Ť Putin se fortalece
Primakov, ya sin aliados, abandona la carrera por la presidencia rusa
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 4 de febrero Ť Abrumado por una evolución de los acontecimientos sumamente desfavorable, el ex primer ministro Evgueni Primakov hizo pública este viernes una decisión irreversible: abandona la carrera por la presidencia.
Todavía el pasado 17 de diciembre, a dos días del descalabro en las urnas de su coalición electoral, fraguada al calor de la coyuntura, Primakov dijo que lucharía hasta el final por llegar al Kremlin. Mes y medio después, abandonado por sus antiguos aliados y decepcionado de lo que llamó inmadurez de la democracia en Rusia, tira la toalla.
A sus 70 años cumplidos, y con una salud quebrantada, Primakov concluye así una larga trayectoria --orientalista, periodista, espía, académico, canciller, primer ministro--, en la que sólo le faltó ser presidente.
En un momento no muy lejano, Primakov creyó estar cerca de la meta --era el político ruso más popular en pleno ocaso de Boris Yeltsin--, pero cometió dos errores que resultaron decisivos.
Se equivocó al escoger aliados, pues ligó su futuro político al alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y a cambiantes líderes regionales, que a la primera lo traicionaron. También menospreció el fenómeno Putin, la construcción mediática de la figura del sucesor de Yeltsin, cuya desproporcionada popularidad es producto de un hábil manejo de la guerra de Chechenia y de saber explotar las cualidades --edad, salud, firmeza-- que no tenía Yeltsin, pero tampoco Primakov.
El contraste entre Primakov y Putin empezó a hacerse cada vez más evidente, a partir de la renuncia de Yeltsin el pasado 31 de diciembre, día en que el sucesor designado asumió el cargo de presidente en funciones, formidable plataforma de recursos e influencias para encaminarse hacia el Kremlin en unas elecciones anticipadas.
Primakov recibió la puntilla cuando el entorno de Putin --hasta ahora, el mismo de Yeltsin, salvo retoques efectistas que no alteran su columna vertebral-- emprendió hasta lo que parecía imposible para evitar que ocupara la presidencia de la Duma, Cámara baja del Parlamento ruso. Se logró al precio de un escandaloso entendimiento de la pro-gubernamental Unidad con el Partido Comunista.
Favorecido con el cargo el comunista Guennadi Selezniov, el entendimiento se dio por concluido y las opciones de Primakov se fueron estrechando, también en la medida en que seguían dándole la espalda sus efímeros compañeros de viaje a la Cámara: primero las principales figuras de Toda Rusia, caciques regionales que se enfrascaron en una peculiar competencia por jurar lealtad a Putin, y después el propio Luzhkov.
Ni siquiera para guardar las formas, Luzhkov nunca apoyó públicamente la candidatura de Primakov y, en cambio, sí no dudó en coquetear con Putin al decir que no disputaría con él la presidencia.
"No soy rival del candidato Putin, pero sí me interesa qué Rusia se propone gobernar", fueron las palabras de Luzhkov que significaron para Primakov la señal de que no había nada que hacer.
Por sí solo, sin el respaldo de una organización con presencia federal o sin la complicidad de algunos líderes regionales, Primakov no habría estado en condiciones ya no digamos de ganar, sino de reunir el medio millón de firmas indispensable para el registro de su candidatura.
Dado su carácter, Primakov difícilmente se contentará con ser un diputado más y quizá busque alejarse lo más que pueda de Moscú, por lo cual no debería resultar extraño si acepta un nombramiento en el servicio diplomático, sea éste una embajada o la representación de Rusia ante un organismo internacional.
Con su abandono de la carrera presidencial, Primakov despeja por completo el camino a Putin, que ahora sólo tiene enfrente al líder comunista, Guennadi Ziuganov, el único capaz de dar cierta apariencia de contienda a una ascensión inevitable.
Por supuesto, ninguno de los otros 27 aspirantes, que tratan afanosamente de reunir las firmas para su registro, puede hacerle sombra a Putin.
La duda que queda es si Vladimir Putin triunfará ya en la primera vuelta, de obtener más del 50 por ciento de los votos, o hará falta una segunda.