La Jornada sábado 8 de enero de 2000

Dolores Padierna
Carlos Salinas llegó para quedarse

Nadie duda de las profundas diferencias y la ruptura del orden estructural que existen al interior del aparato del Estado, sobre todo entre dos importantes expresiones de mando distanciadas después de los sucesos devaluatorios de 1994. Nos referimos al grupo de Carlos Salinas de Gortari y al de Ernesto Zedillo Ponce de León.

Esta fractura y el avance democrático de nuestro país han colocado al PRI al borde de la derrota que daría paso a la alternancia en la Presidencia tantas veces aplazada por su increíble capacidad maquiavélica para reconstituirse en los momentos más complicados para su existencia política como son los actuales.

El ex presidente Carlos Salinas vino a formalizar un pacto político con Ernesto Zedillo; llegó a México para quedarse e iniciar una campaña de reposicionamiento en la opinión pública que revierta el sentimiento de repudio de la sociedad mexicana. Lo llevará a cabo mediante su próximo libro del que hará sendas presentaciones acompañadas de un despliegue monumental de medios y el Estado de su lado limpiando su imagen.

Salinas desea reincorporarse a la actividad política dentro del país, abandonar su autoexilio y tomar parte en las principales decisiones de su partido. Ernesto Zedillo, a cambio, podrá preparar la sucesión con relativa tranquilidad.

Hace unos días el secretario particular de la Presidencia, el señor Liébano Sáenz, recibió en Los Pinos a los representantes de Carlos Salinas y comenzaron a formalizarse los acuerdos. También acudió Emilio Gamboa Patrón en visita furtiva con Salinas en Acapulco, lo cual habla de los preparativos para una reconciliación entre ambos y de su firme convicción de llegar a resoluciones firmes para no fracturar al PRI, por lo menos durante la contienda electoral.

Lo más importante para ellos es cerrar todas las pinzas y evitar la división interna; y pese a la retórica antisalinista de Francisco Labastida y sus asesores, han llegado a la conclusión de la necesidad de pactar con Salinas y juntos emprender una manipuladora campaña "antineoliberal" donde tengan cabida las propias explicaciones del salinismo, principal exponente del neoliberalismo en México. Así está planteado el discurso central de Labastida Ochoa, cuyos textos se preparan como si perteneciera a la izquierda moderna, y en los que se retoman varias tesis de la oposición y algunas de sus banderas, en un intento de adecuarse a los nuevos requerimientos de la ciudadanía y tomar la iniciativa política, al mismo tiempo que pactar la transición desde una posición hegemónica.

Curiosamente, el equipo de Roberto Madrazo también recobró sus acercamiento con integrantes del equipo salinista; el enlace ha sido justamente Emilio Gamboa, principal orquestador de la coalición entre Labastida y el gobernador de Tabasco.

Saben perfectamente que la unión interna entre las distintas fracciones del PRI es condición sin la cual, dadas las circunstancias tan peculiares de la contienda del 2000, el partido oficial no podrá repetir ningún triunfo.

La visita de Salinas de Gortari a México obedece a un definitivo intento de restauración priísta, cuya fragilidad es indudable, pero también sus ansias de sobrevivir a la batalla electoral en puerta que se les presenta como la más difícil de su historia.

Salinas llegó para quedarse y detrás, oculto cual es su costumbre, está la mano de José Córdoba Montoya, quien tiene el máximo interés de seguir operando en México y buscar hegemonizar a los dos equipos, ahora en pugna, pero con los que guarda vínculos poderosos, tanto con Salinas como con ZedilloųLabastida.

La estrategia priísta tiene todas las huellas de Córdoba, quien considera que la elite define todo en materia política, si está sólida, si no se fractura, si se cohesiona entonces se impone y se apropia de todos los hilos del poder. Las masas, en su concepto, no importan y no tienen otra alternativa que aceptar los designios de las elites.

Paradójicamente, al interior del sistema político priísta, los estrategas avizoran tal nivel de riesgo que han requerido, incluso, del apoyo del salinismo para conformar una elite concentrada y sólida que permita conservar su dominio. Eso es lo que en estos momentos se está cocinando al interior del PRI y tales son las verdaderas razones de la visita de Carlos Salinas, quien llegó para quedarse.