* José Cueli *
Los universitarios al margen
Me invade un terrible pesar contemplar la perspectiva de mi universidad, en medio de un conflicto tan complejo como incierto. La contienda entre universitarios es larga y a la luz de los acontecimientos recientes amenaza con ser cruel. Algunos de los mejores serán eliminados, pero de cualquier modo nada impedirá que entre los vestigios de la barbarie que hoy vive la UNAM, tendrá que resurgir la razón. Mientras tanto, la historia no nos brinda consuelo frente a la violencia, sino su brutal y descarnada realidad, tan sólo, si aún las hay, esperanzas a largo plazo.
El contenido liberador de la palabra, la esencia y las posibilidades de diálogo están gravemente amenazadas y en peligro en nuestra institución. Y es que los que debieron ser sus defensores, pactaron al principio la huelga con el poder, bajo el imperativo de los tiempos que vivimos. Las pérdidas no se han hecho esperar y la recuperación tardará varias generaciones.
La certidumbre durante estos meses de algo denigrante y sombrío, la cancelación de la razón y la pérdida de esa aspiración irresistible que unos niegan y otros corrompen: la libertad son las negras sombras que se ciernen sobre la UNAM. Trágicos resultan los acontecimientos del martes en la Preparatoria 3. Los heridos parecen indicarnos que la violencia ya está aquí, en el seno de nuestra máxima casa de estudios.
Todo se desarticula en la UNAM, una conmoción, réplica de lo que sucede en el país, todo lo trastorna y, bajo sus efectos, los universitarios nos encontramos bruscamente desarticulados, sin referentes, sin tener a quién apelar, desbancados como sujetos de derecho ųcomo la negativa del CGH a aceptar los resultados del plebiscitoų, vapuleados por el azar, incluidos el rector y las autoridades. Uno se siente en la universidad, pero en condición marginal, no ajeno a ella, pero al margen, en el margen, en la exclusión; viviendo en ella pero sin posibilidad de participación.
Por virtud de los medios de comunicación en torno del conflicto de la UNAM, las opiniones y comentarios sobre lo sucedido urden una maraña que más parece hecha para confundir que para informar y aclarar los acontecimientos, un abanico de contradicciones, mientras un simple adjetivo o una coma bastan para infundir sentidos opuestos a cualquier noticia.
La intolerancia, definida en esencia como el rechazo brutal e incomprensivo hacia lo diferente se apoderó de la universidad. Su opuesto, la tolerancia, implica el respeto, la aceptación y el aprecio de la diversidad de formas de pensamiento y expresión ųel plebiscitoų. Sus raíces emanan del conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento. Sólo mediante la tolerancia puede lograrse la convivencia armónica y el respeto mutuo. Esta se traduce en una actitud activa de reconocimiento de los derechos del otro. Mas la tolerancia no significa aprobar la terquedad y condescender con la irracionalidad que impone un no rotundo a las vías pacíficas de solución a un conflicto cuyos cauces deben ser el diálogo, la negociación y el respeto por el otro.
Los universitarios, incluido el rector, habremos de hacer acopio de tolerancia si se pretende aún salvar a la UNAM. Sin embargo, no debe perderse de vista que aquella se basa en la razón, las normas y el respeto y que no puede ser ciega y transigir ante la brutalidad, la irracionalidad y la violencia.