* José Antonio Rojas Nieto *

Libertad para competir

S i resulta absurdo creer que la vida puede reducirse a la lucha que cada individuo emprende por sacar adelante su propio interés, es más absurdo creer que con base en este principio se puede gobernar. Pues bien, así es en México y en muchos países del controvertido mundo globalizado. Todo indica que este principio del liberalismo clásico se ha convertido en piedra angular de un programa gubernamental que impulsa no sólo la modernización económica, sino de toda la vida social y política. Pero en ese marco. No más.

Se trata, además, de un programa que se impulsa desde hace más de 10 años en acuerdo con los altos dirigentes ųnacionales y extranjerosų de las finanzas, la industria, el comercio, los medios masivos de comunicación y ųpor lamentable que parezcaų, con el alto clero.

La lógica de la actuación gubernamental se manifiesta con nitidez en el escrupuloso y ortodoxo manejo de una política económica que ha hecho del control de la inflación y del déficit público la estrategia para impulsar una modernización aparentemente articulada por las libres fuerzas del mercado, pero que ha deteriorado como nunca las condiciones de vida de la mayoría de la población. Pero también en las violentas medidas de rescate tanto de banqueros ineficientes, como de dirigentes educativos también ineficientes. Son medidas que expresan una conducta gubernamental guiada por una lógica que hace de la lucha por sacar adelante el interés individual, el fundamento de su quehacer. Atrás del rescate bancario y del de las instalaciones de la UNAM ųdos ejemplos de la violencia con la que, al fin de cuentas, actúa el gobierno frente a la sociedadų, se encuentra la persuasión obcecada de que el desarrollo económico, social y político deben fundarse en la absoluta libertad para que los sujetos luchen con todas sus fuerzas, entusiasmo y capacidad, pero para su propio interés. Ni más ni menos.

Los bancos deben limpiar sus arcas, cajas y ventanillas para dar un servicio eficiente y rentable; deben ser altamente competitivos frente a sus pares internos y externos, pues en la modernización, esos ámbitos ya no se diferencian, y la nación tiende a quedar inmersa en lo global subordinante. Similarmente los estudiantes, profesores e investigadores deben limpiar sus aulas, pizarras, cubículos y bibliotecas, y capacitarse para ser técnicos y profesionistas eficientes y competitivos, no sólo frente a la fuerza laboral interna sino la externa, convertida en el modelo a seguir.

Luchar por la vida equivale a competir para sacar adelante el propio interés, por sobre todo y en todos los órdenes: económico, social, político, educativo, cultural y recreativo. Así, la competencia se torna en la forma de convivencia anhelada. Vive quien sabe y puede competir: personas, grupos, clases, naciones. Por eso el imperativo gubernamental es lograr el fair play: competencia justa, reza su credo. Por eso para este gobierno resulta esencial e ineludible, fortalecer su función reguladora: competencia justa exige regulación eficiente y clara que garantice competencia limpia. Esta es la nueva ética. No más.

Por eso, la subversión de hoy está en oponerse a la competencia, en impedir que se extienda e intensifique la lucha social más genuina y leal, la lucha social por antonomasia: la de la competencia libre de los sujetos en las finanzas, la industria, el comercio, pero también en la educación y en la cultura. Las otras formas de lucha social se las identifica con la revuelta, el motín, el terrorismo, la sedición, realidades próximas ųqué duda cabeų a la añeja disolución social. Son regresivas y subversivas, entonces, la lucha indígena y campesina que impide la competencia y privatización de tierras comunales y ejidales, y recursos naturales nacionales; así como la lucha de los trabajadores electricistas que se opone a la competencia salvaje y a la violenta privatización en el sector eléctrico; no menos regresiva y subversiva, entonces, resulta la lucha de los estudiantes que se oponen a la privatización en aulas, laboratorios, bibliotecas y cubículos. Se trata de revueltas y motines; como el de Seattle o el de Davos.

Ya no más el aliento a la solidaridad. No más impulso al trabajo común; no más creación y fortalecimiento de equipos y de aliento a comunidades solidarias, a una sociedad civil humanista. Con votos o con botas se lucha contra ello. ƑHace falta aclarar algo de lo que impulsa hoy el gobierno de México?