* Bárbara Jacobs *
Desobediencia civil
No hay como una situación tope en la vida real para, aunque sea únicamente en calidad de experimento, poner a prueba tus lecturas, ser capaz de extraer de tu memoria, por mal entrenada que esté, el sedimento de la o las páginas que, intuitivamente, te parezca que vienen al caso para que enfrentes, bien acompañado, lo que sea que te haya puesto a pique. Por esto o por aquello, en estos días he estado buscando el modelo a seguir, y el nombre que se me presenta es el de Henry David Thoreau, con su Walden y sus Diarios y sus Frutos salvajes, sí; pero, sobre todo, con su Desobediencia civil, abiertos ante mí para que yo los recuerde y sepa qué hacer con ellos en estos momentos.
Thoreau dice todo lo que yo querría decir; y, es más, hizo lo que bajo su inspiración yo trato de hacer. Vivió con un propósito; cuando vio que sus principios corrían peligro de ser atropellados, se jugó por ellos su libertad. No se trata aquí de otra cosa que de destacar algunas cimas de los 44 años que vivió, como el tiempo que pasó en una cabaña a la orilla del lago Walden, no tanto para apartarse del mundo como para aprender a vivir en él con lo elemental; o la noche que pasó en la cárcel y que dio pie para que escribiera su Desobediencia civil.
Se recordarán las razones. Se negó a pagar impuestos durante seis años en protesta por la guerra que su país entabló contra México. Se recordará, también, cómo estuvo esta guerra. El presidente en turno de los Estados Unidos había fingido estar tratando de llegar a un acuerdo en la mesa de negociaciones, cuando, sin una Declaración de guerra formal de por medio, ni la aprobación del Congreso, envió a su ejército a invadir México. Le bastó someter un reporte ambiguo para conseguir que el Congreso aprobara su decisión, y etcétera. Por más que hubiera entre los ciudadanos estadounidenses quienes se horrorizaran ante semejante acontecimiento, no muchos expresaron su repudio con un acto como el de Thoreau. Se sabe que en sus memorias. Ulysses S. Grant, que luchó en esa guerra y luego fue presidente de su país, admite que se trató de una guerra sucia y que, aunque él llegó a advertirlo mientras participaba en ella, no tuvo en el trance "el valor moral de renunciar". Entonces, le preguntaría, Ƒcuánto se te dará otra oportunidad para que lo tengas y renuncies, hijo de puta?
Como que la autoridad moral se tiene o no se tiene, y Thoreau la tuvo al grado de haber pasado en vida como ''un loquito con talento''. Cuando su maestro y amigo, Ralph Waldo Emerson, lo visitó en la cárcel, le preguntó, "ƑPor qué estás aquí?", a lo cual Thoreau le contestó, "Y tú, Ƒpor qué no estás aquí?" Hay tantas posturas ante las cosas como hombres, pensantes, informados, sensibles o no tanto. Pero, a veces, "las cosas" te hacen hacer cuerpo con otros aun cuando estos otros no estén enteramente de acuerdo entre ellos ni tú con ninguno de ellos frente a "las cosas". Hay matices, hay acotaciones, hay mentiras: blancas o no. Podrías actuar solo, pero no se trata de hacerte antisocial, aunque no sé si quienes, como Patricia Highsmith, sostienen que apasionarse por temas de justicia es "aburrido y artificial, pues ni a la vida ni a la naturaleza les importa si la justicia se ejerce o no", son antisociales o sabios.
Thoreau sabe bien que "la Ley nunca hizo al hombre ni un ápice más justo", sino que, más bien, "a quienes la respetan, aun con buena voluntad, los hace agentes diarios de la injusticia". Thoreau sostenía que todos tenemos derecho a la revolución, o sea, negarse a aliarse, oponerse a un gobierno que, por ejemplo, tiene esclavos a pesar de que llama a su nación "el refugio de la libertad"; o somete a un país extranjero a la autoridad de las armas. ƑQué le queda al hombre honesto, al hombre de principios, en estas circunstancias, sino rebelarse, como pueda? "Bajo un gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar adecuado para el hombre justo es la cárcel", advierte Thoreau.
Si pagas impuestos, Ƒno contribuyes con ellos a que un gobierno injusto siga haciendo de las suyas? ƑY quieres pertenecer a una sociedad que apoya a un gobierno semejante? O actuar como Thoreau: no aliarte a él, pero tampoco permanecer indiferente. O sea, ser efectivo en tu distanciamiento de él; impugnarlo, aunque sea recorriendo a pie vastas extensiones para averiguar cuándo florece un manzano y perfeccionando de este modo el arte de cómo pasar mejor un día entre los frutos ųo los hombres- salvajes.