Santiago López Medrano
ƑNormalidad univeritaria por decreto?
Asaltos a las instalaciones universitarias y a los universitarios por grupos de porros, golpeadores de Brígido Navarrete y, finalmente, por miles de soldados de la PFP; detención violenta de 998 universitarios que son secuestrados e incomunicados días enteros; hostigamiento y agresiones a detenidos, parientes y defensores, con la complicidad (por omisión y por acción) de las comisiones de derechos humanos; cacería de brujas en domicilios, escuelas o luego de entrevistas con los medios...
Una jueza recién nombrada que en 24 horas revisa 14 mil páginas del expediente congelado durante meses, además de cientos de casos de detenidos, para de inmediato emitir 430 órdenes de aprehensión y validar cientos de acusaciones diazordacistas de terrorismo, motín y sabotaje; negación de libertad bajo fianza por razones de alta peligrosidad y riesgo para la sociedad; cientos de menores de edad tratados como delincuentes, dos de ellos todavía presos por reincidentes (con base en una detención anterior šde la que salieron libres por falta de pruebas!); cientos de autos de formal prisión por denuncias de acusadores que no se presentan a declarar o que reconocen saber de los hechos sólo de oídas, y desconocen nombres y rostros de sus acusados.
La otra víctima de la represión: el diálogo. Violación por parte del rector de los acuerdos firmados el 10 de diciembre, el primero de los cuales establece: ''El diálogo es la única vía para solucionar el conflicto''. Abuso de la buena fe de muchos participantes en el plesbicito; ultimátum y encerrona a los huelguistas en la que los detenidos son usados como rehenes para canjear por instalaciones, con la presencia activa de ambos comisionados de derechos humanos del lado del rector; mentira e hipocresía antes y después de la entrada de la PFP.
Destrucción de expresiones artísticas de los huelguistas; despojo (ahora sí) de sus pertenencias personales o colectivas: libros, equipo fotográfico, archivos históricos sobre movimientos estudiantiles y populares, documentos, fotografías, ropa, cobijas y muchas más cosas, perpetrado más por directores de escuelas y facultades que por los soldados.
Intento de reinicio caótico de clases. En unas escuelas superposición de tres semestres en uno; en otras cancelación definitiva del semestre cuando empezó la huelga, como parte de ese revanchismo contra estudiantes, profesores y trabajadores llamado reconciliación, que incluye expulsiones, despidos y destituciones ya anunciados.
Hasta el mes de febrero se dio en la UNAM toda una gama de posiciones, desde los que apoyamos la huelga sin restricciones por la justeza de sus demandas, hasta los que exigían la violencia contra los huelguistas. Ante la actual avalancha de represión, motín, sabotaje, terrorismo, felonía, vandalismo, despojo, robo y amenazas en contra de los universitarios, huelguistas o no, sólo hay dos posiciones posibles: o somos cómplices de todo lo anterior y aceptamos la normalidad virtual que ha decretado el rector marchando detrás de la soldadesca, o establecemos que no es posible ninguna normalidad académica mientras haya un preso político o una orden de aprehensión y mientras no se resuelva el conflicto por la vía del diálogo y del respeto a los acuerdos del 10 de diciembre. Afortunadamente son muchos los universitarios que están eligiendo la segunda opción.