* Un espirítu hosco por las circunstancias salió a la calle
Por encima de las diferencias, ayer hubo una sola voz por la UNAM
* La cantidad de asistentes superó los cálculos más optimistas
Jaime Avilés * Desde el mirador de la Torre Latinoamericana, una compacta columna de puntitos humanos y rayitas blancas horizontales, como de tela adhesiva, parece detenida a la entrada del Zócalo y se prolonga desde la angosta línea recta de Madero, y a todo lo ancho y largo de avenida Juárez hasta el edificio de la Lotería Nacional. El oscurecer, la nata del smog y las crestas de los rascacielos de Reforma encubren lo que otro colega avisa por teléfono celular: "Estamos frente a la Bolsa de Valores, pero vamos a paso de tortuga". Son casi las siete de la noche. La primera manifestación de masas contra el asalto policiaco a la UNAM desborda los cálculos más optimistas de sus convocantes.
Antes de las cuatro de la tarde, en la Zona Rosa, los andadores peatonales lucen atestados de jóvenes y banderas y cartulinas que se dirigen a la glorieta del Angel. Allí, en el cónico prado que la circunda, en la base del monumento, bajo las estatuas neoclásicas que miran a los cuatro puntos cardinales de la ciudad, miles y miles de cabezas, como si las hubiese pintado don Gabriel Vargas, ocupan el centro de la marea humana que grita, se agolpa, se ordena, se organiza en torno de la rotonda.
Como el punto de partida es incapaz de congregar a la inmensa totalidad de los marchistas, éstos se han distribuido ya a lo largo del tramo que va desde el Angel hasta el monumento a Cuitláhuac en Insurgentes Centro. Hay un conspicuo silencio, pese a las consignas rimadas que vociferan los contingentes de la UNAM, divididos por escuelas a la cabeza de la víbora. No hay registros de algarabía o de festividad. El espíritu de la calle asume la hosca gravedad de las cirunstancias.
Aquí y allá se cruzan rostros de gesto duro y ceja alzada: las caras largas de todas las expresiones de la izquierda que entraron en conflicto, dejaron de hablarse, escribiéronse cosas terribles, se odiaron por lo bajo, se desconocieron, se mentaron la madre durante los nueve agotadores meses de la huelga, pero que esta tarde han coincidido aquí, por encima de todas sus diferencias, para responder, en forma unida y como una sola voz, al único y verdadero enemigo visible y palpable: la política del régimen que, Policía Federal Preventiva por delante, ha mostrado el sabio y retorcido colmillo de la impunidad para robarnos las elecciones golpeándonos, arrinconándos, paralizándonos por la honda fuerza del miedo.
Quién es quién
Es la marcha por la defensa de la UNAM, pero los de la UNAM no son por cierto los contingentes más numerosos. Hay que ver la rotunda mayoría que suman las banderas, las pancartas, las mantas y desde luego los jóvenes, los maestros, los trabajadores y los padres de familia del Instituto Politécnico Nacional, los planteles de la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Autónoma de Chapingo, sin desdeñar la presencia de las organizaciones sociales más notorias como la Unión de Comerciantes Fijos y Semifijos (no alcanzo a leer de dónde), la Unión de Comerciantes Hijos de la Coalición (Ƒ?), el Frente de Trabajadores del Instituto Mexicano del Petróleo, el Sindicato Mexicano de Electricistas, los estudiantes y profesores de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Central Unitaria de Trabajadores, los ferrocarrileros, los tranviarios y un abultado etcétera.
De la UNAM vienen todos los colegios de Ciencias y Humanidades de Oriente, Sur, Vallejo, Naucalpan y Atzcapotzalco; las facultades de Estudios Superiores (FES) de Zaragoza y Cuautitlán, la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) de Iztacala, donde se ha consolidado la alianza entre huelguistas y antihuelguistas, y las facultades del campus de CU: Filosofía, Ciencias, Contaduría, Economía, Medicina, Derecho, Química, Veterinaria, Administración, Ingeniería, Arquitectura... No veo a los de Ciencias Políticas, sin embargo. Pero es imposible censar a todos.
En el grupo de Arquitectura, me dice alguien, "vienen sobre todo profesores de Autogobierno que no habían participado en ninguna marcha o mitin desde el 20 de abril". Y mientras anoto la sintomática explicación, un hombre micrófono en mano desde el techo de un autobús anuncia que, en solidaridad con la UNAM, han estallado o están a punto de, paros de 48 horas en Guadalajara, Toluca, Cuernavaca, Nayarit, Zacatecas, Morelia, Oaxaca, y de pronto alzo la vista y leo una cartulina escrita con plumón: "De la Fuente, si el rector Barros Sierra viviera, tu madre te rompiera".
Extraño desenlace
"Ya se incorporó el licenciado López Obrador", le dice uno que va pasando a la senadora Rosalbina Garavito, quien trata de calcular la cantidad de participantes midiéndolos según el flujo de los que atraviesan una linea imaginaria cada minuto: "500 en promedio". Empero, el conteo se dificulta, porque desde Insurgentes y hasta antes de la Alameda, las mantas que reiteradamente aconsejan "UNAM, aguanta, Chapingo se levanta", han ocupado los carriles de Reforma que corren hacia Chapultepec.
En la muchedumbre, a cada tramo, van algunos, incluso se diría muchos de los jóvenes que ayer por la mañana leyeron en La Jornada sus nombres, apellidos y números inscritos en la lista de los más de 400 que tienen orden de aprehensión. Unos, en total descaro, llevan cartulinas con una flecha negra y descendente que apunta a sus perseguidas cabezas y ponen a disposición del guapo que se atreva a pescarlos en medio del gentío. "De norte a sur, de este a oeste, sacaremos a los presos, cueste lo que cueste", versifica en torno de ellos el eco de la indignación popular.
A las siete y media de la noche, en la penumbra del Zócalo, decenas de miles se acomodan ya sobre la plancha de concreto, bajo la bandera monumental que no fue arriada, y ante el modesto templete que exhibe una manta imperativa: "šLibertad a nuestros hijos!". De los micrófonos brota la voz, templada y colérica a un tiempo, de Jesusa Rodríguez, y con ella una machacona instrucción: "Que nadie se vaya. No comenzaremos el mitin hasta que lleguen los últimos". Y a ella se contrapone la voz de un hombre que difunde saludos y quejas a granel. A los presos, informa, "les están poniendo drogas en sus alimentos, denuncian que muchos, después de comer, se quedan automáticamente dormidos. šExigimos que se nos permita comprobar las condiciones en que tienen a nuestros muchachos!".
Y son ya las ocho, las ocho y cuarto, las ocho y media. Los politólogos de banqueta especulan: "El Mosh va a creer que esta marcha lo convierte en el máximo líder político del país", "claro, Gobernación de seguro calculó este efecto", "ni madres, esto va mucho más allá de la UNAM, pero no es un cheque en blanco para nadie, apenas está empezando". Y cuando el tema Alfredo Velarde sale a colación, uno de sus compañeros afirma que por él, por su honestidad personal y política, metería las manos al fuego, cosa que yo, intervengo, suscribo de principio a fin aunque no comparto sus ideas. Y de ese breve intercambio de análisis y perspectivas sale un acuerdo amplio: debemos hacer un esfuerzo especial para que la PGR lo exonere de sus cargos, igual que al resto de las y los que hoy, como en el far west, "se buscan".
Poco antes de las nueve, al cabo de un prolongado forcejeo verbal entre Jesusa, que habla por la sociedad civil, y el animador que representa a la ultra, empleados anónimos desmontan el sonido, se llevan los bafles, desocupan el templete. La concentración se disuelve sin discursos ni explicaciones. Es un extraño final. O quizá es más bien el principio de algo que sin duda seguirá creciendo.