Ť Los asistentes celebraron todas las intervenciones del cantautor español


Durante dos horas y media, Sabina complació al público incondicional

Ť Casi al final, irrumpió en el escenario con un mariachi e interpretó Y nos dieron las diez

Joaquín Sabina complació la noche del viernes a sus incondicionales seguidores, que abarrotaron el Auditorio Nacional y festejaron cada una de las palabras del músico español, en la primera de sus dos presentaciones en esta ciudad.

La fría noche entró en calor junto con el cantautor, quien de excelente ánimo agradeció la recepción del público fiel y entusiasta, que a las primeras notas ya coreaba con él: "Y yo me muero de ganas de decirte que me muero de ganas de decirte que te quiero...".

FOTO-JOAQUIN SABINA-2 ''Si no hubiera habido una estación de trenes en mi pueblo, nunca hubiera salido de ahí para llegar a este hermoso, contradictorio, caótico y adorable país'', dice a modo de saludo el cantautor ataviado de negro, precisamente rodeado de una escenografía que aludía a la estación de Linares-Baeza, su lugar natal.

La ovación no se hace esperar, y desde esa energía, Sabina se cobija para interpretar Conductores suicidas. Siguen Princesa y Barbie superestar.

Más aplausos. Apenas en la quinta o sexta canción, Sabina tiene a todo el mundo siguiéndolo en la letra de cada tema que canta en compañía de su banda, integrada por siete músicos excelentes, entre los que sobresalen dos mujeres.

Lo demás es magia fácil. A mis cuarenta y 10, empieza el poeta flaco, desgarbado. Si no fuera por las arrugas que surcan su cara y la fuerza de sus frases, se diría que es un muchacho que rehúye a la muerte: "El traje de madera que estrenaré no está ni siquiera plantado".

Viene el intermedio y su banda se queda para dar vida a Corazón de neón. En unos segundos hombres con uniformes amarillos montan lo que sería la fachada de un burdel.

"ƑLes gusta el puticlub?", es lo primero que pregunta el español al volver, esta vez con sus pantalones negros pero de saco rojo, camiseta a rayas y sombrero de bombín, casi como un mimo.

El ambiente se torna más íntimo. Se escucha un bandoneón. Luces púrpuras iluminan el cuerpo de una chica que abraza con su estola de plumas a Sabina, mientras él le canta a ''la virgen del pecado'', a "la señora más puta de todas las putas, la más puta de todas las señoras''.

Una tras otra, sin parar, vendrían los demás temas. "Por ti daría la vida entera y sin embargo te engañaría con cualquiera", entona la voz rasposa.

Ruido, Calle melancolía, Pacto entre caballeros, 19 días y 500 noches son de las más celebradas. Juguetón, Sabina hasta toca los platillos cuando interpreta La del pirata cojo.

Al final, habrá de regresar dos veces a escena. Sus seguidores no le dejan ir, gritan, aplauden. Y su artista favorito les recompensa, sorpresivamente, con un mariachi que canta con él Y nos dieron las 10. Y así, casi dos horas y media después, Sabina dice adiós. (Dpa)