es una representación ni un conjunto de signos: es una constelación de fuerzas''.

(Las declaraciones de Tamayo incluidas en esta nota fueron tomadas de los libros Textos de Rufino Tamayo, de Raquel Tibol, y de Rufino Tamayo. Una cronología (1899-1987), de Alanís y Urrutia).