Ť Opiniones de creadores sobre vida y obra de un mexicano universal


Fernando Benítez es un hombre río, un hombre mar, una tempestad, un equilibrio

Ť Capturó la presencia de México sin afeites ni compromisos, dice Alvaro Mutis

Ť José María Pérez Gay vaticina una relectura entusiasta del autor de El rey viejo

De la Redacción/ I Ť Acerca del deceso del periodista y escritor Fernando Benítez, intelectuales opinaron:

Alvaro Mutis: El fallecimiento de Fernando Benítez toca una zona muy personal de mis afectos, porque cuando llegué a México hace 43 me acogió en una forma fraternal. Publicó poemas y trabajos míos en México en la Cultura y después me encontré con ese historiador de México que logró hacer una historia viva, una historia que cualquiera podía sentir a medida que iban pasando las páginas. La ruta de Cortés es un libro maestro, un texto esencial. Todo lo que Fernando escribió como libro forma parte de ese grupo de testimonios que como el Ulises Criollo, de Vasconcelos ųy algunos másų capturaron la presencia de México sin afeites ni compromisos con nadie porque estaba hecha dentro de una honestidad histórica absoluta. Lo recuerdo bien, pero lo que me hace una falta inmensa, es el amigo.

benitez-fernando-3-jpg Enrique Florescano: Fernando Benítez fue uno de los espíritus más generosos, creativos y estimulantes que tuve la suerte de conocer. Para mi generación fue un maestro, un periodista ejemplar, un amigo afectuoso y un ser humano que nos enseñó a comprender y vivir nuestro país. Lamento profundamente su deceso.

Reivindicador de la memoria indígena

José María Pérez Gay: Del historiador se puede hablar mucho. Si alguien reivindicó la memoria indígena en los últimos 30 años en México, si alguien trabajó a favor de los indios, si alguien puso más de ocho años de trabajo en la investigación, en los viajes que hizo a las distintas zonas indígenas, fue él. Su trabajo al respecto es una obra canónica en el panorama de la literatura mexicana. Nadie que yo conozca, ningún historiador, ha vuelto a ese periplo de Benítez, que comenzó en el norte del país y terminó en Chiapas. Nadie reivindicó esa memoria de una forma tan consistente y apasionada como Benítez. Novelas como El rey viejo van a ser leídas pronto con un nuevo entusiasmo. Fernando renegaba mucho de sus novelas, pero creo que vendrá una relectura muy entusiasta de esta parte de su labor.

Iván Restrepo: Conocí a Fernando Benítez en 1958, en el diario Novedades. El dirigía el suplemento México en la Cultura. Cuando lo conocí, me llamó mucho la atención su elegancia en el vestir, cosa que siempre presumió, y su voz engolada. Pero también, y por sobre todas las cosas, el deseo de apoyar a quienes entonces éramos jóvenes. Recuerdo su protesta airada cuando le dije que deseaba estudiar la carrera de Derecho en la Universidad. Me dijo ųpalabras más, palabras menosų que el país no requería más de esos licenciados, porque de una u otra manera habían ayudado al saqueo y a que la injusticia reinara por doquier; quizá por eso opté por seguir otra disciplina (economía), y posteriormente estudios ambientales. Fue precisamente en estas dos últimas disciplinas donde logré una gran comunicación con el ''hermanito". Recuerdo, como si fuera ayer, su asombro al conocer a Dámaso Pérez Prado en el Ateneo de Agangueo, y admirarle no sólo su talento musical (presumía de bailar muy bien mambo, al igual que Carlos Fuentes y otros escritores), sino también una especie de montera invertida y que Pérez Prado adoptó para ocultar su calvicie. Durante 30 años nos frecuentamos cada semana para comer y discutir diversos temas, siempre con la frescura que lo caracterizó y con el consejo oportuno. Era un gourmet maravilloso, insaciable. Nunca aceptó la traición y eso fue muy claro en el caso del golpe de Luis Echeverría a Excélsior. Era un deleite escucharle sus andanzas amorosas, lo mismo con María Asúnsolo, Guadalupe Marín o Machila Armida. Fue un enamorado nato al que le faltó tiempo para amar a tantas. Era partidario de la eutanasia, siempre quiso irse cuando ya no era útil y no pudiera escribir y leer, que eran sus dos grandes debilidades. Otra aspecto es la vehemencia para defender a sus amigos: en una comida, con el presidente López Portillo, Fernando no lo dejó siquiera llegar a la sala, se le abalanzó y le reclamó ayuda para que los generales dejaran en paz a Juan Rulfo, quien durante una conferencia en la Universidad había dicho que los militares modernos tampoco aguantaban cañonazos de 50 mil pesos. En la noche cesaron los telefonemas insultantes que amenazaban a su amigo. En sus últimos meses, Benítez se lamentó del olvido en que muchos de sus amigos lo tuvieron; los únicos que iban a verlo con frecuencia eran Fernando Canales, los Rojo, Cristina Pacheco, Henrique González Casanova.

Hugo Gutiérrez Vega: Como maestros fuimos compañeros en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. El impartía reportaje y yo crónica. Fernando es una prueba fehaciente de que no hay diferencias entre el periodismo y la literatura, que son lo mismo. El aspecto esencial de él es que es el maestro del periodismo cultural mexicano. Sus dos novelas tienen un lugar importantísimo en la historia de la narrativa mexicana contemporánea: El agua envenenada, esa novela sobre el cacicazgo en Ciudad Hidalgo, antigua Tajimaroa, Michoacán: aquel terrible cacique que envenena el agua del pueblo. Y esa verdadera joya de la crónica, El rey viejo: la salida de Venustiano Carranza de la ciudad de México, el tren, la llegada a Tlaxcalaltongo, los últimos momentos, la muerte y el regreso del cadáver a la capital del país; esta es una crónica perfecta y, por lo mismo, una gran novela.

Alberto Ruy Sánchez: Lamento profundamente la muerte de Fernando. Fui uno entre los cientos de escritores que se vieron beneficiados por su generosa labor editorial, por su maestría en el periodismo cultural y por la radiación siempre viva de su amistad. Cada una de las conversaciones con él eran cálidas y sabias. Cada uno de los comentarios sobre mis textos lo fueron también. Me sentí orgulloso cuando me manifestó su aprecio y me siento desolado de saber que se va. Colaboré con él en Sábado, de Unomásuno, y después fue asesor de Artes de México, pero un asesor activo, antes de que se fuera de embajador a República Dominicana. El me ayudó muchísimo en el arranque de Artes de México.

Carmen Parra: Estoy muy triste porque murió un inmorible. Qué lástima que no haya muchos como Fernando. Nos deja a todos muy huérfanos.

Emmanuel Carballo: En el aspecto de la difusión de la cultura y las artes mexicanas, Fernando Benítez es el gran maestro. Nadie --en todo el siglo XX-- hizo suplementos más hermosos que los creados por Fernando para La Jornada, el periódico UnomásUno, Novedades y Siempre. No fue un gran escritor pero si un enorme promotor de la cultura.

Tender un cordón umbilical

Héctor García (autor de las imágenes de Los indios de México): Es un golpe muy difícil de asimilar, una pérdida muy grande para la nación. Su presencia a lo largo de todo este siglo en la cultura de México ha sido fundamental. Las redacciones que encabezó fueron un medio a los que les supo dar una mexicanidad y a la vez una universalidad. Estas se constituyeron en verdaderas universidades abiertas en las que colaboraron muchas personas con el deseo de contribuir a la cultura de México. Generaciones de cerebros brillantes que tendieron un cordón umbilical con él, ávido de conocerse a sí mismo. Su labor ha sido la de un visionario que supo tomar el pulso de la nación y proporcionarle a México y al mundo la voz y la sabiduría milenaria de los indios de México, la vibración de la América más intensa. Por otro lado, los tomos de Los indios de México son una Biblia de la magia, de la sabiduría, del carácter y de las raíces del continente americano. Trabajar al lado de él, además de un permanente aprendizaje. Era en verdadero placer verlo charlar, escucharlo en sus íntimas entrevistas con los chamanes y con los indios de todo el país, ya fueran de las civilizaciones maya, olmeca, otomí o de los norteños que habitan las barrancas de Chihuahua. Todo eso se puede absorber en la lectura de estos volúmenes. Fue un hombre de gran elegancia, humor e inteligencia que forjó las llaves para abrir esos manantiales del ser y sentir del americano original. Pero sobre todo hay que mencionar su gran indignación por la situación en la que se encuentran los indios de México, que se ve reflejada en sus libros y reportajes. Fernando Benítez es un hombre río, un hombre mar, una tempestad y un equilibrio. Su ejemplo, que conjuntó a varias generaciones, nos da la pauta.

Andrés Henestrosa: Es una dolorosa pérdida para las letras y la inteligencia mexicanas. Fernando Benítez cultivó, con igual buena fortuna, el relato, el cuento, la historia, la biografía. Investigó y escribió acerca de los indios de México con singular agudeza y penetración. Era una noticia que yo, dolorosamente, esperaba, porque lo sabía enfermo de gravedad. A Benítez debo, puede decirse, mi humilde carrera periodística: él fue quien me llevó a El Nacional cuando era subdirector, allá por el año 38, al mediar. Muchas cosas y aportaciones nuevas deben los suplementos literarios a Benítez. Ahora que ha muerto se verá el tamaño y el valor de su obra. México tardará mucho tiempo en reunir en un solo hombre tantas y tan extrañas y peregrinas condiciones. Descanse en paz. (Miryam Audiffred, Merry Mac Masters, Yanireth Israde, Carlos Paul, Arturo Jiménez, César Güemes y Renato Ravelo)