La Jornada miércoles 23 de febrero de 2000

Luis Linares Zapata
Presiones y pasiones

Lecturas apresuradas de la realidad apresada por algunas encuestas, y otro tanto debido a intenciones ocultas o manifiestas, han desembocado en una serie de presiones para que la oposición unifique, de cualquier manera y a galope, sus fuerzas tras de un solo candidato para garantizar la ansiada alternancia. No se descarta, sino que tal vez se afirma aún más, la expectativa de que, insistiendo sobre ello, se produzca, como una reacción negativa pero esperada, el aborto de tal alianza deslizada con malicia o temeridad.

Las tendencias que se apuntan en las encuestas sobre preferencias electorales hablan, ciertamente, de una polarización en la punta de la competencia entre el PRI y el PAN. Pero sacar como conclusión, a esta altura de la pelea, que es urgente la negociación que conduzca a retirar algunas candidaturas en pos de unificar fuerzas opositoras es, al menos, una sugerencia anticipada, si no es que francamente dolosa.

Y lo es por varios factores. El principal se refiere a la ruta que van marcando los demás candidatos con porcentajes menores en las preferencias. Si se les observa con cuidado podrá notarse que, eliminando un zigzagueo incipiente por inicial, todos ellos, sin excepción, han ido aumentando sus penetraciones entre el electorado nacional. También es de destacarse que, lo ganado, ha sido a costa del declive priísta y de la disminución de indecisos. Después se debe reparar en la intensidad de las campañas de propaganda, ya muy adelantada del PAN, no así las demás, en especial la de los partidos chicos y la del mismo Cárdenas, aún trabada por limitantes para el uso de sus fondos.

Las negociaciones del PRD con el PT han obligado a este último partido a sacar las uñas y guardar sus cuotas en busca de mejores condiciones para sus militantes. Cuando los tiempos otorgados por el IFE para la promoción en medios de Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís o Gilberto Rincón Gallardo comiencen a funcionar, es de esperar que vayan encontrando nichos a la medida de sus posibilidades y que no son menores. Quedará entonces por ver a costa de cuál de los partidos y candidatos de los llamados grandes lo van a conseguir.

Si el avance opositor se logra quitándole preferencias al PRI, la ruta conducirá a un escenario de competencia múltiple, que sería lo deseable dentro de una perspectiva de balances partidarios que fuercen a continuas negociaciones para formar mayorías. Si, por el contrario, la mayor penetración de los ahora rezagados se materializa por efecto de una pulverización opositora, ya sea bajando los niveles alcanzados por el PAN o estacionando de manera definitiva al PRD, se puede pensar en propiciar el voto útil por la necesidad de finiquitar la transición a la democracia. Se podrá visualizar así un escenario de cesiones o arreglos a la palabra, similares a los que hoy se adelantan sin ton y mucho juego doble. Pero eso implica serios sacrificios que los organismos políticos estarán renuentes a conceder.

El posicionamiento firme de varios partidos es aconsejable en el entendido de que, cada uno de ellos, represente mejor los intereses de distintos conjuntos de la sociedad. Seguir la ruta de un esquema dual al estilo estadunidense quizá no sea el derrotero adecuado para un país con las diferencias abismales de México. Tal vez las usanzas de otras naciones que cuentan con tres o cuatro agrupamientos de regular tamaño mediante los cuales se encuentren fórmulas de acuerdos y alianzas, tanto en lo electoral como en el ejercicio mismo del poder, sea asequible y conveniente.

Pero en las circunstancias actuales, en las cuales las campañas apenas despegan y se definen, lo aconsejable es confiar en el juego partidario abierto, tal y como se ha iniciado aun cuando el PRI, dentro de esas circunstancias, pueda capitalizar mejor sus actuales ventajas.

Las finuras que van emergiendo al auscultar las inclinaciones del electorado formarán un panorama adecuado para diseñar estrategias precisas por edades, regiones, niveles educativos, preferencias iniciales y disposiciones al cambio. Es posible, pero de ninguna manera seguro a pesar de los malfarios, que Cárdenas ya no entre a la recta final de los que aspiren realmente al poder. Pero lo que sí puede esperarse es que aumente su participación en las preferencias, de tal manera que sea un balance entre los dos punteros y que, el resto de los ahora retrasados, pueda alcanzar no sólo el registro, sino un porcentaje de votos que les permita jugar un rol clave y de estabilidad en el Congreso, y que lleve a considerar acciones cuidadosas y responsables del futuro Ejecutivo.