José Antonio Rojas Nieto
El precio del petróleo para el 2000
A propósito de la modificación que el Congreso hizo del precio base proyectado por la Secretaría de Hacienda para la elaboración de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos (16.50 dólares en lugar de 16 dólares por barril), conviene recordar dos hechos que en estos momentos le dan un perfil distinto al mercado petrolero de hoy: recuperación de la demanda y control de la producción.
La demanda se está recuperando de manera significativa. El crecimiento anual de los trimestres tercero y cuarto de 1999 respecto a 1988, superó ya el uno por ciento, luego de haber mostrado antes tasas negativas o muy bajas. Sobresale la recuperación de Japón y de los países emergentes de Asia, que luego de la severa caída de 1999, registran ya importantes crecimientos en su demanda de crudo: luego de caídas en 1998, en el cuarto trimestre de 1999 en Japón (7.5 por ciento de la demanda mundial de petróleo) el consumo creció casi 5 por ciento; y en Corea por encima de 6 por ciento. En el caso de los países en desarrollo (30 por ciento de la demanda mundial de crudo) --sumergidos ya en una dinámica de recuperación del precio de algunas materias primas--, el aumento de su demanda de crudo superó ya los 600 mil barriles diarios en 1999 y se espera por encima del millón de barriles en este año 2000. En Estados Unidos y Europa Occidental (45 por ciento de la demanda) el consumo varió menos drásticamente, y en estos meses lo hace a una tasa media anual de 2 por ciento. Globalmente la demanda trimestral crece ya a un volumen medio diario cercano al millón de barriles, y las previsiones para este año estiman un incremento mayor a los dos millones de barriles al día, 3 por ciento de crecimiento. La demanda, entonces, está recuperándose y en algunas zonas como el Medio Oriente y Asia, de manera impresionante.
En segundo término, el control de la producción ha sido un éxito. Incluso, se piensa ya que sobre la base de una demanda en plena recuperación y unos inventarios con uno de los niveles más bajos de los últimos seis años (740 mil barriles de crudo y un millón cuatrocientos de productos en 1999, a diferencia de 795 mil barriles de crudo y un millón 575 mil de productos en 1998), se podrán elevar un poco las plataformas de producción, hecho que será punto central de discusión en la reunión que en marzo tendrán los miembros de la OPEP y, seguramente unos días antes, Arabia Saudita, México y Venezuela. Lo cierto es que en estos días Noruega, por un lado y México y Venezuela por el otro, han ratificado su intención de mantener una actitud abierta para el control de la oferta de crudo en estos momentos de recuperación del mercado.
Precisamente con estos elemento la Agencia Internacional de Energía (IEA), Petroleum Intelligence Research Associated (PIRA), Standard and Poors & Data Resources Integrated (DRI), Natural Resources Canada (NRCan), Ciemex-WEFA y el escenario de referencia del Departamento de Energía de Estados Unidos (DOE), proyectan una elevación de entre tres y cuatro dólares en el precio del crudo en el año 2000, respecto a su nivel de 1999, aunque ciertamente un leve descenso después. Ahora bien, los especialistas del Gas Research Institute (GRI) y en el escenario más bajo del DOE, proyectan uno y uno cincuenta dólares por barril de aumento. Simplificando un poco, porque no es cierto que se mueven de la misma manera los precios del Istmo, del Maya y del Olmeca, para la mezcla mexicana de exportación esto significa un precio medio de entre 18.60 y 19.60 dólares por barril en el primer caso y de entre 16.60 y 17.10 dólares en el segundo.
En el presupuesto aprobado, la base de determinación de ingresos y egresos fue de 16.50 dólares por barril para la mezcla mexicana. Si consideramos las proyecciones especializadas, se trata todavía de un nivel modesto incluso bajo. Precisamente por ello no ha lugar la acusación de irresponsabilidad hacia el Congreso por haber aprobado 50 centavos de dólar más por barril como base del presupuesto, lo que corresponde a 285 millones de dólares. Ni está en esto la petrolización del presupuesto que sí, por cierto, es una característica de la actuación fiscal de este gobierno como ningún otro.
Por eso, a pesar de las limitaciones que con razón se han ido anotando respecto a la discusión del presupuesto en el Congreso, sería mejor acostumbrarse a una participación más activa y determinante de diputados y senadores en su definición, así como también a generar todas las condiciones técnicas y de apoyo para que esta participación sea, sin duda, cada vez más sustentada y atinada.