Orlando Delgado
Los bancos: crédito y utilidades
E n cumplimiento a la normatividad vigente, los bancos hicieron público el balance correspondiente a 1999, al tiempo que el Banco de México daba cuenta de la evolución del financiamiento bancario al sector privado.
Dos hechos resaltan de esta información: en primer lugar, la persistencia de la reducción en los recursos destinados al crédito, que alcanzan una caída en términos reales de 71 por ciento desde 1994 y de 12 por ciento, sólo para 1999; en segundo lugar, la notable mejora en la rentabilidad bancaria, que permitió aumentar la utilidad neta de siete de las principales instituciones en 202.9 por ciento (Banamex, Bancomer, Banorte, Bital, BBV, Inbursa y Santander).
Estos siete bancos controlaron, en 1998, 67 por ciento de los activos totales del sistema y 66 por ciento del capital, de modo que son fundamentales en la vida bancaria del país; por ello, el hecho de que hayan más que duplicado sus utilidades netas muestra que, para la banca en su conjunto, fue un buen año. Esto ocurrió, pese a que redujeron, por quinto año consecutivo, el crédito; de modo que, como es evidente, la estructura de las utilidades se ha modificado.
Una parte fundamental de los ingresos de los bancos se deriva de la diferencia entre el interés que se cobra por los préstamos y lo que se paga por depósitos. En los tiempos en que los bancos efectivamente se ocupaban de atender los requerimientos de crédito de la economía, éste era el renglón fundamental de los ingresos bancarios, al que se agregaba, con un peso cada vez mayor, el cobro de los servicios bancarios y las comisiones. El año pasado, la diferencia entre los intereses cobrados y los pagados, aunque mejoró sustancialmente en beneficio de los bancos, no fue lo que explicó el crecimiento de las utilidades.
Los renglones centrales en el desempeño bancario fueron: i) los ingresos por intermediación de valores; ii) los ingresos por compra-venta de divisas; iii) el incremento en los ingresos por el cobro de servicios y comisiones; iv) reducciones en los costos de operación. De ellos, el que cada vez adquiere una importancia mayor es el primero, es decir, los ingresos que se derivan de la compra de todo tipo de papel, tanto en el mercado primario de dinero como en el secundario y después, por supuesto, su venta; esto significa que las áreas de mayor peso en la generación de ingresos y, sobre todo, de utilidades en los bancos han dejado de ser las de crédito y ahora lo son las mesas de dinero.
Esto que pudiera parecer un simple cambio de importancia en las diferentes unidades de negocios de los bancos, tiene implicaciones graves: para que las instituciones bancarias, definidas como intermediarias entre el ahorro y el crédito, sean negocios viables, desde el punto de vista de su rentabilidad, no es necesario que cumplan con la parte activa de su función de intermediación, es decir, no hace falta que presten, sólo hace falta que obtengan rendimientos por comprar y vender papel gubernamental, papeles privados o acciones, así como que cobren altas comisiones por los servicios que les prestan a sus clientes.
Para la economía, esto puede resultar fatal: un sistema que prácticamente capta todo el ahorro que se genera en el país y que lo utiliza para comprar papeles existentes en el mercado y obtener rendimientos, por un cuarto o una décima de punto, dejando de lado los requerimientos de recursos para financiar los proyectos de inversión, indispensables para que crezca la producción y se puedan generar nuevos empleos. Dicho en breve: el ahorro de los mexicanos utilizado para especular y no para el crecimiento. Pero, conviene recordar que este comportamiento de los bancos no es, de ninguna manera, violatorio de la legislación vigente; por el contrario, es una de las características del funcionamiento bancario, que se deriva del proceso de liberalización financiera llevado a cabo, como parte del proceso general de liberalización de la economía.
Del mismo modo en que los bancos pudieron incrementar explosivamente sus créditos, durante 1992 y 1993, inmediatamente después de la privatización, ahora pueden retraerlo a la cuarta parte de lo que era en 1994 y, eventualmente, a niveles incluso menores. Esta es, precisamente, la situación generada por la liberalización: empresas privadas que deciden a su entero arbitrio sí dedican recursos al crédito, que no son de ellos, sino de los ahorradores; pero si ocurre que toman decisiones inadecuadas o simplemente defraudan a las propias instituciones, entonces el gobierno interviene y asume las pérdidas y el costo del capital, en aras de "proteger" al sistema financiero, cuando lo que verdaderamente se protege es el negocio bancario y no el sistema de intermediación entre el ahorro y el crédito.
Finalmente, los universitarios presos deben ser liberados de inmediato.