VENTANAS Ť Eduardo Galeano
El gallo
Hacia arriba lamía y hacia abajo escupía. Era, dicen que era, juez o recaudador de tributos o enviado del rey aquel adulón de los dueños de todo, que humillaba a los dueños de nada. Se llamaba Gallo, de apellido, y pisando pueblo decía:
ųDonde este gallo canta, los demás callan.
Durante años callaron los callados, hasta que un buen día asaltaron el palacete donde se ejercía el abuso, atraparon al abusón, le arrancaron las ropas y desnudo lo corrieron, a pedradas, por las calles.
Ocurrió, dicen que ocurrió, en la ciudad andaluza de Morón de la Frontera. Ocurrió, dicen que ocurrió, hace cinco siglos. Pero cualquiera que visite la ciudad puede ver a ese gallo desplumado corriendo todavía, y todavía la advertencia se escucha en toda España: que te cuides, tú, mareado por el poder o el poderito, que te vas a quedar como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando, en la mejor ocasión.