* Gilberto López y Rivas *
Todas las voces cuentan
Como se había venido denunciando desde la creación de la Policía Federal Preventiva en estas mismas páginas, este cuerpo tomado por los militares, bajo mandos castrenses y a la cabeza de la cual se encuentra un miembro de las fuerzas armadas, ha hecho su primera aparición pública en un acto represivo contra estudiantes y en violación de la autonomía universitaria. Como se advirtió en su oportunidad, la nueva policía se ha integrado fuera de la ley y la Constitución, como el brazo represivo de un grupo gobernante dispuesto a doblegar toda oposición a su modelo económico y al régimen de partido de Estado que lo sustenta. No utilicemos eufemismos: como en 1968, los militares han vuelto a ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México, ahora, paradójicamente, a pedido de su rector. šQué lejos estamos del rector de la dignidad, Barros Sierra!
Desgraciadamente, los peores escenarios para este año crucial para la llamada transición democrática (Ƒserá?) parecen ser los más viables de concretarse en el enrarecido ambiente político del país. Como en el caso de Chiapas, el breve diálogo del Palacio de Minería y los acuerdos de diciembre sirvieron para justificar medidas políticas unilaterales, manejos mediáticos propagandísticos, acciones provocadoras seguidas de histéricos llamados a la ley y el orden, y finalmente el uso de los militares y el Poder Judicial como extensión represiva de naturaleza política contra un movimiento al que hay que juzgar por sus orígenes y sus propósitos, más que por sus errores y desviaciones.
Como ocurre con las declaraciones de Ernesto Zedillo con respecto a su interlocutor, el EZLN, el rector pretende negar o minimizar la representatividad del CGH para realizar cambios cosméticos en la UNAM con el único fin de romper la huelga, retomar las instalaciones al precio que sea y volver a la "normalidad" de una alta burocracia que impone sus opiniones a través de antiguas estructuras que, a su vez, reproducen los modelos del autoritarismo estatal.
No hay voluntad política para reformar al Estado ni a sus instituciones, sólo se busca desactivar, mediatizar, penetrar, desarticular, desprestigiar todo movimiento social que pretenda llevar al cabo transformaciones reales en la nación. Los conflictos, que ya son muchos, son premeditadamente llevados a sus límites, exacerbándolos, desgastándolos, proyectándolos en la opinión pública como "accidentes" de la historia en los que el grupo gobernante no tiene responsabilidad alguna. No hay paramilitares ni el grupo Cobra existe, en realidad, son conflictos intracomunitarios, intraétnicos, intraestudiantiles.
En Chiapas y la UNAM el poder se coloca fuera de los conflictos, identificando a la "pobreza", la "marginalidad", la intervención de "grupos ajenos", como los factores causales de los mismos, sin que reconozca la paternidad que les da origen. En ambos casos, surgen voces autorizadas que denuncian la intransigencia de los interlocutores como los motivos para la ruptura del diálogo, sin mencionar siquiera que quienes realmente no tienen voluntad política, incumplen las negociaciones y recurren sistemáticamente a la violencia y a la provocación son las autoridades federales y universitarias. Despertando odios e intolerancias, zapatistas y estudiantes son identificados como los demonios a exorcizar, las malas hierbas que hay que erradicar en el paradisiaco jardín nacional. Las buenas conciencias reclaman como su "solución" el imperio del Estado.
De derecho, la restauración del principio de autoridad, la presencia del ejército, el restablecimiento de las autoridades legítimas, el fin de la ilegalidad, en suma, el triunfo de la fuerza sobre la razón.
Como ocurre en el conflicto chiapaneco, hoy tenemos cientos de presos políticos acusados de los más extravagantes delitos que nos recuerdan también al 68. Estudiantes en las cárceles por defender el artículo tercero de la Constitución a quienes se califica y trata como terroristas.
No es posible el silencio ante tales acciones. Hay que dejar constancia a favor de la salida pacífica y negociada, por una real transición democrática antes que sea demasiado tarde. Todas las voces cuentan.