El hermanito Fernando
* Horacio Labastida *
Quizá algunas reflexiones puedan ofrecer un retrato íntimo y profundo de la rica, variada y fina personalidad de Fernando Benítez. Recuerdo las discusiones que teníamos en un café Gastón García Cantú, Guillermo Olguín y yo, sobre el conflicto de valores que rodeaba a la generación, que de un modo u otro, de cerca o de no muy lejos, identificó sus ideales con los que iluminaron al país desde que Lázaro Cárdenas convocó al pueblo a la gran tarea de transformar a México en una civilización justa. Lo entendíamos y lo sentíamos con una entusiasmada claridad. Colaborar en el cumplimiento de los derechos obreros, los sancionados por el Constituyente de 1917, recobrar la potestad eminente de la nación en lo relativo a sus recursos, y poner en marcha una reforma agraria no limitada al reparto de tierras, sino ampliada con la difusión de las técnicas agrícolas y comerciales, así como del financiamiento indispensable, en el propósito de redimir de la miseria a la olvidada sociedad rural. Ayudar al renacimiento de la industria nacional que imaginó en el siglo pasado Esteban de Antuñano, y enfrentar con prudencia y honestidad a las compañías petroleras extranjeras, que con el petróleo concesionado hartaban sus arcas y pretendían imponer sus decisiones. Y buscar, no una lucha de clases aniquilante de lo que cada una podía aportar a la grandeza del país, y sí un enfrentamiento ajustado a la ley y a la moral que sustancia de legitimidad al mandamiento jurídico. Y colaborar también en un socialismo que Cárdenas modelaba dentro de la historia de México y ajustaba a la demanda de equidad que desde muchos años antes planteó la insurgencia de Morelos y Pavón. Todas estas esperanzas y realidades eran parte fundamental de la generación que creció al lado de la política cardenista. Por esto los jóvenes de entonces vimos con alegría el desmoronamiento del jefe máximo de la Revolución (1936) y aplaudimos intensamente el momento en que la historia cotidiana comenzó a ser la historia realizada de los arquetipos y la voluntad de la gran mayoría de la población.
Con Cárdenas estaba el pueblo, con Calles una élite acaudalada de mexicanos y extranjeros, subyugada desde antes por los consejos que recibían del embajador estadunidense Dwight W. Morrow, socio de la JP Morgan & Co. La salida de Calles del país puso fin a la interminable noche que cubría a México desde el asesinato de Carranza, en Tlaxcalantongo.
Los sueños de la generación de Fernando Benítez sintiéronse bruscamente golpeados, confusos y plenos de dolor, pues luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Miguel Alemán llegó a la Presidencia en las postrimerías de 1946, estalló el pavoroso y al parecer interminable conflicto ensemillado en el cambio del PRM en PRI. Con viejos adobes y hierros retorcidos del presidencialismo militarista, se montó un presidencialismo civilista que corporativizó por igual a las jerarquías políticas y a la sociedad, dentro de estructuras de mando vertical que tenían como único centro de decisiones a Los Pinos e intereses que los movían: el capitalismo internacional cobijado en la Casa Blanca, y la burguesía nacional gozosa de compartir beneficios con una ascendente burguesía política acunada en entendimientos corruptos de funcionarios públicos y privados. El cardenismo y su compromiso de cumplir con la Constitución de 1917, fueron radicalmente negados a partir de 1947, y así fue como la generación de Benítez entró en la crisis que desde ese año reta a la inteligencia para hallar la solución patriótica.
ƑQué significó Fernando Benítez en esa crisis entre la civilización justa y la civilización injusta? En su obra literaria y social, en el periodismo que practicó como escritor y director de los mejores suplementos culturales del México moderno, Fernando Benítez entregó talento, generosidad, pasión, burlas e iras a la magnífica trinchera de la civilización justa. Esta suprema decisión del hermanito Fernando es el ejemplo que llegó a las nuevas y mejores generaciones de nuestro país. Junto con sus valiosas aportaciones de escritor y periodista, Fernando Benítez fue ante todo, y sobre todo, un gran mexicano. *