Alberto Aziz Nassif
La política y los medios
En uno de sus más recientes libros, Manuel Castells enmarca el problema de la política y los medios de la siguiente forma: "El punto clave es que los medios electrónicos (incluidas no sólo la televisión y la radio, sino todas las formas de comunicación, como los periódicos e Internet) se han convertido en el espacio privilegiado de la política. No es que toda la política pueda reducirse a imágenes, sonidos o manipulación simbólica, pero, sin ellos, no hay posibilidad de obtener el poder. Así pues, todos acaban jugando el mismo juego, aunque no del mismo modo ni con el mismo propósito". (La era de la información, Vol. II, pág. 343) Poco a poco este modelo se impuso en el país y ahora existen múltiples consecuencias para los próximos meses.
México se ha "norteamericanizado" en sus formas políticas y hoy las campañas electorales se hacen principalmente a través de los medios masivos, y sus impactos se miden con encuestas de opinión. Con la llegada de la competitividad electoral también arribó la presencia dominante de los medios masivos. En doce años la política electoral entró a un nuevo esquema: en 1988 la elección presidencial fue notable por el desencuentro entre las reglas de un sistema que no estaba diseñado para procesar la competencia y la irrupción masiva de la oposición; el resultado fue la atrofia y el fraude. En 1994 las elecciones presidenciales se llevaron a cabo dentro de un clima de miedo e incertidumbre, pero hubo varias novedades en el proceso, como la presencia de las encuestas y de la observación electoral ciudadana, aunque predominó una grave desigualdad en la competencia; ahora en el 2000 la equidad ha mejorado y las reglas del proceso tienen una mayor base de confianza. A pesar de todas las dudas que pueda haber sobre dónde se encuentra México en materia de democracia electoral, hoy los partidos y candidatos están dedicados de tiempo completo a conseguir votos; la oposición está en la pelea real por el poder, el país se ha convertido en un territorio en donde las intenciones del voto se miden diariamente; los acontecimientos políticos y económicos afectan el desarrollo de las campañas, los medios masivos juegan de forma estratégica y, por primera ocasión, con el antecedente de 1997, la oposición está presente en horarios triple A de la televisión. Quizá una consecuencia sea que las últimas encuestas de opinión muestran un empate entre Fox y Labastida (Milenio, 13/II/2000). El dato es relevante porque es la primera vez que un candidato de la oposición está realmente en la lucha por la Presidencia.
Sin embargo, también existen diferencias importantes que nos separan de países como Estados Unidos. Podrá haber en México una presencia dominante de los medios masivos, pero todavía es necesario cuidar los detalles finos de las coberturas, las preferencias sutiles que cotidianamente hacen las grandes empresas televisivas, que en apariencia cubren con equidad las campañas, pero cuyo tratamiento favorece a unos y perjudica a otros (salvo contadas excepciones) a través del tipo de tomas que realizan, el acento de los comentaristas y el lugar que ocupa la oposición frente a los privilegios de los que todavía goza el priísmo. En el fondo se trata de un problema de autonomía y de independencia de los medios masivos con el gobierno; mientras en el vecino del norte hay una sociedad de mercado que define su autonomía, aquí vivimos una situación premoderna de concesiones y favores, es decir, de incentivos para alinearse con los intereses gubernamentales. A pesar de esta "norteamericanización" de la política electoral, hay que reconocer que en México no contamos todavía con otras piezas claves de un sistema democrático, como una ingeniería constitucional más desarrollada o una cultura cívica generalizada.
Con la presencia de los medios en la vida política y la medición cotidiana de las intenciones del voto, podemos preguntarnos cómo será la construcción dominante de las campañas electorales en los próximos meses. A partir del empate técnico entre PAN y PRI, en las siguientes semanas pueden darse dos escenarios no necesariamente excluyentes: uno de corte deliberativo con debates sobre proyectos y agendas, y otro de fuerte polarización con un carácter de tipo plebiscitario, en donde la elección mayoritaria sea entre más de lo mismo con el PRI o un cambio hacia la oposición; en los dos casos habrá una intensa guerra sucia y múltiples escándalos que someterán al país a una enorme presión política.