José Steinsleger
Sermón sin montaña
Fiel al espíritu de Ripley, el Vaticano acaba de solicitar al gobierno británico un "gesto de clemencia" en favor de Augusto Pinochet. Palabras más, palabras menos, la curia romana considera que "más de un año de detención fue un buen tiempo", y advierte que las formas de justicia contra el tirano podrían estar basadas en "la ley del más fuerte" y conducir a una situación jurídica internacional "bastante peligrosa".
Joaquín Navarro Valls, vocero de Juan Pablo II, admitió que la gestión empezó por "vía confidencial", en noviembre de 1998. Por su lado, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano y ex nuncio apostólico en Chile (1978-1988), reconoció que en enero de 1999 le envió una carta al canciller Robin Cook con argumentos a favor de Pinochet.
La posición del Vaticano coincide con la de algunos comentaristas que suponen que la situación de Pinochet se ha convertido en un "manoseo legal", en "espectáculo sádico", y que ya es hora de hacer a un lado el asunto. Entonces, con esa lógica podemos preguntarnos por qué el Vaticano no pidió por el nazi Josef Franz Schammberger (80 años), condenado a prisión perpetua por un tribunal de Stuttgart en mayo de 1992, o por dos criminales de guerra nazis condenados en octubre de 1999: el croata Dinko Ljubomir Sakic (78), ex comandante del campo de concentración de Jasenovac durante la segunda Guerra Mundial, y el colaboracionista francés Maurice Papon (89), arrestado por la policía suiza y extraditado a Francia en un abrir y cerrar de ojos.
ƑPor qué? Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán y ex rector del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, cuenta que hace algún tiempo consultó un CD-ROM que contiene todos los escritos y discursos de Juan Pablo II. El religioso indagó cuántas veces aparecía la palabra "solidaridad" en los textos del Papa, de 1979 a 1994. A los 10 o 12 minutos, después de varios "espere", llegó la respuesta: 64 mil veces.
La conclusión va de suyo: ni el Vaticano ni algunos escritores consagrados (ver artículos del chileno Jorge Edwards en Letras libres, México, febrero de 1999, y El País 04/02/99 y 12/02/2000) están interesados en subrayar que el "caso Pinochet" es obra de una solidaridad distinta a la que el Vaticano y los tartufos de la democracia entienden por "justicia global".
Alzada contra los profesionales de la amnesia, la Europa humanitaria, la que se moviliza, lucha y mira de frente al horror, no cede ante la urgente necesidad de escarbar y revisar su pasado. Pero en América Latina, con poderes republicanos tan cómplices cuanto entreguistas a las fuerzas que engendran los Pinochet, no sólo se ha visto obligada a recurrir a la solidaridad jurídica internacional, sino a dar la batalla contra la pringosa zalamería del humanitarismo convenientemente entendido.
En América Latina, patio trasero de Estados Unidos, lo común ha sido la aplicación de leyes nacionales extraterritoriales (como la Helms-Burton contra Cuba), en violación del derecho internacional y de los ordenamientos de terceros países.
En ese sentido, el jurista argentino Alberto Luis Zuppi sostiene que la teoría de la extraterritorialidad justifica la jurisdicción de jueces sin vínculo ni con el territorio donde sucedió el crimen internacional ni con la nacionalidad del autor o de la víctima. La teoría de la extraterritorialidad es insostenible. Pero "la aplicación de la extraterritorialidad ųaclara Zuppių sólo tiene cabida ante crímenes contra el derecho internacional, los que por definición son los que la humanidad está interesada en su persecución y castigo".
Discutir el fallo de los lores británicos contra Pinochet equivaldría a poner en cuestión las actas de Nüremberg contra los criminales de guerra del nazismo. En esos casos, nadie ha reparado en la "avanzada edad" o "estado de salud" de los acusados. En cambio, el juicio a Pinochet ha merecido comentarios que se han referido a la "obcecación" de los jueces que pidieron su captura, cuando lo que que hicieron esos jueces fue cumplir con lo establecido en la Convención contra la Tortura y otros Tratos Crueles y Degradantes, de la que Argentina, Chile y España son miembros plenos.
En su artículo 7, el tratado dice que "el Estado parte de la Convención que encontrara en su territorio una persona que se supone ha cometido un delito de tortura, si no lo extradita debe juzgarlo". Y a esta precisa forma de extraterritorialidad se le entiende como "jurisdicción universal".
ƑA qué se deben las idas y vueltas del caso Pinochet? ƑAcaso Pinochet o Videla se diferencian de los nazis? Hay quienes se regodean el intelecto con esas supuestas diferencias. Claro, los nazis surgieron de formas extremas de una cultura que apostó al exterminio colectivo para salvaguardar un modelo civilizatorio. Pero si de un lado no podemos sentirnos seguros de la muerte de los discípulos de Hitler, por el otro nos consta que, sin el aparato represivo de los Pinochet, Videla y sus actuales y embozados discípulos y tutores civiles, laicos y clericales, otro gallo cantaría..