La universidad está en peligro
* Horacio Labastida *
Dos muy recientes acontecimientos, preocupantes y dolorosos, descorren las grandes cortinas de un escenario donde la universidad aparece víctima de tormentas que la sacuden con violencia y la arrastran hacia vórtices donde puede zozobrar. Fue el presidente Ernesto Zedillo, en Suiza, quien al hacer la apología del neoliberalismo y los mercados planetarios de nuestro tiempo, nos hizo ver uno de los más graves riesgos que nos acechan. La globalización económica se nos viene encima de manera acelerada desde la estrepitosa caída del régimen soviético, no únicamente con imposiciones económicas que aumentan nuestras pobrezas, sino también con la añadidura de las instancias culturales opresivas que desde hace años señorean el subconsciente de los pueblos subyugados. Para México la globalización no es una novedad engendrada por el Tratado de Libre Comercio (primero de enero de 1994), cuya entrada en vigencia fue sacudida por la gran rebelión zapatista de Chiapas, que entre otras cosas denunció la torva mentira oficial de nuestro ingreso al Primer Mundo. Antes de esta globalización tuvimos la que nos otorgaron los reyes católicos españoles en las primicias del siglo XVI, junto con los sucesores Carlos V y Felipe II; esta globalización nos convirtió en una colonia superexpoliada por las cortes castellanas durante los tres siglos que concluyeron con la rebelión de Hidalgo y Morelos. La segunda globalización fue tan breve que no duró más que al borracho la alegría. Napoleón III plantó la bandera francesa en palacio (1863) y al año siguiente buscó imponerle a Maximiliano la corona de emperador de México. La fiesta concluyó en el cerro de Las Campanas (1867), con los múltiples saqueos de que fuimos víctimas en ese fatal trienio, y de esta manera se marchitó la globalización en que trató de colocarnos el fracasado Segundo Imperio galo. Claro que hubo otros intentos globalizadores, pero el último, el de 1994, es el que ha exhibido hasta las entrañas el significado de la globalización, o sea la metamorfosis kafkiana que nos transforma cada día en una gigantesca maquiladora del capitalismo transnacional que manipula sus intereses a través de la Casa Blanca. El proceso maquilador nos arranca de nuestra propia cultura y nos reduce a una simple fuerza de trabajo insumida en las ganancias y la acumulación de la riqueza metropolitana.
Contra esa conversión intolerable, los estudiantes iniciaron su huelga al izar las banderas de gratuidad y democracia en la educación académica, banderas que triunfaron en el plebiscito de hace unas semanas: la sanción de un congreso libre, participativo y resolutivo es el método para resolver todos y cada uno de los grandes problemas que hoy obturan el renacimiento de la grandeza universitaria. Sin embargo, el congreso y la victoria del CGH se encuentran ahora en el grave trance de ser abortadas por el estallido de una violencia opuesta a los valores que sustancian el espíritu de la universidad: la razón y la moral.
ƑCuáles son las fuentes de esta indeseable amenaza? Nuestro más vivo deseo es que la gente del CGH reflexione sobre sus actuales decisiones y conducta, y comprenda que si en los orígenes el paro se justificó como una rebelión contra el proyecto de cobrar por la educación superior, privatizándola y sujetándola al juego de las energías mercantiles, a pesar de habérsele ofrecido la total solución de sus peticiones en el seno del congreso, su persistencia ha hecho de la huelga original un acto de fuerza violenta incompatible con lo que es y quiere ser la universidad. Hay que entenderlo bien: la huelga es en sí misma un acto de fuerza, ilegal y sobre todo ilegítima desde el momento en que se derogó el reglamento de pagos y se aprobó, repítese, la celebración del congreso. Y precisamente este hecho violento al lado de otras causas externas, crean ambiente propicio a la realización de broncas tan lamentables como las registradas en la Preparatoria 3, el martes pasado. El alma de los universitarios se sintió terriblemente amargada al mirar cómo un grupo de jóvenes inmisericordes golpea, patea, injuria y casi asesina a un hombre inerme, yacente, incapaz de defenderse ante le furia abyecta de sus agresores. Este hecho es radical negación de la universidad y ejemplifica el inminente arrisco que están provocando paristas y asociados. En un clima donde la huelga y sus connotaciones son factores principales, la universidad no despejará las tinieblas que hoy la rodean. Ni la globalización aherrojante ni la violencia injusta son caminos universitarios.
ƑEntenderán esto los líderes del CGH? *