La Jornada sábado 22 de enero de 2000

 


* Guillermo Almeyra *

Ecuador: banco de pruebas

Los acontecimientos en Ecuador han provocado muy pocos comentarios y, en general, las conclusiones son esquemáticas, apresuradas. Los fenómenos sociales, en efecto, suelen ser mucho más complejos de lo que piensan los especialistas y, además, lo nuevo, que normalmente se presenta con ropas de lo viejo, no siempre aparece puro, cristalino. El ejército, en efecto, tal como la Iglesia católica, es sin duda un instrumento conservador y de dominación, un aparato verticalmente organizado. Pero ninguna de ambas instituciones es homogénea ni es inmune a la sociedad. Por eso, junto al verticalismo, hay rupturas horizontales y aparece la Iglesia de la Teología de la Liberación, ligada a los pobres, o aparecen los militares nacionalistas y hasta los que llegan a ser guerrilleros socialistas. Además, la cultura, el nacionalismo, la historia misma, tienen un peso enorme en la construcción de lazos entre los trabajadores y en la formación de una identidad y de un imaginario colectivo, opuestos a los de las clases dominantes (que, naturalmente, forman las jerarquías militares y eclesiásticas). Militar no es, por fuerza, sinónimo de gorila ni de ranger al servicio de Estados Unidos, y cura no es, por fuerza, sinónimo de embaucador y castrador del espíritu. Sobre todo en los países dependientes, donde el ejército no es igual al pru- siano (aunque trate de imitarlo, como en Chile) y la Iglesia no es la italiana.

Hay que remitirse a los hechos: en el Colegio Militar ecuatoriano, por ejemplo, se aprende quechua, al igual que inglés. Por supuesto, para poder dar órdenes y dominar a los soldados indígenas, pero el estudio de la lengua y de la cultura nativa tiene su efecto en la oficialidad y suboficialidad de baja graduación, al igual que en el bajo clero (Ƒal- guien recuerda la Revolución Francesa y la alianza de ambos con el Tercer Estado amorfo y confuso?). Además, el nacionalismo pesa fuertemente en un país que ha perdido continuamente territorio, arrebatado por Colombia o por Perú (por obra y gracia de las petroleras extranjeras) y que reivindica su carácter amazónico (y no sólo costeño o serrano). El recuerdo de la imposición externa es fuerte y va hasta la sociedad incaica, que impuso el quecha y sometió al territorio hoy ecuatoriano; ese recuerdo se une con la conciencia de que Ecuador está siendo utilizado como base para la guerra de Estados Unidos contra las FARC colombianas y como base para una amenaza contra la eventual radicalización del populismo nacionalista de Hugo Chávez en Venezuela. El nacionalismo pesa, por lo tanto, no sólo en el ejército sino también en los demás sectores sociales, con excepción de un puñado de cipayos de la oligarquía.

Además, la historia del populismo es muy grande y marca este siglo, con todas las presidencias de Velazco Ibarra e incluso con el gobierno militar nacionalista populista que lo derrocó (y que a su vez, como pasó en Perú con Velasco Alvarado y su sucesor Morales Bermúdez) fue derrocado posteriormente por otro golpe militar más conservador y pro oligárquico. No todo golpe dado con participación militar, por lo tanto, es un golpe sólo militar o una dictadura represiva (como lo demuestra, últimamente, el movimiento golpista venezolano contra el presidente Carlos Andrés Pérez, que hizo líder popular a Hugo Chávez). El nacionalismo de base, civil o militar, es por fuerza antimperialista, pues imperialistas son las compañías petroleras que amenazan la integridad del país. Y cuando --como con la paz con Perú-- la defensa nacional deja de ser el aglutinante , se rompe entonces la unidad entre los de abajo y entre las diferentes regiones y diferentes fracciones de las clases dominantes. Resurge así el separatismo de Guayaquil o de El Oro, la oposición entre sierra y costa, entre el sector predominantemente terrateniente y el comercial financiero.

A esta ruptura en las clases dominantes y en sus principales instrumentos de dominación (ejército e Iglesia) se une el hecho de que aquéllas carecen de herramientas mediadoras porque los partidos, salvo los de izquierda, no son tales, sino grupos de presión o bandas clientelares en busca de la conquista de los puestos de gobierno "donde hay" para "salpicar". Por el contrario, los sectores populares --sindicales o indígenas-- están fuertemente organizados y politizados, tienen una vieja tradición y se ven alentados por el proceso internacional (zapatismo, Colombia, Venezuela y por el indigenismo boliviano).

La Conaie, naturalmente, no es homogénea y hay en ella divisiones entre algunas etnias amazónicas y las del altiplano, pero su división es mucho menor que la de los otros sectores. Además, la Conaie actúa a la vez como grupo étnico, como centro político (partido que no es pero que actúa como tal) y como eje para la construcción desde abajo de un poder y un Estado alternativos. Ha participado en elecciones municipales y ha ganado municipios, que administra sin que entren en conflicto con las comunidades, construyendo espacios autónomos de poder (y alianzas con los mestizos lugareños, además de que en la Conaie indígena participan los negros y pobres de la costa). El partido electoral ad hoc de los indígenas y sus diputados son independientes y no han querido ni subordinarse a la izquierda, reunida en el Frente Popular (MPD) y en el Frente Patriótico (movimientos sindicales y Frente Unico de los Trabajadores), aunque sí aceptan unirse con ellos en pie de igualdad y sobre la base de sus reivindicaciones de restructuración del Poder Judicial y revocatoria del mandato del Ejecutivo y del Legislativo (que han acompañado con la ocupación del mismo). Los indígenas fueron además los artífices del derrocamiento de Abdalá Bucaram, el populista ex alcalde de Guayaquil, y, por lo tanto, la mano que sacó las castañas del fuego para los políticos sin base, como Jamil Mahuad. Y el Parlamento Popular que han convocado, con sectores militares y un obispo, se basa en la experiencia de los parlamentos populares regionales, comenzados hace tiempo en Oriente, a los que van los delegados de las comunidades y de los municipios, que después rinden informe de lo allí discutido a sus bases respectivas.

La Conaie crea así las bases para una unión nacional antiterrateniente, anticapitalista, antimperialista, interviniendo en la crisis de las fuerzas armadas y ganando a un sector de las mismas. Y también, como sucediera anteriormente en Bolivia, con la alianza entre la Asamblea Popular con funciones constituyentes y el gobierno nacionalista del general Torres, crean poderes locales y, por consiguiente, un Estado alternativo.

ƑQué tiene que ver todo esto con un supuesto llamado a la dictadura militar, con un supuesto corporativismo o incluso con una alianza entre las cumbres indígenas y las del nacionalismo clérigo-castrense? Las etnias tratan de romper los instrumentos seculares de dominación, de rajarlos, dividirlos, de ganar una parte y de reorganizar la sociedad sobre la base de la economía y del gobierno de los pobres. Mientras tanto, un sector de la oligarquía se somete al capital financiero internacional y abandona la soberanía monetaria y otro trata de dividir el país llamando a los militares a dar un fujimorazo.

Cuando los partidos no sólo pierden apoyo y contenido sino que también adoptan como marco para su acción el sistema y la política neoliberal, los movimientos sociales los remplazan como eje de la vida política, que no pasa ya ni por aquéllos ni por las elecciones sino por la constitución de poderes locales y la reconstrucción del Estado desde abajo. Eso quisieron los pobres venezolanos al votar por Chávez y su Asamblea Constituyente (que no responden totalmente a esos objetivos no explícitos pero claros). Eso está detrás de la alianza entre los indígenas, los trabajadores urbanos, los estudiantes mestizos, los indios y mestizos en uniforme que se enfrentan a la única oligarquía que, aún hoy, osa decir que desciende de conquistadores.

Ecuador es hoy un banco de prueba y una demostración más de la insoportabilidad del neoliberalismo y de la obtusidad de quienes, en nuestro países, pregonan la tercera vía que no funciona ni en Europa. ƑQué hará Estados Unidos? ƑCuánto durará esta experiencia? Aún no lo sabemos, pero lo que es cierto es que la misma tiene una importancia extrema, a la vez como señal clara del presente hasta ahora casi escondido y que pugna por salir a la luz y, por supuesto, de un futuro posible.