Luis Hernández Navarro
El Mexe
De hinojos, las manos en la nuca y el torso desnudo, penitentes, 68 policías hidalguenses, sometidos por los habitantes del municipio de Francisco I. Madero para exigir la libertad de sus estudiantes detenidos, se convirtieron en la imagen viva de adónde lleva el uso de la fuerza pública para solucionar conflictos sociales.
Apenas unas horas antes, esos mismos "guardianes del orden", junto con 140 compañeros más, habían irrumpido violentamente en la Escuela Normal Rural de El Mexe, golpeando a niños, mujeres, jóvenes y ancianos, para sacar de las instalaciones a un grupo de 300 jóvenes. Indignados y hartos de un hostigamiento policiaco que dura ya casi dos meses, bien organizados, los pobladores cerraron las calles aledañas a la escuela, prendieron fuego a troncos y detuvieron a los granaderos. Durante cinco kilómetros, sin zapatos, los policías detenidos caminaron hasta el centro del pueblo donde fueron juzgados.
Dos historias paralelas convergen en esta explosión de ira popular. De un lado, una añeja experiencia organizativa de los normalistas rurales, nuevamente puesta en marcha el 5 de enero con la toma de El Mexe para exigir la destitución de su director y solicitar 200 becas. Del otro, un largo proceso de participación social alrededor de la lucha por la satisfacción de las necesidades comunitarias y la democracia municipal. Ambas historias se entrelazan continuamente a lo largo del tiempo como puede verse en la figura del alcalde del municipio, Martiniano López: mediador en la protesta popular e integrante del PRD, es egresado de esa escuela.
Las normas rurales son una de las pocas vías de ascenso social que tienen los jóvenes en el mundo campesino. En ellas se tiene acceso a educación, hospedaje, alimentación y, posteriormente, con suerte, trabajo calificado. Los niveles de escolaridad y de vida existentes en estas escuelas son muy precarios. Los estudiantes que asisten a ellas provienen de familias de muy pocos recursos. La contradicción entre escasez de medios materiales y pujanza juvenil y espíritu de superación provoca que dentro de estas instituciones prosperen las actitudes y posiciones políticas radicales. Las expectativas de movilidad social no son solamente un hecho individual sino que involucran a las familias de los estudiantes y con frecuencia, a sus poblados de origen. El destino que tengan los muchachos con sus estudios afecta la vida de sus comunidades. Lo que sucede con sus escuelas no es un hecho ajeno a ellas.
Las normales rurales son una herencia de la escuela rural mexicana y del cardenismo. De las 36 instalaciones que llegaron a haber en el país hoy sólo sobreviven 17. Muchas de ellas fueron cerradas a raíz del movimiento estudiantil de 1968. Otras, como resultado de la huelga general que protagonizaron entre julio y agosto de 1969. En aquella ocasión fueron expulsados 500 alumnos.
A pesar de la gran dispersión geográfica de los planteles existe entre ellos una gran coordinación. En junio de 1935 se fundó la organización que hasta la fecha representa a sus estudiantes: la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). De sus filas han salido centenares de dirigentes sociales y políticos como Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y Misael Núñez. La Juventud Comunista, el PST, la UNTA y varias organizaciones político-militares reclutaron a muchos de sus militantes en la FECSM. Según el gobernador de Chihuahua en 1964, Praxedis Giner, los internados de las normales rurales eran "guaridas de comunistas".
En el municipio de Francisco I. Madero y otros más a su alrededor ųentre los que se encuentran Ixmiquilpan y Tulancingoų existe una larga tradición de organización autogestiva, en parte de inspiración cristiana, y mucha participación social de las mujeres. Las luchas contra el caciquismo han sido frecuentes. En las elecciones municipales de 1990 se reconoció en Francisco I. Madero el triunfo del PARM, y ahora lo gobierna el PRD.
Desde que estalló el conflicto en la normal se estableció un estado de sitio no decretado sobre la población. Elementos de seguridad pública llegaron al municipio y vigilaron cuidadosamente los movimientos de sus habitantes. En enero fueron detenidos 300 estudiantes. El 17 de febrero los granaderos golpearon salvajemente a jóvenes y padres de familia. La represión del 19 de febrero fue la gota que derramó el vaso. El pueblo respondió a la agresión policiaca con ira, pero también con orden y disciplina. La sola rabia habría provocado el linchamiento de los granaderos; su tradición organizativa permitió detenerlos y negociar su libertad.
El Mexe es un ejemplo del rumbo al que conduce la cancelación autoritaria de un proyecto educativo arraigado en la comunidad, que es fuente de movilidad social, y la pretensión de evitar las protestas sociales usando la fuerza pública, prescindiendo de la negociación. Es una fuerte llamada de atención sobre el estado de ánimo de sectores muy importantes de la población. Un aviso de nuestro futuro inmediato. Una tercera llamada.