* Instalaciones reducidas, otra queja de la prensa


La película de Wim Wenders no convenció en el festival de Berlín

* Three Kings, fuera de concurso, abrió el cine hollywodense

Leonardo García Tsao, enviado, Berlín, 10 de febrero * Como suele suceder, pocos han quedado convencidos por el cambio. Igual pasó en Cannes y San Sebastián cuando estrenaron instalaciones: el hombre es un animal de costumbre y no reacciona bien ante las modificaciones. Por lo pronto, quien esto escribe ya no alcanzó a llegar a la función de prensa de The Million Dollar Hotel, la más reciente realización de Wim Wenders, obstaculizado por vuelos con retraso, un clima de lluvia helada y el desconcierto por encontrar la nueva sede en Potsdamer Platz, muy rimbombante dentro de una zona que está aún a medio construir.

 

Estrechez de la Berlinale Palast

 

La prensa internacional tuvo con rapidez algo para quejarse. Además de no haber sido convencidos por la cinta de Wenders (''no te perdiste de nada'', fue el comentario más repetido), los colegas encontraron unas instalaciones demasiado reducidas para un contingente que crece año con año.

Para empezar, muchos se quedaron fuera de la primera conferencia de prensa, porque no cupieron en la sala. El espacio destinado a la redacción también hace pensar en un error de cálculo. Además, el diseño es algo inhóspito bajo ese estilo retro-industrial que recuerda filmes como Brasil, de Terry Gilliam. La comodidad del público tampoco parece que fue ponderada para la instalación de la nueva sala, la Berlinale Palast. Por ejemplo, sus pequeñas butacas son dignas de una raza de pigmeos.

La abundante representación hollywoodense se inauguró con Three Kings, tercer largometraje de David O. Russell, que participa fuera de concurso. Situada en los días finales de la guerra del Golfo, se trata de una hiperquinética aventura bélica sobre un puñado de soldados gringos que intentan apoderarse de un depósito de oro, robado a su vez por las fuerzas de Saddam Hussein. Los ánimos mercenarios pronto ceden a la nobleza de espíritu, dentro de un atractivo juego formal a medio camino entre CNN y MTV.

Existe de igual manera un intento de cuestionar los motivos de esa guerra por ambos bandos, pero no es llevado a fondo. Queda la noción de que el heroísmo estadunidense, aunque cínico sigue siendo heroico.

A pesar de ello, la propuesta de Russell es más honesta que la de Nebeska Udica, segundo largometraje del cineasta y actor serbio Ljubisa Samardzic, una descripción agridulce de la vida urbana en Belgrado durante los bombardeos de la OTAN en mayo pasado.

El director no se atreve a mencionar que los ataques se deben a la política genocida de su dirigente Milosevic, y se contenta con describir cómo un grupo de jóvenes machistas, de una simpatía muy teórica, se empeña en construir una cancha de basquetbol. Este es un ejemplo ilustrativo de cómo la Berlinale acostumbra seleccionar películas por la vigencia de sus temas y no en función de su calidad cinematográfica.