Ť Se requirieron dos carrozas para su traslado al cementerio


Y en la despedida de Benítez, una anécdota más para recordarlo

Ť Sus colegas narraron cómo le hacían bromas de todo tipo al promotor cultural

Ť Mañana gris y día contaminado enmarcaron las exequias del escritor y periodista

Mónica Mateos Ť Poco antes de la hora señalada para la salida de la carroza (las 9 de la mañana), algunos fotógrafos y reporteros esperan lo que la mayoría de los medios desprecian: el traslado lento, como se estila, de los restos de Fernando Benítez hacia su cremación. Los ausentes ignoran que, como si fuera una extensión de su ingenio, el maestro todavía daría una nota, una lección de periodismo y una foto.

En la capilla donde los familiares y amigos cercanos miran por última vez el rostro dormido del escritor, algunos colegas piensan que Fernando, como siempre, ya les ganó la última nota.

Un par de ojos fatigados por la tristeza, mira el féretro pero observa los recuerdos. Es Cristina Pacheco, de las pocas personas que prefieren no conversar y quedarse a solas con Fernando en su memoria. A veces debe tomar un poco de aliento para apartar las lágrimas y dejar nítido el pensamiento, las imágenes, las lecciones al lado de su maestro, del maestro de todos.

Desconfiar de lo previsible

Otros periodistas, los que se levantaron más temprano ayer para robarle horas al trabajo y acudir a decirle ''hasta pronto" al amigo, se la pasan contando anécdotas: ''Cuando fundamos el Unomásuno, hacíamos muchas reuniones, hasta las grabábamos para, según nosotros, retomar después los aspectos más importantes. Un día se le ocurrió a Fernando que deberíamos incluir un reglamento de jubilación que tomara en cuenta los años de trabajo en otros diarios. Siempre hacíamos bromas con eso, le respondíamos, si es así, tú te jubilas mañana".

benitez-6-jpg Así se cuelan algunas sonrisas a la pesadumbre. El acceso a la capilla es negado a las cámaras de televisión, a los fotógrafos y a quien lleve micrófono, grabadora o libreta en mano. Pero cuando sale el féretro los pocos representantes de los medios electrónicos que hacen guardia en el estacionamiento de la agencia funeraria aprovechan para un ''enlace en vivo" y transmitir la despedida a Benítez, es decir, cuando la caja de caoba es colocada en la carroza.

Cerca de la 9:30 horas la carroza negra llega al Periférico, rumbo al norte, hacia el panteón Español, hacia otra cerrada ceremonia que promete ser igualmente vedada para los medios. Poco después, la ''carga vehicular en la lateral, a la altura de San Pedro de los Pinos", se anuncia por la radio. La camioneta se ha descompuesto.

En vano tratan de empujar el auto para hacerlo arrancar y tampoco sirven los conocimientos de los motociclistas ''de amarillo" que trabajan en auxilio vial del gobierno capitalino.

Ocho autos que siguen el cortejo se estacionan donde pueden y reciben agresivos claxonazos. En eso llega otra carroza, ahora gris. ƑDónde están los fotógrafos?, se preguntan dos reporteras.

Los automovilistas que están atorados en el otro carril del Periférico debido a un choque que no tiene ni cinco minutos de ocurrido, se sorprenden cuando ven salir una larga caja de un auto para pasarla a otro. Y es que esas cosas siempre causan cierto escalofrío.

Una hora después de lo programado el automóvil gris llega al panteón Español. Allí sí hay grupo mayor de reporteros y fotógrafos, que esperan frente a los crematorios, pensando: ''Ƒy qué se reportea en estos casos?".

Así se despidió el maestro Benítez, generoso, convirtiendo un día gris y contaminado en un pretexto más para recordar sus enseñanzas: la nota fue que se hicieron necesarias dos carrozas para trasladarlo, la lección de periodismo, que no se debe confiar en lo previsible (en la mayoría de las jefaturas de información se dio por hecho que nada pasaría), la foto del congestionamiento que causó la descompostura de la primera carroza quedó pendiente, pues los fotógrafos le perdieron la pista al cortejo.