La Jornada domingo 9 de enero de 2000

Antonio Gershenson
ƑY2K?

Estos tres caracteres: Y2K, provienen de una forma abreviada de escribir en inglés año 2000. Pero han adquirido un sentido más específico: los problemas derivados del hecho de que las computadoras y los programas diseñados para operar en ellas, en muchos casos, se elaboraron con una visión de corto plazo y usando sólo las dos últimas cifras del año.

Por esa razón, cuando pasamos del año 1999, registrado en estos casos sólo como 99, al año 2000, registrado como 00, las computadoras pueden registrar que se regresó al año 1900. Un problema relativamente menor en la mayoría de los casos, aunque mayor cuando se trata de un sistema complejo de cómputo, consiste en que se confundan estas fechas. Otro, que puede resultar mayor, es que la computadora se trabe, deje de funcionar, por encontrar una situación "prohibida" en la programación.

Este posible problema llegó a ser exagerado al punto de convocar casi a situaciones de emergencia nacional. A la hora del asunto, en estas páginas se confirmó que los problemas que subsistieron eran verdaderamente menores y que lo que sí resultó fue un formidable negocio para los fabricantes de computadoras y de los programas para las mismas.

Los dispositivos de emergencia ante el Y2K superaron, en muchos casos, a los que se han adoptado ante verdaderas catástrofes como los terremotos o huracanes que han causado más daños. El dinero gastado en la empresa de prevenir los efectos de este problema está fuera de proporción con lo que se ha gastado en fenómenos de la naturaleza como los mencionados.

Tal vez una de las injusticias de este asunto es que los grandes beneficiados fueron los que causaron el problema: las empresas que, con su imprevisión y su interés por las ganancias a corto plazo, ignoraron las consecuencias posteriores de sus acciones. En realidad ese dineral, 250 o 350 mil millones de dólares, según los cálculos en los que nos basemos, se les debió, o se les debe de cobrar a los que causaron el problema, en vez de premiarlos con ese mismo monto en pedidos de bienes o de servicios que no hubieran sido necesarios sin esa imprevisión.

Tal vez, cuando pase el momento de la sorpresa, en algunos países se verán aludes de demandas contra estas empresas por los daños causados por su imprevisión, y especialmente en productos con garantía vigente. Esos daños no son, como se sugirió, el que casi casi se acabara el mundo, pues en ese sentido no pasó casi nada. Los daños son los gastos gigantescos que se tuvieron que hacer para reparar o prevenir los costos de una falla ajena, de una falla de quienes resultaron ser los grandes beneficiarios de este "terremoto" virtual. *