La Jornada lunes 7 de febrero de 2000


* Adolfo Gilly *

El pueblo defenderá a los suyos

El gobierno federal nunca pensó en ceder o en negociar las cuotas ni la gratuidad ni su proyecto de universidad. Nunca. Sólo trató de ganar tiempo para desarticular al movimiento estudiantil que le resistía. Como en San Andrés, nunca pensó en cumplir nada. Nunca. Su táctica sigue siendo negociar para, en cuanto puede, golpear: como el 9 de febrero de 1995, cuando intentaron atrapar al subcomandante Marcos, citado para una negociación; como el 22 de diciembre de 1997, cuando el gobernador Ruiz Ferro y su gente dejaron preparar la masacre de Acteal.

Este es el punto de partida inconmovible para todos. El movimiento estudiantil nunca le creyó al gobierno federal ni a sus múltiples máscaras. Los estudiantes en huelga siempre pensaron, intuyeron, sintieron que Barnés mentía y que Juan Ramón de la Fuente también. Tuvieron razón. La cerrazón, las maniobras y los cochupos de Barnés (como el del 7 de junio) eran la otra cara de la "apertura" y el plebiscito de Juan Ramón de la Fuente. Por eso muchos, muchísimos, nos negamos a participar en esta trampa plebiscitaria y a darle a este rector el voto de confianza para que usara el garrote policial. Esto no nos impide comprender por qué también muchos, sinceramente, hartos de una huelga interminable, creyeron que votar podía ser una salida y tomaron por buena su palabra. Ahora ya todos sabemos cuánto vale.

Este rector nunca pensó en un congreso que no fuera algo así como un Consejo Universitario ampliado, controlado por él, para restablecer cuotas, Ceneval y todo el resto. Por eso nunca quiso negociar su propuesta contra los seis puntos, saboteó el diálogo en Minería (juego del cual el CGH no logró zafarse), montó el gran engaño del plebiscito, obtuvo el desplegado de los grandes intereses dominantes (Iglesia, capital, monopolios informativos), logró la confianza interesada o confiada de muchos intelectuales y después, con esas armas en su mano, pidió a la Policía Federal Preventiva que tomara primero la Prepa 3 y después la UNAM entera.

Todo este ciclo es una perversa mentira orquestada desde el gobierno federal, decidido a golpear de una vez por todas desde que sacaron del juego al desgastado Francisco Barnés. En ese juego pretendieron arrastrar al Gobierno del Distrito Federal para luego presentarlo como su cómplice represor. No lo lograron. La afirmación de este rector de que la entrada de la Policía Federal Preventiva en la Prepa 3 evitó "una masacre", cuando ese ingreso se produjo horas después de que todo había terminado, es otra mentira. Lo que esta vez les falló fue pretender que el Gobierno del Distrito Federal se prestara a hacer su tarea represora. Finalmente, el rector mandó a la Preparatoria 3 a sus grupos a sueldo y después a los federales, porque allí se estaban poniendo de acuerdo huelguistas y antihuelguistas en una sola asamblea.

No es verdad, en modo alguno, que la intervención de la PFP en Ciudad Universitario se produce por culpa de los ultras. Desde el principio del conflicto, lo que marcó las reglas del juego fueron la intransigencia y el autoritarismo del gobierno federal y de sus subordinados al mando en la UNAM. Esa intransigencia y ese autoritarismo, que jamás pensaron en cumplir pacto alguno (exactamente como ya lo habían hecho en el Congreso Universitario de 1990), fueron los que engendraron su contraparte en la dirección del CGH y en sus formas de conducir las asambleas y el movimiento. Así como ellos aparecieron, intransigentes, intolerantes, sin la flexibilidad necesaria para hacer acuerdos con quienes, del mismo lado, piensan diferente (y en eso consiste una alianza), y desconfiando de todo y de todos, incluso de quienes no debían, esos son los que resistieron porque fueron los que nunca les creyeron al gobierno y a sus dos rectores. En esta división interna, en la cual hay que dejarse de ver agentes, infiltrados y conspiraciones en lugar de ver nuestra dura y difícil realidad, se resume la tragedia de un gran movimiento.

No hay que minimizar el golpe de este domingo negro: la entrada de los federales en Ciudad Universitaria, cientos de estudiantes presos, su dirección también encarcelada y el rector y sus aliados "democráticos" y "plebiscitarios" a la ofensiva, esta es la situación del movimiento.

Ahora hay que resistir, como lo están haciendo los estudiantes del Reclusorio Norte y como lo harán sin duda los nuevos presos. Por una vez, y por mucho tiempo desde aquí adelante, la línea divisoria es clara: de aquel lado ellos, los señores del poder y sus aliados y siervos; de este lado nosotros, los que exigimos la libertad de nuestros presos, los que defendemos la educación gratuita y para todos, los que nos enfrentamos a la perversidad de los poderosos y de sus métodos.

No es la hora de recriminarnos los unos a los otros, de pasar facturas o de dejar que la amargura y el dolor de este golpe nos suman en ajustes de cuentas entre nosotros, como suele suceder después de una derrota. Los balances y las reflexiones de por qué y cómo sucedió vendrán después. No pido que nadie olvide nada. Pido que ahora dejemos de lado las recriminaciones y las fantasías conspirativas sobre infiltrados, agentes y traidores.

Bienvenidos todos los que vengan de este lado, sin preguntarles por qué vienen ni qué dijeron antes. Bienvenidos todos los que se sumen a luchar por la libertad inmediata de los estudiantes presos, por la salida de los federales de la UNAM, por el cumplimiento de los acuerdos del 10 de diciembre, donde el rector reconoce al CGH ųhoy encarceladoų como único interlocutor. Bienvenidos todos los que ahora llegan, porque el enemigo no está entre nosotros, sino de otro lado de la raya violenta del domingo 6 de febrero de 2000.

Tiene toda la razón el llamado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN (La Jornada, 6 febrero 2000) a unir todas las fuerzas opuestas a este terrorismo de Estado: "Hoy no está en juego sólo el futuro de la UNAM y del movimiento estudiantil. Lo que está en juego es el futuro de un país que está en disputa entre quienes lo quieren manejar a punta de bayonetas y quienes lo quiere libre, democrático y justo".

No digo ahora la "gente", tampoco la "sociedad civil": digo el pueblo de siempre, el pueblo que trabaja, el pueblo pobre, ofendido y expropiado, este pueblo de México defenderá a los estudiantes, defenderá a los suyos. Y sus estudiantes, desde la cárcel y fuera de ella, sabrán resistir y defender a su universidad y a su país.