La UNAM: los días difíciles

 

* Alberto Aziz Nassif *

Es posible que durante los largos nueve meses de huelga en la UNAM no haya habido un momento más difícil como el que se presenta en estos días. El conflicto se alargó hasta el cansancio, rebasó todas las expectativas, llevó al país a acostumbrarse a vivir con la UNAM cerrada; los tímidos intentos de negociación fracasaron en un encierro de monólogos que paralizaron todas las iniciativas de solución. En este contexto salió Francisco Barnés y llegó otro rector, Juan Ramón de la Fuente. La nueva negociación llevó a rectoría a aceptar la mayor parte de los puntos del pliego petitorio del Consejo General de Huelga (CGH). La propuesta del rector se aprobó en el Consejo Universitario.

Hasta aquí el balance era positivo para los paristas, habían ganado; sin embargo, no lograron reconocer ese momento y entonces vino la idea del rector de hacer un plebiscito. En ese momento, la iniciativa política salió del control del CGH y pasó al espacio más amplio de la comunidad. Los paristas se opusieron al plebiscito y propusieron una consulta que no logró ser una alternativa. Los números del 20 de enero pasado fueron contundentes: la "mayoría silenciosa" fue de 180 mil 88 participantes: 87 por ciento avaló la propuesta del rector y 89.2 por ciento dijo sí al levantamiento de la huelga.

Durante el conflicto ha circulado la idea de que los paristas, que fueron mayoría al principio, se han despoblado hasta convertirse en una minoría. El plebiscito estableció con mucha claridad esta dimensión entre mayoría y minoría. La división interna en el CGH ha llegado a una crisis importante entre dos posiciones: los moderados aceptan los resultados del plebiscito, proponen levantar el paro y concentrar las energías en el futuro, es decir, en el congreso universitario, en la reforma de la UNAM; en cambio, los ultras descalifican los números, acusan al gobierno y a rectoría de una intentona represiva y están en desacuerdo con la propuesta del rector. Hoy los moderados llaman a discutir en asambleas por escuela el fin de la huelga el próximo 26 de enero; los ultras regresan otra vez a sus demandas y convocan a una nueva negociación.

Un fantasma que ronda el fin del conflicto es el del uso de la fuerza. Para un sector de la sociedad ya quedó establecida la opinión mayoritaria de la comunidad universitaria y, en consecuencia, se necesita terminar el paro y retomar las instalaciones. Algunos piensan que deben ser los mismos universitarios quienes recuperen el territorio; otros consideran que el gobierno tiene obligación de hacer el desalojo. Este paso es complicado porque una desocupación mediante la fuerza pública o sólo con la comunidad significaría un enfrentamiento violento, que puede generar escenarios indeseables. ƑQué tipo de costos puede traer este enfrentamiento y quién los asumiría?

El actual manejo político del conflicto universitario expresa que las posiciones más flexibles y negociadoras tienen hoy un amplio respaldo y consenso; los discursos intransigentes y duros, por el contrario, han perdido apoyo. Posiblemente durante los meses anteriores las posturas firmes del CGH, de no moverse ni un milímetro de su pliego petitorio, fueron un ingrediente que los llevó a ganar. Pero hoy, con una mayoría articulada y una agenda de reformas para un congreso, seguir con la intransigencia lleva al aislamiento. Todo indica que los moderados del CGH se van a vincular con las posiciones mayoritarias de la comunidad que quiere una reforma universitaria; en cambio, el sector ultra corre el riesgo de caer en la marginalidad y perder lo ganado.

La pregunta es cómo va a terminar el paro. Se pueden plantear tres preguntas que llevan a escenarios factibles y diferentes: Ƒhabrá un acuerdo parcial o completo de rectoría con los moderados y los ultras del CGH para levantar la huelga y pasar al congreso, sin un escenario de violencia? ƑHabrá un rompimiento interno del CGH, un aislamiento de la ultra, enfrentamientos limitados y costos bajos en la recuperación de las instalaciones? ƑHabrá una agudización del conflicto y ésta, a su vez, podría llevar a una prolongación incierta de la huelga y a escenarios de descomposición alta con violencia en donde puede pasar cualquier cosa? Estos son los días difíciles de la UNAM; el posible fin del conflicto afectará el alcance, la profundidad y el grado de consenso de la reforma universitaria. Concluir el paro mediante un acuerdo amplio posibilitará establecer una agenda de reformas urgentes en esa universidad; por el contrario, un final con enfrentamientos puede ser el preludio de otro conflicto. *