La violencia y el voto del miedo

* Carlos Fazio *

La "solución" de fuerza del conflicto en la UNAM, precipitada por los hechos de la Prepa 3 y la incursión de los federales en Ciudad Universitaria, así como los sucesos de El Mexe, Hidalgo, tuvieron un denominador común: la violencia. Y en ambos casos, desde el gobierno se acusó al PRD o a una difusa guerrilla de estar detrás de lo ocurrido.

En política no hay casualidades. ƑA quién le sirve todo eso? ƑQué viene? Algo sí es cierto: la violencia no comenzó ayer. Se nos ha venido acostumbrando desde hace mucho tiempo a una violencia sin límites. Asaltos, secuestros, robo de autos, violaciones, ejecuciones sumarias con el sello del narcotráfico, masacres impunes de guardias blancas y grupos paramilitares...

No se trata de un fenómeno exclusivo de México. La epidemia del crimen y la violencia urbana y rural desbordadas ųtrivializadas en los medios de comunicaciónų, son las aristas más visibles de una lucha diaria de todos contra todos. El neodarwinismo social que llegó para quedarse un tiempo.

Ante la violencia, muchas voces demandan orden. Claman por el estado de derecho y piden la pena de muerte. Pero el problema tiene otras facetas.

Medievalizados, los ciudadanos empezaron a desconfiar los unos de los otros, y en muchos lados la población comenzó a "privatizar" la violencia buscando formas de autodefensa. Debido al pánico, zonas residenciales de muchas ciudades del país cuentan con "barrios-fortaleza" o "archipiélagos de seguridad" donde los nuevos "colonos" se han convertido en prisioneros voluntarios para defenderse de los "bárbaros" de afuera. Cual mercenarios, los agentes privados de seguridad ocuparon la tierra de nadie, y surgieron así zonas extraterritoriales de seguridad, controladas casi exclusivamente por las empresas.

En las áreas rurales, grupos de "autodefensa" armados instauraron un doble poder que hace el juego y sirve a las políticas de contrainsurgencia oficiales, por su capacidad de control territorial y la eventual "limpieza" de sospechosos de estar vinculados a la guerrilla. A la vez, ese poder paralelo, permitido y apoyado por las autoridades federales, está adscrito a un proceso de contrarreforma agraria en beneficio de los nuevos inversionistas del "capitalismo gansteril". En México, Chiapas es el ejemplo más claro.

La violencia, el miedo y la contraviolencia dañan la atmósfera de las relaciones sociales. Por doquier, la privatización de la seguridad aparece como un acompañante lógico, aunque no siempre deseado, del neoliberalismo.

Surgió así un nuevo orden paraestatal, que potencia la desigualdad socioeconómica y engendra como ideología de dominación una cultura permanente de estado de excepción; con sus "peligrosos sociales".

La seguridad como un bien común se convirtió en un privilegio privado.

Es una mercancía más. Con la seguridad, también se privatizaron el poder y la autoridad, quedando las instituciones del Estado como meras fachadas constitucionales. Con un Estado debilitado en extremo, los gobiernos quedaron condenados a administrar e incluso impulsar la agudización de la segregación social. A su vez, la polarización social destruye la confianza en la capacidad regulatoria y aseguradora del Estado, y empuja a todos los actores a recurrir a la autoayuda.

En países como México, la "democratización" va de la mano con la privatización y la desregulación de la economía y de los medios masivos de comunicación. Surgió un periodismo de sensacionalismo irrefrenado, donde la dramatización de la criminalidad violenta desempeña un papel sobresaliente.

Los medios presentan un cuadro distorsionado de la situación individual de seguridad, y atizan un miedo a la criminalidad que se concreta en una demanda de medidas privadas de seguridad.

La mano dura o el "estilo Giuliani" ųque alude al alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, padre de la "Tolerancia Cero"ų, da un enfoque punitivo a los problemas de inseguridad y marginalidad sociales y su aparente clave del éxito es la aplicación inflexible de la ley. La "Tolerancia Cero" es una nueva droga que sirve para encubrir la exportación de las tesis de seguridad estadunidenses que criminalizan la miseria. Un nuevo ethos punitivo que en vez de crear empleos construye comisarías y prisiones.

El aumento de la violencia llegó acompañado de una gran difusión mediática y de un nuevo lenguaje monocorde del Estado, donde el nuevo rigor penal y policial se anuncia como inevitable, urgente y benéfico. En el fondo asistimos a un tráfico de categorías afines al pensamiento neoliberal, que opta por la "represión total" en vez de concentrar los medios en la prevención o buscar vías intermedias. Es la redefinición de los problemas sociales en términos de seguridad; una seguridad destinada a garantizar, en definitiva, la hegemonía del pensamiento único. El poder de los globalofílicos.

Queda la pregunta: ƑA quién le sirve la violencia y la "mano dura" en la coyuntura electoral? A quienes ya han lucrado con el "voto del miedo". Al PRI, a Francisco Labastida. *