La Jornada miércoles 16 de febrero de 2000

Bernardo Bátiz Vázquez
Una lanza por el gobierno de la ciudad

acía muchos años que la ciudad de México no era gobernada tan bien y honradamente como lo ha sido desde que fue electo Cuauhtémoc Cárdenas y ahora que continúa la misma línea Rosario Robles; sin embargo, nunca había habido una campaña de ataques constantes y de intento de desprestigio como la que se ha instrumentado contra estos gobiernos.

Se han tendido trampas con objeto de que la imagen de quienes administran la ciudad más grande del mundo se vea mal ante los ciudadanos; constantemente se está a la caza de palabras y acciones que puedan ser motivo de señalamientos escandalosos y críticas inmisericordes.

Por lo tanto, tiene toda la razón la jefa de Gobierno capitalina cuando decidió presentar en tiempo pagado, y como una legítima defensa de su gobierno y de su equipo de colaboradores, las innumerables obras y acciones positivas que su gobierno y el de su inmediato predecesor han llevado a cabo en beneficio de los habitantes de esta sufrida capital.

Para comprender cabalmente lo que sucede hay que ver de dónde provienen los ataques y las constantes intentonas de desestabilización; vienen de quienes ya tuvieron la oportunidad de gobernar a la ciudad o, al menos, a una parte importante de ella: ex regentes y ex delegados que, al parecer, siguiendo la escuela de Carlos Castillo no tienen más misión en la vida que denostar a Cárdenas, su obra, a sus compañeros de partido y equipos de trabajo.

Ellos ya tuvieron la oportunidad de resolver problemas y realizar obras pero la desperdiciaron lastimosamente al ocuparse más en atender a las grandes empresas inmobiliarias, a los dueños de los giros negros, que proliferaron en sus épocas, y a los líderes y explotadores de los comerciantes ambulantes, que en su tiempo se dejaron expandir convirtiéndose en uno de los grandes problemas de la capital.

La inseguridad, que ha ido disminuyendo con muchas dificultades, se originó y se hizo incontrolable durante los años en que los priístas gobernaban esta ciudad. A quienes no crean que las cosas han cambiado y a quienes se nieguen a ver las cifras de las estadísticas de la delincuencia, bastaría recordarles la gran distancia que hay en eficacia, moralidad y seriedad entre un Negro Durazo y un Gertz Manero.

Ciertamente no es noticia que las cosas funcionen bien y, por lo tanto, los medios no se ocupan mucho de dar a conocer los avances que hay en obras de la vía pública, cuidado del agua, desazolve, reforestación y preservación de zonas ecológicas en la ciudad, por citar sólo unos ejemplos, pero tampoco es aceptable que de incidentes provocados artificialmente o de acontecimientos, que son normales en una ciudad tan grande, se hagan escándalos amarillistas y descalificadores, y que se reiteren una y otra vez las palabras y frases que parecen negativas para el gobierno de la ciudad y, por supuesto, se omitan las razones y las explicaciones que dan los funcionarios, mismos que no tienen la misma oportunidad de defensa en tiempos y espacios, especialmente en radio y televisión, como la que gozan sus detractores.

Es positivo que un gobierno emanado del pueblo gobierne bien y, si no lo hace, que se le critique y se le señalen sus fallas; lo que es terriblemente negativo, antisocial y antidemocrático es que se busque desvirtuar a toda costa lo que se hace bien y que se trate de crear una imagen negativa en forma artificial y a fuerza de ataques reiterados, calumnias y exageraciones. Lo que se pretende, entre otras cosas, es que los votantes no distingan entre los gobiernos que se han ganado su desprestigio a pulso, como los que van de retirada y los que llegan, con alguna inexperiencia explicable, pero como precursores de un cambio e iniciadores de una nueva forma de gobernar.

Es inaceptable y no podemos quedarnos callados frente a los que derrotados en las urnas quieren su desquite con mucho dinero y a través de los medios que se prestan a ello.