El aumento de 32% al precio del vodka desata la ira popular


Inminente resaca política en Rusia

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 16 de febrero * El inminente incremento de 32 por ciento al precio del vodka, elevado aquí casi a la categoría de producto de primera necesidad, ha causado malestar en amplios sectores de la población y, por su impacto en la política, no es un asunto menor.

Si bien Vladimir Putin no puede hacer nada por impedir el aumento ųfue aprobado en el Parlamento a fines del año pasado y los ingresos correspondientes están programados en el presupuesto federalų, es consciente de que, como presidente en funciones y jefe de gobierno, se convierte en blanco de la ira popular.

Temeroso de que ello pueda restarle votos en los comicios presidenciales del próximo 26 de marzo, Putin trató este martes de salir al paso de las críticas con una explicación que difícilmente convencerá a los rusos, cuya gran mayoría considera al vodka un producto imprescindible y se ha volcado a las tiendas para formar su reserva casera.

Para tratar de calmar los ánimos, el mandatario ni siquiera recurrió al tramposo lenguaje de los tecnócratas mexicanos y, por eso, no sugirió que la medida era un "ajuste de precios a la alza".

Tuvo una ocurrencia mejor: negó que se trate de un aumento y dijo que el Ministerio de Economía únicamente emitió una recomendación sobre el precio mínimo que debe tener el vodka de buena calidad, tomando en cuenta costos e impuestos.

Lo cierto es que, por más vueltas retóricas que se le dé, el precio mínimo recomendado por el Ministerio de Economía, a partir del próximo 25 de febrero, es 32 por ciento más alto.

Cuando el gobierno propuso sumar al presupuesto los ingresos que supondría el alza del vodka ųhacia mediados de septiembre del año pasadoų, nadie sabía aún que habría comicios presidenciales anticipados.

Se concibió como una medida que no tendría las actuales implicaciones políticas y que, en realidad, no aporta gran cosa: los impuestos por concepto de vodka equivalen a no más de 3 por ciento del presupuesto de ingresos, muy lejos del 15 por ciento que llegaron a representar en los tiempos soviéticos.

Ahora a Putin ųcuya candidatura para las elecciones presidenciales fue registrada este martesų no le queda más remedio que enfrentar una situación irreversible, esperando que la impopularidad de la medida pueda compensarse con la captación de recursos frescos para solventar los gastos sociales antes de los comicios, como forma de sacar provecho de la adversidad.

Pero en esto último parece prevalecer el deseo sobre la realidad. La experiencia del anterior aumento del vodka, el 15 de marzo de 1999, demuestra que el principal beneficiado no es el Estado, sino los productores y distribuidores de vodka de mala calidad, que generan mayor corrupción al aliarse con las autoridades locales para eludir el pago de impuestos.

Además, después de cada subida de precios se observa que cae por un tiempo la venta de vodka legal y los propios productores de marcas reconocidas tienen que sacar al mercado vodka barato, por debajo del agua, que satisface la permanente demanda de legiones de consumidores.

Es previsible que esta vez sucederá lo mismo y el gobierno se hará de la vista gorda, al menos hasta que los ciudadanos acudan a las urnas. Porque no hacerlo sería políticamente suicida. En Rusia, beber o no beber, ésa no es la cuestión.