BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Globalización y sistemas cambiarios
La intensa globalización que se ha dado en las últimas dos décadas se ha caracterizado no sólo por la activación de los flujos comerciales, sino principalmente por la movilidad de cuantiosas cantidades de dinero. Es esto último lo que ha provocado (o contribuido) a precipitar las crisis de balanza de pagos prácticamente en todas las regiones del mundo. Baste con señalar que en los últimos 20 años más de 125 países han sufrido crisis financieras, en las cuales sus sistemas bancarios han quedado prácticamente en la insolvencia. Estados Unidos, a fines de los ochenta, varios países europeos en 1993, y después los diversos efectos folclóricos (tequila, samba, tango, dragón, etcétera) siguieron años más tarde.
Desde la crisis mexicana de 1995 y luego con la asiática, rusa y brasileña, la tendencia en la mayoría de las economías emergentes después de haber ajustado (devaluado) fuertemente sus paridades cambiarias, ha sido adoptar regímenes de libre flotación, como mecanismo defensivo ante las turbulencias financieras.
Las rápidas y sorprendentes recuperaciones de esos países (con excepción de Rusia) hasta el momento parecen demostrar sus ventajas por encima de las naciones que han mantenido sus tipos de cambio fijos o atados al dólar. En efecto, al contrario de lo que auguraban muchos, la mayoría de esos países sufrieron inflaciones menores a las pronosticadas y notables recuperaciones en su producción, o al menos caídas inferiores a las previstas.
Sin embargo, ha habido un grupo reducido de países de América Latina que ha decidido fijar su tipo de cambio en términos del dólar. Argentina inició este proceso hace 10 años. Recientemente Ecuador lo ha establecido y El Salvador ha considerado seriamente la dolarización. Sin embargo, los graves problemas de deflación (desinflación con recesión) y desequilibrio externo que presenta Argentina hacen difícil asignarles a esos países en lo individual mejor suerte.
En síntesis, frente a la enorme turbulencia financiera y la rapidez de transmisión que impera en todo el mundo, se están perfilando claramente dos sistemas cambiarios a los cuales deberán tender el grueso de las economías. Por un lado están los países que arguyendo razones de soberanía nacional mantendrán sus monedas nacionales, pero con fluctuaciones cambiarias imprevisibles frente a las monedas fuertes como el dólar o el euro. Por otro lado, estará la opción de crear dos grandes zonas monetarias: la americana y la europea. Cada vez se ve más lejos la posibilidad de que Japón pueda imponer su divisa a Asia debido a la enorme rivalidad que tiene con China, a la clara negativa de Estados Unidos (quienes en 1997 le impidieron la creación de un fondo monetario asiático) y a su decepcionante desempeño económico de los últimos 10 años.
Lo que habrá que evaluar con la mayor seriedad y responsabilidad es la mejor opción que le dé viabilidad económica y social a los países ante estas dos opciones extremas, y desde ahora comenzar a adoptar las medidas pertinentes.