* Inauguran en la Casa Lamm el mural de Vlady


Tatic Samuel, acto de amistad entre un obispo y un marxista

* Payán, González Casanova y Gilly presentaron el óleo al público

Arturo Jiménez * Hace unos cuatro años, el pintor Vlady vio por televisión a Samuel Ruiz y se contagió de su entusiasmo y vitalidad. Enseguida le habló por teléfono, y en cuestión de horas, el obispo de San Cristóbal de las Casas ya estaba posando para los primeros apuntes del artista ruso --afincado en México desde hace mucho tiempo-- y que desembocarían en la obra Tatic Samuel.

El año pasado quedó concluido el enorme óleo sobre tela de 3 por 2.5 metros --pintado con la antigua y compleja técnica veneciana del temple-- cuya versión final estuvo lista luego de más de veinte capas de pintura en las que los personajes, como describió don Samuel, aparecían y desapare- cían conforme se espesaba la obra, presentada anoche por Carlos Payán, Pablo González Casanova y Adolfo Gilly en la Casa Lamm.

La luminosidad, composición y contenido buscados por Vlady fueron hallados a tal grado que, como lo expresó Gilly, "dan ganas de tocarla". Se trata de una obra --aclaró el obispo-- que resume en su figura, más que al personaje, una etapa histórica importante en la búsqueda de la paz y la justicia para los indios de Chiapas. Pero también --como resaltaron el mismo tatic y los presentadores-- expresa la historia personal y visión individual del artista, hijo del revolucionario ruso Víctor Serge.

En el cuadro aparecen el obispo Ruiz al centro, unas nubes color café, poblados, lagos, volcanes y una torre de Babel. En una esquina inferior están Marcos, Tacho y Moisés, y en la otra, el religioso de nuevo, montado en un elefante. El obispo contó:

--Don Samuel, Ƒpor qué la Iglesia llega tan tarde a las situaciones históricas?-- preguntó una ocasión el artista al obispo mientras lo dibujaba.

--He oído decir que la Iglesia es como un elefante: tarda en levantarse, tarda en caminar, tarda en correr, pero a un elefante encarrerado nadie lo para en la historia --respondió el tatic.

Noche de anécdotas y bromas amigables --"tú siempre presumes de lo que no sabes", dijo Vlady a Samuel Ruiz, y es que el obispo había advertido en su turno que hablaría sin escrito previo ni conocimiento de la pintura-- y de esfuerzos por descifrar a tatic Samuel desde la estética y el humanismo, en la que los planteamientos políticos, sin embargo, fueron más bien escasos, aunque contundentes:

"ƑNo estaba acaso el obispo Samuel construyendo una ciudad, es decir, los pueblos indios, con un propósito común, la catequización de los indígenas y la elaboración de una conciencia social que les hacía sabedores de que eran personas humanas, con derecho a la educación, a la salud, al trabajo no esclavizado, a la justicia?", diría por ejemplo Payán, luego de un análisis sobre el significado del mito bíblico de Babel.

"Bueno, pues un nuevo Yahvé, quizá de dos cabezas, representada una por la Iglesia católica y la otra por los hombres del poder, metió entre los pueblos indígenas el disenso y los dividió, impidiendo así la realización, hasta ahora, de su propósito común".

Y al final de su intervención, Payán dijo: "Aquí estamos, pues, frente a un estupendo retrato del obispo Samuel Ruiz, sacerdote de la cristiandad, realizado por Vlady, pintor mexicano de origen judío, viejo endemoniado trotskista, comentado por un viejo comunista, devoto admirador de ambos".

Vlady relató uno de los primeros diálogos que tuvo con Ruiz mientras ambos trabajaban en la obra:

--No quiero a los marxistas por materialistas --dijo el obispo al pintor, quien no se sintió bien.

--Don Samuel, respeto la espiritualidad religiosa, pero quisiera que hablara de la espiritualidad revolucionaria.

--šQué duda cabe, tienen la moral! ųy el pintor pudo así trabajar a gusto con el religioso durante otros años más.

Al final, Vlady hizo notar que no se ha reparado que en México se ha tenido siempre un sentimiento "universal y de profetismo", el cual ofrece al mundo la esperanza de que las cosas estarán mejor en el futuro, y puso los ejemplos de Vasconcelos y Orozco.

Más que símbolo, esperanza de nuevos tiempos, quizá una de las mejores consecuencias de esta experiencia estética, política, religiosa e histórica es, al decir de don Samuel, la amistad profunda surgida entre un obispo y un revolucionario marxista.