Polhó: los desplazados de la guerra
Adolfo Gilly Ť Fotos: Pedro Valtierra
A cuatro años de los no cumplidos acuerdos de San Andrés, en el municipio autónomo de Polhó hay más de 6 mil 400 desplazados. Fueron llegando expulsados por el Ejército, expropiados por los paramilitares, huyendo de la muerte y de la vida que les tocó a los que se quedaron. Están agrupados en seis campamentos, por comunidades y por familias. Los refugiados más recientes tienen viviendas de madera y plástico. Otras viviendas tienen ya techo de lámina. Son de los que iban viniendo desde hace más de dos años. La guerra silenciosa del gobierno los envía por oleadas. Ellos llegan y empiezan a alzar precarias casas nuevas.
En Polhó se ve el orden tranquilo y tenso de quien se organiza y sabe hacerlo: trabajo y vigilancia de adentro para afuera.
A la entrada del pueblo hay un cartel: "Bienbenido al Nuevo Municipio Autónomo de Polhó, Chiapas, México ų Libertad, Justicia, Democracia ų Zapata vive, la lucha sigue". Luego una tiendita, con refrescos y un mirador para que el visitante contemple las casas allá abajo. En la pared un cartel con fotos del CGH, otro con la imagen famosa del soldado empujado para atrás por una mujer indígena.
Sentadas al borde de la carretera, cinco mujeres y tres niños. Parecen esperar algo. Tal vez nomás se fijan en quién llega, como siempre se ha hecho, mientras el perro finge indiferencia.
Trabajo: en la Clínica Autónoma Emiliano Zapata están terminando de techar el ingreso con lámina. La construcción es sólida, de adobe, tiene paredes blancas y la farmacia ya está instalada, surtida de medicamentos con carteles que indican para qué cada uno.
Trabajo: el agua llega a varias tomas y una niñita ensaya el arte del lavado.
Trabajo: el maestro Víctor enseña en el Centro de Capacitación de Tejidos. Es un desplazado de Acteal. Está orgulloso de sus dos telares. Para instalarlos ayudó una compañera de Noruega, dice. Pone en movimiento uno de ellos, los pies en los pedales, las manos en el bastidor y una luz que le ilumina el rostro.
Trabajo: el mecapal sostiene un palo atravesado que un cojín apoya en los riñones. Amarradas a ambos lados del palo y sostenidas en equilibrio al frente por sus brazos, un hombre lleva dos vigas de tres metros, una de cada lado, cuesta arriba. Seguramente para una casa nueva, pues en Polhó los desplazados han hecho surgir de la nada una pequeña ciudad inesperada. Desde las crestas de esos cerros vecinos, seis campamentos militares la rodean.
A la salida, un mural pintado como si fuera amate dice las gestas del trabajo en el campo y las del zapatismo organizado.