* Carlos Marichal *
Altos negocios y ex políticos
U na clara muestra de los vínculos estrechos que existen entre la política y el mundo de los negocios en varios países, la proporciona el análisis de los empleos que buscan aquellos "altos" políticos que dejan sus cargos.
En este momento resulta particularmente llamativo el paralelismo entre el destino de varias figuras poderosas de las respectivas administraciones presidenciales en Estados Unidos y México al aproximarse la sucesión del año 2000. En ambos casos, es la banca internacional la que ejerce un enorme magnetismo en los ex políticos.
El caso más reciente y sonado es del Vernon Jordan, abogado influyente de Washington, quien fuera aliado estrecho de Bill Clinton durante el larguísimo proceso contra Mónica Lewinski. Jordan ha sido no sólo asesor de varios presidentes demócratas sino a su vez de grandes corporaciones, sirviendo en los consejos de una decena de grandes firmas industriales. Ahora que termina el reino de Clinton, este abogado-político se ha vendido al mejor postor que, en este caso, es el banco de inversión Lazards de Nueva York.
Lazards había perdido buen número de sus mejores empleados en otras empresas bancarias rivales. Con la adquisición de Jordan, los banqueros esperan ensanchar sus contactos en el mundo corporativo y, sobre todo, en las esferas de la alta política. Pero han pagado un alto precio, ya que se afirma que Jordan recibirá 25 millones de dólares, pagaderos en cinco apetecibles cuotas anuales. De acuerdo con la prensa financiera de Nueva York, los nuevos colegas del ex político --ahora flamante banquero-- han puesto el grito en el cielo.
Menos consternación causó el nombramiento hace unos meses de Robert Rubin, ex secretario del Tesoro, como miembro del Consejo de Dirección del mayor banco de Estados Unidos, el Citibank. Dicho banco es eje del mayor grupo financiero de Nueva York, siendo dirigido por la troika de John Reid, Sandy Weil y ahora por el propio Rubin --todos preocupados por evitar que se haga pública mayor información sobre los negocios de lavado de dinero en los que se sabe está involucrado el Citibank, en particular con México. Nadie sabe cuánto se le ha pagado a Rubin por entrar a la empresa, pero sin duda es todavía más de lo que se le ha prometido a Jordan, en tanto el ex secretario tiene un conocimiento mucho más amplio y detallado de los aspectos estratégicos de las finanzas del gobierno estadunidense y de las finanzas internacionales, en general.
En México estas prácticas no pasan desapercibidas por los tecnócratas, aprendices de banqueros internacionales. Así lo ha demostrado Martin Werner, ex director de Crédito Público del gobierno de la República, al buscar y aceptar un alto puesto con la poderosísima firma bancaria de Goldman Sachs de Nueva York. Dado el carácter controversial del nombramiento, la compañía bancaria ha filtrado rumores de que no dispondrá de Werner para hacer negocios en México ni hacer mal uso de la información completa y confidencial del estado de las finanzas del gobierno del que dispone el ex funcionario mexicano. Que tecnócratas y banqueros consideren que van a engañar a alguien con este cuento solamente refleja una prepotencia casi ilimitada.
En todo caso, los casos señalados revelan el extraordinario poder de atracción que ejercen los bancos internacionales, verdaderos artífices de la globalización financiera contemporánea. Pueden pagar millones de dólares a ex políticos de Estados Unidos y de México porque están ganando cientos de millones de dólares al año con el enloquecido proceso de fusiones que está transformando el hipercapitalismo de nuestros días. Ello viene a corroborar las declaraciones recientes en Davos del financiero George Soros acerca de los peligros que presenta la creciente complicidad entre empresarios y políticos. El dilema consiste en determinar cómo se podrá ir reduciendo esa complicidad: la tarea no es nada fácil, pero es necesaria si ha de sobrevivir la democracia.