Amargura en la universidad

* Horacio Labastida *

LA SITUACION DEL PAIS ES TAN OSCURA Y CONFUSA que todo puede suceder, aun lo más absurdo, a pesar de que existe un supuesto estado de derecho capaz de resolver pacíficamente los conflictos en que estamos inmersos. Y esta es la crisis que nos está jalando a un posible y condenable desastre. El estado de derecho está ahí, sancionado en 1917, nacido de una terrible lucha contra las dictaduras porfiristas y huertistas, y sistemáticamente violado no por revueltas ciudadanas, sino por el propio aparato gubernamental del estado de derecho, condición absurda y desplegada desde que el gobierno transgrede al Estado a través de ilegales reformas que estrangulan y a las veces aniquilan los principios y mandamientos en que se configuran el estado de derecho y sus altas funciones. Disfrazar la ilegalidad con disfraces de legalidad es el artificio perverso de que se ha valido el aparato gubernamental para burlar los sentimientos de la nación encarnados en el Estado que acunó la Revolución. ƑQuién es la víctima ensangrentada por tan aguda antilogía? La respuesta es obvia: el pueblo mexicano, testigo ahora muy impaciente del largo escarnio del Estado que se pensó y promulgó como un instrumento redentor del país.

ƑCómo es la realidad en nuestro tiempo? El derecho eminente de la nación sobre su economía se convirtió en derecho eminente de una élite financiera y empresarial dependiente del capitalismo trasnacional. La reforma agraria reivindicadora de las masas campesinas luce hoy como una trágica mascarada: colectivamente los campesinos migran a las ciudades o al Valle Imperial estadunidense, buscando huir de la miseria, o se consumen en ésta al lado de prósperos rancheros exportadores o bien de las expansivas maquiladoras que devastan la economía local y asumen poderes absolutos sobre los trabajadores. Hablar del artículo 27 constitucional es parlotear de una ilusión perdida en las brumas del pasado. El capitalismo nacional es otro mito en el que ni los mismos capitalistas creen. La globalización se aplica no para apoyar a nuestros industriales con acuerdos que los beneficien equitativamente frente a los extraños, sino para desquiciarlos con una competencia desigual y aplastante. La educación es un espectáculo donde el fracaso carece de solución de continuidad; si la UNAM es una excepción, esto se debe al esfuerzo de sus hijos cuyo cultivo de las ciencias y humanidades forja sabiamente al talento mexicano, sin el cual la patria no aseguraría el engrandecimiento de sus valores. Pecado medular del gobierno es negar a la universidad los recursos que el Estado le ha otorgado para cumplir sus tareas: el subsidio es magro, representa un mínimo porcentaje del ingreso nacional en contraste con el iluminante significado de la cátedra y del laboratorio como instancias sumas del espíritu humano. Por último, la soberanía antes era el derecho absoluto de autodeterminación del pueblo; ahora es cada vez más el derecho del poder económico a manejar la soberanía del Estado.

En esa tremenda distorsión de gobierno y Estado que nos turba y enturbia, saltó la huelga cuando los estudiantes pensaron que estaba siendo dinamitada la universidad pública y gratuita a que se refiere el artículo tercero constitucional, y entonces la huelga fue acto de violencia justa que reflejaba en el fondo una honda incomodidad de clases medias citadinas contra la autoridad infractora de sus intereses, en la medida en que eran vulnerados los mandamientos constitucionales. Poco después, los huelguistas obtuvieron la gran victoria que inexplicablemente despreciaron: se anularon las cuotas y se acordó la celebración de un congreso para discutir puntos de vista y opciones en el marco de la libertad de cátedra, raíz y razón de la autonomía. El congreso es el camino para resolver los conflictos de ayer, hoy y mañana, pues se ofrece como teatro abierto a la imaginación creadora de la comunidad, pero la minoría dominante entre los huelguistas desechó la oferta, prolongó la huelga y la cambió de violencia justa en violencia injusta, abriendo las puertas a un inicuo sabotaje a la sobrevivencia universitaria y facilitando el luto que cubre al Claustro donde reside el Espíritu, desde los abyectos acontecimientos de la Preparatoria 3, hasta lo que sucedió el pasado domingo, en CU.

La paradoja es inimaginable. Los huelguistas enfurecidos contra el gobierno descargaron su furia contra la universidad. Mas los errores cometidos tendrán que ser olvidados. Lo importante en el porvenir inmediato es armonizar a la Universidad Nacional con el bien y la verdad que inspiran el corazón e impulsan su marcha hacia delante. *