DAVIDOW: PRECERTIFICACION INACEPTABLE
Ayer, el embajador de Estados Unidos, Jeffrey Davidow, afirmó que México se ha convertido en la sede de los capos de la droga, al igual que Sicilia fue en su momento el cuartel general de la mafia. Más aún, aseguró que aquí se encuentra uno de los grupos de narcotraficantes más grandes del mundo. La declaración se produce a pocos días que el vecino país realice la certificación anual de la lucha contra el tráfico de estupefacientes ilícitos en las naciones de América Latina, práctica ofensiva e inaceptable, dado que viola el derecho internacional y el respeto que debe prevalecer en la relación entre naciones.
En ese contexto, Davidow garantizó que el gobierno mexicano, pese a todo, será certificado por su cooperación en la materia.
La opinión del representante diplomático de Washington, al igual que el proceso de certificación, constituyen intromisiones inadmisibles que ameritan, como lo demandaron ayer mismo todas las fracciones parlamentarias de la Cámara de Senadores, una protesta formal por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Es por demás sabido que el flagelo del narcotráfico y los cárteles que lo administran se han arraigado y expandido en México, lo que ha derivado en una amenaza para la población, y a la soberanía. La corrupción vinculada a la producción, transporte y comercialización de las drogas alcanza niveles insospechados, se aloja como un cáncer en las instituciones civiles y militares y afecta gravemente la economía nacional. Sin embargo, no se puede soslayar que el auge del tráfico ilícito de estupefacientes en el país y la predilección de las mafias por establecerse en el territorio nacional obedecen a que México es la puerta de entrada al primer mercado mundial de drogas: Estados Unidos.
Por años, Washington se negó a reconocer esa realidad. En últimas fechas mostró un cambio de actitud, observado sobre todo en las expresiones de Barry McCaffrey, el llamado zar antidrogas, quien ha reconocido que existe un alto número de consumidores de drogas en su país y ha puesto el acento en la cooperación como la mejor forma de combatir el flagelo. No obstante, ese gobierno aún no cambia el enfoque de su política de combate al narcotráfico ųorientada por ahora a la vigilancia y el acoso a los países productoresų hacia la eliminación del mercado que alienta la producción y el trasiego de estupefacientes ilícitos.
Las declaraciones del diplomático estadunidense introducen nuevas distorsiones a una relación bilateral de suyo compleja. En este contexto, la gravedad de sus afirmaciones ameritan la aportación de las pruebas que las fundamenten; pruebas que, sería deseable, debieran pedirle las autoridades mexicanas.
El lamentable episodio protagonizado por Jeffrey Davidow muestra, de nueva cuenta, que el combate al narcotráfico ofrece, en no pocas ocasiones, el pretexto para injerencias y agresiones en asuntos internos de un país.
Finalmente, cabe esperar que la cancillería cite en Tlatelolco al representante del vecino país y llame a consultas a esta capital a su homólogo mexicano.
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