Renovar el diálogo

* Luis González Souza *

Todavía hay algo peor para México que una UNAM cerrada. Ello sería ųy ya comenzó a asomarseų una UNAM-polvorín o detonante de una represión generalizada en todo el país. Es decir, una UNAM cuyo cadáver serviría para alimentar no sólo a los mercaderes de la educación y a los promotores de la desnacionalización. También serviría para alimentar a las huestes del fascismo, con su vanguardia cacerolera cada vez más sedienta de mano dura... hoy en la UNAM, mañana en Los Pinos.

Sin embargo, aún podemos y debemos lograr una UNAM sólo revigorizada, sino catapulta de una genuina democracia a escala nacional. Una democracia que comience por garantizarle a todos el derecho (por cierto universal) a la educación. Una que ponga un alto a la racista y contagiosa idea de que no todas las personas nacieron para ir a la universidad. Primero que se abran sus puertas a todos y ya luego que cada quien decida, con su propio desempeño, si se queda o se va. También Hitler decía que no todas las personas nacieron para pensar, ni siquiera para vivir.

Para que la UNAM-catapulta nacional triunfe sobre la UNAM-polvorín fascistoide, se antoja indispensable comenzar por reconocer su caída en una marcha de absurdos. Una huelga que podría ser histórica, está a punto de convertirse en la puntilla de la UNAM. Un movimiento estudiantil portador de no pocas semillas de la nueva cultura democrática por todos tan cacareada, de pronto aparece atrapado entre alambres de púas, listas negras y casi el paredón para los disidentes. Un nuevo grupo de autoridades que por fin hablan de democracia, inician de inmediato el diálogo con el CGH y hasta recurren a un plebiscito, ahora están cerca de revivir los episodios más gorilescos, diazordacistas, de la UNAM. Por lo pronto, ya solicitaron y obtuvieron la entrada de la fuerza pública (švaya estreno de la de por sí cuestionable Policía Federal Preventiva!) a tres dependencias universitarias, el miércoles pasado.

De no frenar ese carnaval de absurdos, el final podría ser grotesco: la muerte real o virtual de la principal universidad de México y, para colmo, por la vía represiva, que es la más eficaz para estimular instintos dictatoriales de todo el régimen. De por sí tales instintos siguen mostrándose en matanzas como las de Aguas Blancas y Acteal, lo mismo que en la que guerra sin nombre contra los indígenas de Chiapas. Agregar una salida represiva al conflicto en la UNAM ųbastión de soluciones a través de la inteligenciaų sería como acercarle el machete a un descuartizador.

Por todo ello, resulta de la mayor importancia, no sólo resolver el conflicto en la UNAM, sino la manera de resolverlo. Ni México ni su mayor universidad están para soluciones represivas. De suyo ominosa es la amenaza de reciclar al régimen autoritario por la vía electoral del carro completo. De modo que urge afianzar el diálogo como la divisa para resolver toda suerte de conflictos, si en verdad deseamos concluir el tránsito a la democracia. Con mayor razón ha de afianzarse el diálogo en una institución como la UNAM.

Pero creemos que debe ser un diálogo renovado por lo menos en dos sentidos. Primero, en lo que atañe a los requisitos mínimos de confianza y respeto entre las partes. Al efecto las autoridades deben cumplir los acuerdos firmados en Minería el pasado 10 de diciembre. Por su parte, el CGH debe demostrar que no está irreversiblemente hegemonizado por conductas tan (auto)destructivas, que de plano parecen inducidas desde círculos antiuniversitarios.

Y en segundo lugar, convendría renovar la forma de dialogar. Algo habría que hacer para evitar discusiones bizantinas, polarizaciones paralizantes y nuevas frustraciones del diálogo. Recurrir a un mediador, nombrado por ambas partes, es lo más normal en todos los conflictos. Pero sí eso es mucho pedir, al menos debería recurrirse a un grupo ųrotativo si se quiere- de moderadores para cada sesión. O cualquier otra fórmula que permita centrarse en puntos esenciales como la organización del Congreso Universitario.

Por supuesto, la renovación del diálogo supone refrendar convicciones democráticas y compromisos con la UNAM. Y supone la posibilidad de evaluar la autenticidad de esas convicciones y de esos compromisos. Sobra decir que el empleo de la fuerza jamás aprobará el examen. *

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