La Jornada sábado 26 de febrero de 2000

Enrique Calderón A.
El PRI: aires de derrota

urante las últimas semanas se ha estado viviendo una situación inédita en el PRI; sus cuadros medios, e incluso algunos de sus dirigentes, ven signos alarmantes de que las cosas no andan bien, de hecho están lo suficientemente mal como para perder no sólo las elecciones en Chiapas y el Distrito Federal, sino la misma Presidencia de la República, y la mayoría del Senado de la que hoy disfrutan.

"La campaña de Labastida no levanta aún", es el decir de la mayor parte de los distinguidos priístas con los que he tenido oportunidad de platicar, y aunque no hablan de derrota aún, el desaliento se les refleja en la cara; las declaraciones combativas, la publicación permanente de encuestas poco sustentadas, las actitudes públicas y las amenazas veladas me recuerdan el ambiente que se vivía en Zacatecas, en las semanas previas a la elección que les ganó Ricardo Monreal.

Las cosas no están para menos, las estrategias de descrédito contra los gobiernos de oposición no han tenido el éxito que esperaban; los gobiernos panistas de Jalisco, Aguascalientes y Querétaro mantienen una imagen excelente y suman votos para su candidato, igual a lo que pasa en Zacatecas, Tlaxcala y Baja California con los gobiernos surgidos del PRD. Aun en el Distrito Federal, la furiosa campaña de medios desplegada en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y luego contra Rosario Robles, ha tenido pocos efectos, el candidato presidencial del PRI aparece hoy en el tercer lugar de las preferencias del electorado en la capital del país.

Sea por el descrédito de los gobiernos locales, o por el sentimiento de repulsa generalizada, al gobierno de Zedillo y sus impopulares políticas, Labastida está por debajo de Fox y de Cárdenas en Chiapas, en Campeche y en el estado de México. Incluso en entidades donde el PRI ganó con holgura las elecciones estatales las cosas no están mejor, Labastida enfrenta hoy problemas serios en Michoacán, Colima, Puebla y Veracruz.

En este escenario, y tomando en cuenta que su candidato tiene muy poco que ofrecer, que sea creíble a la mayoría empobrecida y a las clases medias fuertemente golpeadas por las políticas neoliberales a las que se le asocia, los dirigentes del PRI, incluido el doctor Zedillo, cifran hoy sus mayores esperanzas en el Progresa y sus similares, sin embargo, los mecanismos de compra y coacción también enfrentarán problemas, en la medida que el PRD ha aprendido a desarticularlos.

En estas condiciones, mientras Labastida sigue pensando que al menos en Sinaloa su victoria ya está asegurada, y la imagen que se pretende proyectar es de triunfo hacia el interior del partido, los ánimos que se respiran son de nerviosismo y frustración; lo peor esta aún por venir, en la medida que la población se percata que los costos del Fobaproa y de otras medidas de la administración zedillista las va a tener que pagar con más impuestos, menos servicios, menos educación. Al mismo tiempo, los socios financieros y comerciales comienzan a retirar sus apoyos millonarios ante la incertidumbre que hoy les plantea el PRI.

Pareciera que hasta ahora, las estrategias de Vicente Fox han tenido más éxito del que pudiera esperarse, dado el escaso nivel de sus propuestas, y la superficialidad aparente con la que toca los problemas. La única explicación posible está en el entusiasmo de la gente por lograr el cambio que Fox parece representar hoy, aunado a la figura desgastada de Labastida, a quien su historia política no le permite lograr más de lo que ha estado haciendo en su campaña.