Chiapas: Ƒqué sigue?

* Enrique Calderón A. *

Si la transferencia del obispo Vera a Coahuila es una muestra de la capacidad de manipulación del gobierno, el homenaje de los indígenas a su tatic constituye un mensaje muy claro de su determinación, que no ha podido ser doblegada ni con el terror de la guerra sucia, ni con la dádiva perversa con la que el gobierno quiere ahora controlar a quienes más ha lastimado con sus acciones y omisiones.

La imposición de un obispo comisionado a destruir las semillas de libertad y justicia sembradas por don Samuel, pero también por un ejército de sacerdotes, de religiosas y de catequistas, constituiría un acto irresponsable, pero además destinado al fracaso, en cuanto esos hombres y mujeres valerosos allí siguen, en cuanto los indígenas mantienen su resistencia estoica, y ese es el significado de las festividades de esta semana en San Cristóbal.

Obstinado en sus errores, perverso en sus intenciones y prácticas, admirable en su capacidad para generar desinformación y caos, el grupo en el poder se propone para Chiapas una elección de Estado que, sin tomar en cuenta el desgarramiento de los tejidos sociales, utilizará sin pudor al actual gobierno de ocupación que protagoniza el señor Albores Guillén y aún podría utilizar el prestigio de los cuerpos del Ejército estacionados allí.

De triunfar en esa elección, lo que seguiría es previsible; el golpe final contra el Ejército Zapatista sería cosa de días, las comunidades indígenas que constituyen las bases de apoyo a los zapatistas serían destruidas y sus habitantes dispersados y perseguidos mediante operaciones silenciosas, que constituirían una operación de limpieza para asegurar el retorno a la normalidad, representada por el ambiente que privaba en los tiempos de Patrocinio o de Absalón.

Por ello, la candidatura de Pablo Salazar Mendiguchía constituye desde ahora un elemento fundamental de la lucha por un nuevo país, al iniciarse el siglo XXI. Gestada en el seno de la Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso de la Unión (Cocopa), la candidatura de Pablo Salazar es el resultado de un proceso de unificación de un amplio espectro de fuerzas democráticas que incluyen al PAN, al PRD, al PT, al PVEM e incluso a un sector del PRI, que ha rechazado las políticas de su partido considerándolas torpes e injustas.

Pero Salazar Mediguchía es mucho más que el candidato de una coalición de partidos; lo es también de una enorme sociedad civil que se mantiene ajena a los partidos, pero que ha estado activa para evitar la confrontación entre los indígenas y el gobierno local apoyado en los grupos paramilitares.

A partir de una encuesta realizada por la Fundación Rosenblueth, con el apoyo de Alianza Cívica de Chiapas entre el 15 y el 20 de enero, en la que se entrevistó a 850 personas en 13 municipios del estado, pudimos encontrar que con la confluencia de los partidos de oposición, la candidatura de Pablo Salazar supera en una proporción dos a uno a cualquiera de los posibles candidatos del PRI, incluyendo a Sami David, mientras que 55 por ciento de los entrevistados manifestó su rechazo tajante a votar por el PRI.

Ello es desde luego congruente con la pésima imagen de ese partido en el estado, la peor que tiene en todo el país. Por eso, el proyecto de ganar las elecciones estatales por parte de ese partido o es un sueño imposible, o un proyecto sustentado en el uso de las más sucias prácticas. Harán bien los partidos políticos en hacer a un lado sus diferencias entendibles, para apoyar sin reservas al senador Salazar Mendiguchía; harán bien las organizaciones civiles de unirse en esta gran batalla por Chiapas, que será por México. *