Globalifilia

* León Bendesky *

El Foro Económico Mundial de Davos es un lugar fértil para las declaraciones políticas y las posturas ideológicas de los invitados. En esta ocasión, los asuntos de libre comercio y la llamada globalización siguieron siendo motivo de atención, esto especialmente después del fiasco de la pasada reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio, en Seattle. Ahí, de manera abierta, se identificaron algunos de los protagonistas del conflicto social que representa ese proceso, y se volvieron a presentar ahora en Suiza.

Llama la atención la defensa de la globalización que hizo el presidente Zedillo a capa y espada. Al respecto surgen varias preguntas: Ƒpor qué se sintió obligado a hacer esa defensa airada en Davos? ƑAlguien se la pidió? ƑLa ofreció motu proprio y, si es así, con qué intención? ƑSintió una especial necesidad intelectual de argumentar a favor de las fuerzas económicas globales? ƑSignifica esto alguna profunda estrategia política o diplomática para la nación? ƑRepresenta el Presidente a los casi 100 millones de mexicanos cuando hace esas declaraciones fuera del país? ƑEs que su ánimo didáctico ha encontrado una nueva veta desde su aparición televisiva el pasado fin de año, cuando hizo un recuento de la historia patria?

Uno de los argumentos de Zedillo fue que no conoce estudio alguno en el que se presente una correlación entre el comercio mundial y los resultados negativos para el país. Aceptemos que no los conoce, pero seguramente tampoco podrá citar estudios que establezcan una correlación positiva. Así pues, la pereza intelectual que achaca a los que no están de acuerdo con él, bien podría aplicarse a su propia posición. La didáctica presidencial no es muy convincente cuando sostiene, también, que los detractores de la globalización se equivocan al atribuir fenómenos que son muy antiguos y que no tienen relación alguna con el flujo comercial entre países. No se sabe bien a qué se refiere, pero seguramente no creerá que las corrientes de inversión, o sea, los movimientos de los capitales, que son mucho más relevantes que las transacciones comerciales a escala mundial, eran también un fenómeno visible en la época de los fenicios. Pero tal vez se refiere a las condiciones que históricamente caracterizan el subdesarrollo y la desigualdad económicas, las cuales su propio país, es decir, el nuestro, no puede remontar.

El asunto entonces lleva, por la propia lógica del argumento presidencial, a dejar de lado por el momento el glamour del debate globalizador, sobre todo cuando se hace en Davos, y a atender a lo que pasa en la economía y la sociedad mexicanas. ƑQué es, desde la globalifilia presidencial, lo que impide el crecimiento sostenido del producto, lo que provoca la desarticulación de los sectores productivos y la creciente desigualdad regional? ƑQué es lo que provoca que, de acuerdo con los datos de su propio gobierno, haya en el país, según las propias cuentas oficiales, 40 millones de personas en estado de pobreza? ƑQué es lo que ocasiona que, tan sólo durante su administración, los salarios mínimos se hayan depreciado más de 20 por ciento en términos reales? ƑQué es lo que provocó la crisis económica de 1995, recién iniciado su sexenio, y la virtual quiebra del sistema bancario que ha hipotecado parte de los recursos presupuestales por muchos años? En fin, Ƒqué hace que persistan los efectos negativos en el desenvolvimiento de nuestra economía, si es que los procesos globales tienen tantas virtudes como las que reconoce Zedillo ahora en Suiza?

El Presidente y su gobierno eluden constantemente la discusión sobre la forma en que se conduce la economía y sus repercusiones sociales, y cuando se expresan las diferencias, incluso en el terreno político de la acción presupuestal en el Congreso, la respuesta inmediata es la amenaza con respecto a la reducción de los gastos de inversión en infraestructura o acerca de la imposibilidad de satisfacer las necesidades del gasto social en caso de que no se acepte la privatización de la industria eléctrica. Sin embargo, tal vez todo esto se arregle, según la visión presidencial con las fuerzas globales de las transacciones financieras y comerciales, mientras se sostiene precariamente la estabilidad interna con un déficit fiscal establecido por decreto y con una política monetaria de contención del crédito. *