La Jornada sábado 8 de enero de 2000

Luis González Souza
El mundo a la mitad

No nos gusta hablar de asuntos personales. Nuestros lectores (cuando los hay) lo saben muy bien. Hay ocasiones sin embargo en que hablar de uno mismo es inevitable y tal vez hasta saludable. Espero no equivocarme al seleccionar ésta como una de esas ocasiones.

Resulta que en nuestro caso, el cambio de año, de siglo o de milenio sí se dejó sentir en serio. Ahora ya sólo vemos la mitad del mundo. Y nos sentimos obligados a decirlo, sobre todo para que el lector tenga la oportunidad de actuar en estricta reciprocidad: creer sólo la mitad de lo que en adelante diremos, leer sólo la mitad de lo que escribimos o, en fin, leerlo con un parche en el ojo de su preferencia (en este último caso, prometemos no denunciar el delito de piratería).

Ni escoger el ojo bueno, pudimos nosotros. La trombosis ocular (o algo así) que alguien nos regaló cerca de la pasada Navidad, ya traía instrucciones completas: apagón al parecer irreversible del ojo derecho, con el que mejor veíamos (lo poco que de por sí veíamos). Idealistas irredentos, no nos queda más que desempolvar el siempre reconfortante dicho: "No hay mal que por bien no venga".

Tal vez la media vista con que quedamos propiciará una doble agudeza en lo que vemos. O es probable que el ojo sobreviviente sea justamente el acostumbrado a enfocar la mejor mitad del mundo. Es decir, la mitad correspondiente no a los odios sino a los amores. La mitad de la paz y de la cooperación, no la de los agandalles y las guerras. La mitad "sureña" del mundo, que es donde fluyen los sueños más prometedores, simplemente por ser ésa la mitad más urgida de cambios. Y por supuesto, la mitad correspondiente al género femenino: más que nada, porque su decisión de seguir procreando es quizá el mejor testimonio de una humanidad aún merecedora de mucha fe.

Para ser honestos, todavía no estamos seguros de que el ojo salvado sea el que mira la mitad más luminosa y visionaria del mundo (šun pirata hablando de visión y de luminosidad!). Al menos en nuestro mundo más cercano, que sigue siendo México, lo que más tiende a (medio) verse no es de lo más gratificante.

Lo primero que lastima la vista es la nueva escalada guerrerista en Chiapas. Arropada en un provocador Plan Milenio, ahora esa escalada ni siquiera respeta las ilusiones renovadoras o milenaristas de muchísima gente. ƑCómo es posible que a seis años del sacudimiento nacional e internacional logrado por la insurrección zapatista, el bloque dizque gobernante de México no atine más que a reciclar la política (sic) del guerrerismo? ƑAcaso ya está en cero, o en menos cinco, su capacidad de aprendizaje? ƑEl espejo colombiano no sirve de nada? ƑTodavía se confunde al zapatismo con viejos movimientos: armados o no, "marxistas" o tampoco?

Esa lastimadura del racismo-guerrerismo sigue opacando (al menos en nuestra opacada óptica) a las miradas más alegres, ahora febrilmente encandiladas por las históricas (Ƒ?) elecciones del 2000. Y es que resulta muy difícil entusiasmarse con un proceso electoral en el que todo brilla, menos las propuestas de solución a los principales problemas del país. Y esto ocurre hasta con el tema Chiapas, en cuyo fondo subyace el debate de toda la nación: ƑNación vieja o nueva?, Ƒnación aún racista o por fin multicultural?, Ƒnación eternamente malformada o finalmente en verdaderas vías de desarrollo?, Ƒnación cada vez más desnacionalizada, o con una soberanía revigorizada desde abajo, desde las raíces culturales de los primeros mexicanos? En fin, Ƒnación militarista y a lo sumo democrática en la epidermis, o nación profundamente democrática: otra vez desde abajo, desde comunidades indígenas tan pujantes como autónomas?

Lo oscuro del horizonte electoral se torna negro con dos o tres amagos que se alimentan mutuamente: la reactivación del voto del miedo (Chiapas 1994), la adición de un voto cacerolero (reclamos de mano dura por lo pronto en torno a la UNAM) y el regreso del carro completo a favor del viejo, viejísimo régimen priísta.

Ojalá que esa oscuridad sólo obedezca a deficiencias oculares. En todo caso, prometemos ver mejor el lado luminoso de nuestra realidad y, sobre todo, redoblar esfuerzos para acabar con la ceguera de los poderosos.

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