Teresa del Conde
ƑMenos es más? Museos
Esta nota es un comentario al artículo de James Oles, aparecido en diario capitalino el 5 de enero. La columna, muy leída, se titula El ojo breve. James Oles hace consideraciones que se deben tomar en cuenta, comenzando por la fecha del nacimiento de Cristo. Tuvo lugar, o bien 4 años antes de la era común (así llaman ahora a la era cristiana algunos historiadores) o šsetenta años después!, según Flavio Josepho. Claro que me estoy refiriendo al Jesús histórico, no al Cristo de la fe. Como quiera que sea nos regimos en Occidente por el calendario gregoriano y entonces resulta que sí nos encontramos en el 2000. Las reflexiones de James Oles se refieren a un proyecto muy discutido: el traslado del acervo de la Pinacoteca Virreinal de San Diego, abierta al público como tal en 1964, al Museo Nacional de Arte. El principal argumento que se esgrime para tal propósito es que el Munal contará con una infraestructura museística de primer nivel y que recibe un número considerable de visitantes, en tanto que la Pinacoteca atrapa pocos visitantes al día y lo que fue el exconvento, aunque remozado razonablemente, sigue presentando problemas. No estoy preparada, como sí lo están los arquitectos, para calibrar si esto último es irreversible o no, pero sí para hacer algunas consideraciones. La pintura del Virreinato tiene su público cautivo, siempre potencialmente susceptible de ampliarse y más ahora. Hay un número considerable de especialistas, mexicanos y extranjeros que se dedican casi exclusivamente a su estudio y catalogación. Don Manuel Toussaint, quien puso piedras clave para futuras investigaciones sigue vigente, y quienes fueron sus contemporáneos además de sus sucesores, han realizado considerables aportaciones que en todo momento se encuentran en proceso de revisión y afinación. Para el público en general, la pintura virreinal es primero obra religiosa y luego pintura. Sobre eso habría que abundar, porque hay cuadros que ofrecen interesantísimas connotaciones iconográficas aunque, la verdad sea dicha, muchas veces no son grandes pinturas y las hay incluso mediocres, repetitivas y carentes de otro atractivo que no se refiera al descriframiento de sus contenidos. En ese sentido es mejor que las piezas permanecieran en el recinto que hasta ahora las ha albergado, porque su estructura corresponde a la de un templo cuya construcción inicial es de fines del XVI. Su aspecto actual se corresponde con la segunda mitad del XVIII y presenta ya ciertos elementos neoclásicos. Resulta entonces idóneo para poder apreciar estas cosas en su contexto.
A mí me parece válido que se pretenda que el Munal se convierta en uno de los principales museos de América Latina, además de que todos los libros-catálogo que se han publicado durante los últimos años son no sólo de colección, sino de consulta indispensable. De lo que no estoy muy segura es de la conveniencia de añadir a las colecciones, que fueron consideradas como abreboca para otros museos de acuerdo con el proyecto inicial ųen el que activamente participó Jorge Alberto Manriqueų un contingente tan amplio de pintura del Virreinato. Lo digo porque si se inventarían como obra del Munal, habrá poca posibilidad después de que la colección crezca de otra manera, atendiendo proporcionalmente a las diversas áreas. Esto pudiera parecer irrelevante, porque habrá grandes y estupendas bodegas, pero si ahora la pintura del Virreinato del acervo de la Pinacoteca es visible casi en su totalidad, integrando un abanico que se abre a fines del XVI y termina a fines del XVIII, tal vez la evolución del Munal no permita en un futuro a mediano plazo lo mismo que la Pinacoteca facilita, y entonces la revaloración por parte de un público no necesariamente entendido en ella podría frenarse.
A esto se añade que los museos pequeños poseen siempre gran encanto. A mí me resultaron inolvidables tres visitas, la primera vez que las hice. Una tuvo lugar en Jerez, Zacatecas con el Museo López Velarde, la segunda corresponde al Museo de Sir John Soane en Londres y la tercera al Museo Romántico de Madrid, que es muy poco visitado, por cierto.
No obstante, el traslado de las obras de la Pinacoteca al Munal, quizá, si los hados son propicios, permitiría la creación en la primera del Kunsthalle (sala o galería de arte contemporáneo para exposiciones emergentes) que tanta falta hace. Desde mi punto de vista ese espacio resultaría muy bien para alojar un proyecto de tal tipo.